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TRANSCRIPCIÓN DE ENTREVISTA TELEVISIVA A ÁLVARO CUNQUEIRO (RTVE) (I)

miércoles, 23 de julio de 2003
TRANSCRIPCIN DE ENTREVISTA TELEVISIVA A LVARO CUNQUEIRO (RTVE) (I) TRANSCRIPCIN DE ENTREVISTA TELEVISIVA A LVARO CUNQUEIRO (RTVE) (I)

EXPOSICIÓN BIBLIOGRÁFICA “ALVARO CUNQUEIRO”
Comisario: Xosé Luis García Canido
Círculo de Bellas Artes. Madrid

(Tomada directamente de la pantalla con una pequeña grabadora acústica. Por su interés expresivo, por ser una especie de obrador de su escritura,se respetan aquí todas las explicables repeticiones, “neumas” e incluso errores de una “literatura” que al ser conversacional quizá ya no pueda llamarse así –las constantes anomalías sintácticas, no son pues erratas-.)

Pro amigo de Cunqueiro e mestre plural Exmo. Sr. D. Francisco Fdez. del Riego e pra súa muller, a nosa dona Evelina -coma tanto lle gustaba agasallar a Alvaro- (O transcriptor).

JOAQUÍN SOLER SERRANO
-Éste es Alvaro Cunqueiro, una de las figuras más relevantes de ese brillantísimo grupo de prosistas gallegos que dan realce a las letras españolas del siglo; esa lista que encabeza don Ramón María del Valle Inclán y en la que también figuran Cela, Tenreiro, Torrente Ballester, Castroviejo, Alvaro Ruibal y otros. Alvaro Cunqueiro, nacido el día 22 de Diciembre del año ¿1911 ó 1912?

ALVARO CUNQUEIRO
-1911, sí.

-Porque hay varias...

-Sí, sí, sí, pero 1911; sí.

-Fue el 11 en Mondoñedo, provincia de Lugo, una de las más viejas ciudades gallegas que fue en aquellos momentos todavía cabeza de obispado.

-Sí, sí. Y es todavía, aunque compartimos, lo compartimos, claro, con el Ferrol, pero...

-Éste don Alvaro Cunqueiro y Mora de Montenegro dicen que escribe de un tirón ¿es verdad?

-Bueno, sí; yo creo que todo el mundo escribe más o menos de un tirón.

-Pero también dicen que don Alvaro se cansa enseguida.

-No, no, no me canso; la prueba está, la prueba está en que...
-Por ejemplo,Torrente Ballester ha dicho que la paciencia de don Alvaro Cunqueiro se mide por sentadas y que el libro no concluido de un tirón no será concluido jamás.

-Bueno, no es verdad. Torrente mismo, que es un gran amigo mío, sabe que no es verdad, sabe que yo escribo todos los días, que escribo pacientemente y que tengo la convicción de que una de las condiciones del escritor es la paciencia, una larga paciencia.

-La tenacidad. De modo que el escritor debe sentarse a escribir igual que otro profesional se encara cada día con su menester.

-Sí. Yo no creo en las musas, ni creo en eso que se llama la inspiración. Creo que uno tiene, más o menos, un cierto poder de evocación, se va cargando de memorias, sabe -un escritor, yo por lo menos, para mí - que la verdad no basta, que hay que tener una memoria deformante y sobre ella construye el asunto, el tema, y lo desarrolla.

-Pero ¿la fatiga aparece de vez en cuando?

-Sí, claro que aparece la fatiga ¿cómo no? Y los personajes se escapan, y uno no sabe en un momento dado que es lo que está escribiendo ni para quién.

-En cuál de entre esa galería tan rica, tan abigarrada de personajes a los que ha hecho nacer o renacer, según parece de una manera explícita en algunos casos, a Alvaro Cunqueiro es quizá el que le resulta más grato, ¿se siente más cerca que, de Merlín, por ejemplo, que de Fanto Fantini?.

-En, de Merlín, de Merlín desde luego; es decir, en Merlín está toda una galería de personajes, una colección de temas nacidos todos ellos o arrancados de la tradición fantástica oral de mi país gallego. Galicia es un país de tradición oral, un país ahistórico en el que la gente no tiene memoria de la época en que pasaron las cosas. La muralla de Lugo, por ejemplo, dirán, no que la hicieron los romanos sino los mouros, los moros. Y lo mismo la Catedral de Santiago o lo que sea. Todo lo hicieron los mouros, los moros. Entonces, no tiene memoria de en que época pasaron las cosas y la tradición oral, pues los temas de ella corresponden a todas las épocas posibles, son siempre pasado pero de alguna manera -puesto que predican del hombre, son también tiempo presente, claro-.

-Una de las cosas curiosas y sorprendentes de la fabulosa obra creativa de Alvaro Cunqueiro es la utilización muchas veces de unos índices onomásticos al final del libro con una serie de datos que parece que quieren darnos a entender que realmente esos personajes han existido y siempre ahí está esa duda entre entre la realidad y la ficción; esa mezcla que yo creo que es una de las características del estilo de Cunqueiro.

-Sí, sí, creo que sí. Además, yo es que, me parece que siempre en el texto he dejado de decir algo importante respecto a una ciudad o respecto a un personaje y entonces en el índice onomástico me parece muy bien el aclarar esto, que muchas veces es añadir una característica al personaje. A veces, y en distintos índices onomásticos he metido la misma persona, por ejemplo a Ricardo Corazón de León, a Beatriz, a Julieta, porque me parece que en cierto modo no debe haber ningún libro en el mundo escrito por quien sea que no hable de Ricardo Corazón de León, que no cite a Julieta o que no cite a Beatrice.

-Los grandes libros

-Ya

-Alvaro Cunqueiro está por lo tanto encariñado con el mago Merlín y con esa familia llena de personajes curiosos. Nos ha dicho hablando de la tradición oral de Galicia que Galicia es a-histórica que---. Vamos a hablar un poco de las demás peculiaridades de esta región a la que pertenece de una manera tan antigua, como como gallego por los cuatro costados, Alvaro Cunqueiro. ¿Cómo es Galicia? ¿Cuál es el Ser de Galicia?

-Bueno, en primer lugar, Galicia está determinada en una enorme parte por su situación geográfica; es decir, Galicia ha sido durante cientos de años el punto final de la Tierra conocida, del Finisterre. Más allá de las rocas negras de Finisterre no había más que el Océano Tenebroso con enormes abismos en el borde del cual navegaban extrañas bestias, Jasconius, Leviatán, creados por Dios el quinto día de la creación, peces enormes –Jasconius desde que fue creado por Dios está en el océano intentando con la boca morderse la cola, como las pescadillas, y todavía no lo ha logrado –tan enorme es-. Esto por un lado; es decir, la cabeza de Galicia en el punto final de la Tierra conocida. Cuando los romanos llegaron por primera vez, en Galicia, al llegar al río Limia en la provincia de Orense, creyeron que habían llegado al río Leteo, al río del Olvido, de la mitología grecolatina. El que lo pasase olvidaría su lengua, se olvidaría de su familia, se olvidaría de su patria, no conocería a los amigos, vagaría amnésico por el mundo y tuvo que ser el que los mandaba, Décimo Junio Bruto, quien pasó a caballo el río y desde la otra orilla empezó a llamarlos por sus nombres recordando las batallas en que habían estado juntos y sucesos que habían compartido, y sólo así se convencieron de que pasando aquel río no se perdía la memoria. De modo que no se puede ser impunemente, como en Galicia, tener los pies en el río del Olvido y la cabeza en el final de la Tierra conocida. Esto ha condicionado en cierto modo la imaginación de las gentes gallegas. Fondo de saco además, ha conocido invasiones tras invasiones, gentes extrañas que han llegado al Finisterre y no han podido pasar de allí, naturalmente. Y entonces se produjo un enorme pueblo de mestizos que no sabemos muy bien de quienes están formados. A los gallegos les seduce pensar que algunos de estos invasores quedaron allí, fueron los celtas, por ejemplo -que no es verdad, por lo menos en la abundancia que se cree, ni el celtismo ha influido tanto en Galicia-. Se ha explicado por el celtismo hasta el humorismo de Camba y de Wenceslao Fernández Florez, se ha explicado por el por el celtismo muchas maneras de ser gallegas; el propio don Marcelino Menéndez Pelayo dice que el priscilianismo se mantuvo en Galicia, esta herejía del siglo V, que se mantuvo en Galicia debido al fondo céltico de la población –vamos, es un decir por por decir-.Y don Claudio Sánchez Albornoz dice que, claro, el gallego, metido en aquel rincón, teniendo que aguantar invasores, pues sólo pudo resistir, bueno pues, dialogando y haciendo trampa en el diálogo en su provecho y cuando existió una norma jurídica, después de la conquista por Roma, pues apoyándose en la norma en la norma jurídica, para subsistir y conservar su pequeña parcela de tierra. Yo supongo que en algún lugar de Galicia debe haber alguien que tiene el mismo pedacito de tierra desde hace dos mil quinientos años, para subsistir.

-¿ Cuál diríamos entonces que es la característica más destacada del alma gallega?
-A la defensiva. Siempre a la defensiva. Entonces, cuando puede e intelectualmente está dotado o es algo libre, la ironía. Esta capacidad para para la ironía, la capacidad para el diálogo, para el parrafeo que decimos los gallegos, soltarnos párrafos unos a otros. Las cosas tienen siempre muchos pareceres diferentes. No se puede, el gallego no puede decir sí o no como Cristo nos enseña; “sí, sí”, “sí, pero”, “sí, pero non”, “non sí”. El, una fórmula gallega, del idioma gallego, es decir “¿non sí?”; es decir “¿es no o es sí?”, “no se sabe muy bien”, “estás de acuerdo”, “no estás de acuerdo”. Un, en casa de mis abuelos había un criado que fue vender una vaca a la feria y se encontró allí con un tratante que era del país pero vestía a la leonesa con blusa y hablaba castellano para darse más importancia y entonces dijo “bueno, tres mil pesetas pola vaca e non se fale máis, ¡¡que non se fale máis!! -no estaba dispuesto a discutir- y entonces el criado de mis abuelos le dijo: “vamos home, non tés máis que unha palabra, nin que fóramos castellanos”. No, porque lo propio del gallego es discutir largas horas; en fin, esto es lo que le gusta al gallego. Por otra parte tiene un alma nostálgica, muy apegado a la tierra como quizá ningún otro pueblo de España y, sobre todo, no sé, es lento de raciocinio pero, en cambio, cuando ofende, especialmente, o cuando ataca o cuando tiene que mantener una postura de acción, pero en cambio muy vivaz cuando tiene que ponerse a la defensiva porque éste parece haber sido el oficio moral e histórico del gallego al volar de los siglos.

-¿Y ese estar volcado un poco, acaso por las orillas de la mar tenebrosa, al mundo de los trasgos, de los aparecidos, de las meigas, de lo sobrenatural?

-Sí, esto es muy ---, es curioso que esto parece haber sido una característica constante de los gallegos. Nosotros los gallegos tenemos un libro, quizá único en su época en el mundo. Vino a convertir a los suevos arrianos al catolicismo ortodoxo un húngaro, un panonio, San Martín de Dumio y entonces, al ver la enorme cantidad de supersticiones que había en el país, escribió un tratado titulado “De correctione rusticorum” –“de cómo hay que corregir a los rústicos”, a los paganos-. Se llevaría una gran sorpresa si volviera ahora a Galicia porque todas las supersticiones que él condenaba en el siglo V de una manera o de otra están vivas en este momento en el país. El gallego es un gran creedor, es uno de los pueblos realmente creedores. De modo que hay menos brujas que en Castilla la Vieja, aunque llevemos la fama, y muchas menos que en Navarra.

-Pero habelas hailas

-Sí, sí, las hay, y, pobre gente, viejas perdidas por las aldeas, con un arsenal escasísimo pero eso sí ejerciendo un gran poder, poder moderador. Son necesarias. Si a Vd. le echan el mal ojo a sus gallinas y dejan de poner huevos y Vd. sospecha que fue una vecina llamada Pepita, Vd. probablemente querría vengarse. Pero si se venga directamente la venganza podría exceder los límites razonables de la legítima defensa. Entonces Vd. va a la bruja y le pide que le eche el mal del ojo a la vaca de Pepita. Quedará, dejará de dar leche pues durante un mes; entonces todo esto está compensado y no pasa nada. La bruja ha intervenido, quizá en los dos en los dos sucesos pero evita que se tomen venganzas venganzas personales. Esto lo mismo ha pasado por ejemplo en Polinesia, lo cuenta Malinowski. Debido a las misiones católicas y protestantes, la desaparición de los brujos en las tribus ha llevado a que se venguen por sucesos de estos cotidianos, a que se venguen los indígenas. Ya ha habido un abultado número de asesinatos y de muertos. Si estuviera el hechicero que compensase no pasaría nada

-Alvaro Cunqueiro es bilingüe. Escribió primero en gallego todos sus primeros libros de versos y algunas de sus novelas han sido escritas originalmente en gallego. Posteriormente empezó ya a escribir directamente en castellano. Se ha autotraducido también en ocasiones. Domina los dos idiomas de una manera maravillosa. Yo creo que realmente no se sabe cómo es posible haber llegado a dominar los dos como si fuera un mismo instrumento. ¿Qué diferencias para el escritor hay entre ambas lenguas?

-Yo me muevo con más libertad en el gallego; es decir, una lengua -el gallego- que ha sido hablada durante siglos y no escrita -primero tuvo una gran tradición literaria, la de los cancioneros medievales de la Vaticana, de Colocci-Brancuti etc.- pero luego ha habido un gran periodo de silencio. El gallego no se ha escrito salvo que en muy contadas ocasiones. Luego vino en el siglo pasado, vinieron los poetas de lo que nosotros llamamos el rexurdimento –el resurgimiento, a manera de los italianos- y volvió a escribirse el gallego. Entonces, hay una, no sé, nos encontramos más libres, incluso con una capacidad de invención de de de palabras; con una sintaxis muy variable y muy viva, etc. El castellano, claro, una lengua en cierto modo solemne pesa con más gravedad sobre el que la sobre el que la escribe. Eso que yo, es decir, mis influencias del idioma castellano primeras fueron las de mi obispo Fray Antonio de Guevara, “Las Epístolas Familiares” y tal, uno de los más galle castellanos más sabrosos que se hayan escrito jamás. Una lengua es buena cuando sabe a pan, a pan fresco que se mete en la boca. Y esto es el castellano de Guevara donde yo aprendí y claro uno está un poco, en el castellano, está un poco más encorsetado, pesan más las normas; en el gallego anda uno como un vagabundo campando por por...

-Cunqueiro ha vivido en Madrid durante ocho a diez años de una de una de una tirada; y sin embargo en cuanto pudo se escapó otra vez a su pueblo, a su pueblo natal, y prácticamente desde entonces –fue por el cuarenta y siete, me parece-, desde entonces, aunque con salidas -porque ha viajado por toda Europa y sobre todo por América dando conferencias y naturalmente dándolas también en nuestra península- desde entonces sin embargo le tomó realmente cariño a la vida local en Galicia. ¿Tiene tantos atractivos que eso es capaz de hacerle olvidar a uno todo lo demás?

-No, no es que me haga olvidar todo lo demás pero, en primer lugar, el paisaje. Es el paisaje que me va muy bien; es decir, si el paisaje es un rompecabezas, yo soy una pieza que encaja dentro de ese rompe rompecabezas: me va muy bien la temperatura, me va muy bien la humedad, me va bien las nubes, me va muy bien los cielos a través en los cuales puedo ver las estrellas. En fin me va muy bien, me va muy bien las “nourritures” terrestres, me va muy bien la alimentación también de de de Galicia. En fin, y el paisaje gallego para mi no exige nada. Como sabe, la naturaleza nunca exige nada. Uno está delante de la selva, o---; no exige no exige nada. El bosque antiguo gallego, bueno, eso no exige nada. Pero, de todas formas, yo lo llevo tan adentro que en cualquiera de estos libros míos, por ejemplo, “Si el viejo Simbad volviese a las Islas”, aquel puerto en el Golfo Pérsico que yo describo pues es un pequeño puerto gallego en una de las pequeñas rías del del país. Grecia de “Las mocedades de Ulises” pues es un poco las islas gallegas como yo veía en la boca de la ría de Arosa, la Isla de Sálvora, o las de Pontevedra, la Isla de Ons, o de Vigo, las Cies; en fin, son las islas que yo vi en mi juventud y ya no puedo ver ninguna isla de otra manera. Yo la primera vez que estuve en una isla fue en la isla mínima que hay en el país que es la isla de la Toja -una isla salutífera y, por decirlo de alguna manera, urbanizada- y cuando me dijeron “mira estás ahora en una isla” mi emoción pues, en fin, fue tan grande como la de Ulises cuando después de su regreso a Itaca, claro.

-Otra de las peculiaridades de la sensibilidad galaica es sin duda alguna la nostalgia del terruño, la morriña, la saudade.

-Sí. La saudade es un sentimiento muy complicado y lo han estudiado muy bien algunos intelectuales gallegos actuales como, por ejemplo, Ramón Piñeiro, Domingo García Sabell, y los portugueses. Pero yo creo que hay una interpretación de la saudade en los gallegos que se diferencia de la interpretación portuguesa. Y quizá esta diferencia pues corresponda también a que el sentimiento es diferente. La Saudade es muy compleja. Se creía que la palabra saudade venía de soledad, de “solitudo” en latín. Luego después se dijo que no, que podía venir saudade de salud, de “salus-utis” y últimamente ha habido quien sostuvo que venía de “suavitas”, de “suavitas-atis”, suavidad. De modo que es un sentimiento muy complejo y quizá esté formado de las tres cosas: soledad, salud y suavidad. Salud en el sentido de una preocupación por el estado físico, cosa muy del gallego, hombre que se inventa enfermedades y curaciones siempre que puede, claro.

-Hablaba hace unos momentos Cunqueiro de lo que le gusta, o de lo que se acomoda su persona al puzzle de de Galicia y nos decía que le sienta bien y le va la alimentación gallega -no olvidemos que eso es una declaración importante en labios de un gastrónomo, de un hombre que tiene fama de ser de los más entendidos en materia de en materia culinaria, tanto de la cocina nacional española como de las cocinas cultas de toda Europa ¿no es eso?

-Ya. Don Eugenio D´Ors decía que “¡Ay del que no conoce más que la cocina materna! pero ¡ay también del que no conoce más que la cocina extraña!”. Las dos, pues, van van muy bien y, naturalmente, creo que para comer hay que añadirle a la comida siempre un poco de literatura y un poco de fantasía. Bertrand Russell escribió una vez un ensayo que se titulaba “Los conocimientos inútiles” y decía que él desde que sabía que los melocotones procedían de China, que en una batalla dada por el gran rey Kanishka de la India habían encontrado los huesos del melocotón en los prulones [ ?] de unos prisioneros chinos, que luego se habían cultivado en Persia y de allí habían pasado a Europa, que cuando decimos nosotros “pejigo” o “albérchigo”, etc. lo que estamos diciendo es el “pérsico”, el pérsico y tal, que había habido en francés una confusión entre un “persicot” y un “praecox, cocis” latino, lo cual había dado “abricot” y tal, desde ese momento los melocotones me gustaban mucho más. Es evidente que si yo ahora me pongo a comer una nécora de la ría de Vigo y sé que se llama en su, linneanamente, Portumnus puber, Portumnus era un dios protector de los puertos de los romanos que le habían hecho una estatua que tenía una llave en la mano y puber porque tiene como la barba que le nace a los muchachitos, tiene unos pelillos en el casco, es evidente que las nécoras me gustarán más. Y si la centolla, una centolla de de nuestros mares, bien cocida, que está delante de Vd. vestida de carmesí y de plata como la infanta Margarita que pintó Velázquez y se puede ver en el Prado y tal, y sabemos que su nombre latino es Maya, que es la más brillante de las estrellas de la constelación de las Pléyades, de las Pleyades, esas estrellas que saliendo por la mañana le decían al griego que había que navegar y saliendo por la noche le decían al griego que había que amarrar las naves, pues que duda cabe que las centollas gustan mucho más.

-¿ Y el Santiaguiño?

-El Santiaguiño, sí, bueno,. en Galicia nunca fue apreciado. El gallego apreció también escasamente la langosta, en los mercados gallegos, bueno, del siglo XV, en el de Santiago, que era muy rico y donde se conservan las los precios, las ordenanzas, las tarifas, pues resulta que la langosta aparece con lo más barato, con las jibias, con los xurelos, con las sardinas etc.; es lo más barato.

-¿ Y ese desdén por la langosta?

-No sé. Quizá porque la langosta sola es un poco insípida y entonces hay que cocinarla y el gallego no disponía de muchas recetas y tal. La cocina gallega es una cocina un poco extraña porque hemos estado un poco al margen de materias esenciales; por ejemplo, el aceite. El gallego no ha conocido el arroz hasta el siglo pasado y lo ha conocido por lo dulce, no como---, pero un arroz con pollo pues hará cien años que se ha comido en Galicia por primera vez, sí.

-Y sin embargo hay combinaciones realmente sabias, difíciles de superar, como el lacón con grelos.

-Claro, sí. Toda cocina consiste en que se haya establecido en un momento dado una cierta asociación, asociación lacón y grelos es desde luego una asociación importante, claro.

-Hay libros, naturalmente que no están aquí; aquí faltan algunos de los libros de Cunqueiro, pero hay otros que están dedicados puramente al tema al tema culinario o gastronómico. Este es uno de ellos, es un libro publicado en una edición muy curiosa, una edición limitada: “Teatro Venatorio y Coquinario Gallego” que está, una especie de arte de la caza, que está escrito en primer lugar por José María Castroviejo y Blanco Cicerón, una parte; otra que es el “arte de cocina referido a las susodichas especies según los usos habidos en el expresado reino como más deleitable al buen gusto del paladar” por Alvaro Cunqueiro y lleva además un epilogo galeato de Emilio Álvarez Blázquez. Aquí es curioso la cantidad de erudición y de cultura que se le puede echar a un libro de cocina y de que forma más bella.

-Sí. Es un libro muy divertido. Castroviejo cuenta naturalmente como se caza -él es un cazador, un cazador nato, es un animal venatorio ya por por esencia- y yo como se cocina la como se cocina la caza.

-Aquí está desde el jabalí y el venado hasta hasta la codorniz.

-Hasta la codorniz, sí, sí, y las becadas, claro.

-Aparte de eso está escribiendo hace mucho tiempo, Cunqueiro, yo no sé por donde va, por donde anda ahora, una Historia y Geografía de las cocinas de Europa ¿no?

-No, ya salió; está publicado, sí, con la mala pata de que no bien salido -un tomo muy hermoso y muy bien ilustrado- la editorial dio en quiebra y apenas hay unos cuantos ejemplares. Yo tengo uno, Nestor Luján tiene un par de ellos, en fin. En Barcelona sobre todo, que era donde estaba la editorial -y guiados por Nestor Luján- algunos amigos míos han conseguido ejemplares y me escriben y me piden. Una chica norteamericana, que está escribiendo una tesis sobre mí, constantemente me escribe, no, tal, “fotocópiemelo” ¿cómo le voy yo a fotocopiar yo un tomazo enorme? Venga, le digo yo.

-Antes de entrar en la biografía de Cunqueiro me gustaría detenerme un momento, si es que si es que nuestro invitado está dispuesto, en la famosa bohemia de Cunqueiro. Se habla de los años de Madrid como de unos años de bohemia realmente legendaria.

-Nooo, que va

-Con miles de anécdotas que se cuentan, algunas probablemente falsas.

-Falsas, el noventa por ciento. Falsas el noventa por ciento. No me arrepiento de nada, conste. Pero falsas el noventa por ciento, sí.

-Esos tiempos ¿son tiempos que recuerda con gusto o...?

-Bueno, conservo de aquellos tiempos grandes amigos muy leales y eso es muy importante y valora siempre un tiempo que uno haya que uno haya vivido.

-Vamos a hablar un poco entonces de la familia. Los padres y el ambiente familiar han influido naturalmente como en la vida de todos los niños ¿no?

-Sí, mucho, sí. En mi caso de una manera muy especial, mi padre era farmacéutico en Mondoñedo, era un gran botánico y yo con él, pues, aprendí a herborizar, íbamos de paseo y él me iba diciendo esta hierba, pues mira, este prado es la Festuca pratensis, esta hierba es la Dactilo glomerata, esta seta es tal, cual, etc. de modo que yo aprendí, me supe todos los árboles, todas las hierbas del país y todos los pájaros; es decir cosa que una ciudad no puede ofrecer a un niño. El crimen de las ciudades de nuestro tiempo contra los niños es que se pueden pasar cuarenta o cincuenta años, es decir, crecer, vivir, hacerse hombres sin distinguir pues más que dos tres árboles, sin haber escuchado nunca un pájaro y sin haber visto nunca una estrella. En una universidad norteamericana, recientemente, se hizo una encuesta y ninguno de los alumnos de una facultad de filología, de derecho o no sé qué, fueron capaces de decir dónde estaba la estrella polar. Este es un crimen que la ciudad hace contra los niños.

-Andando el tiempo, Alvaro le dedicaría a su padre este libro del que hay diversas versiones -ésta es la versión de lujo-: “Tertulias de Boticas Prodigiosas”

-“De Boticas prodigiosas”, sí.

-Cuyo cuyo título completo es “Tertulias de boticas prodigiosas y escuela de curanderos”.

-Sí, es que ese final “Escuela de Curanderos” son varios de los curanderos que iban por la farmacia de mi padre y que yo he conocido.

-Está dedicado “A la Memoria de mi Señor Padre, boticario en la antigua y episcopal ciudad de Mondoñedo” y esta esta edición es bellísima porque son realmente boticas prodigiosas.

-Boticas prodigiosas, claro. La botica de la Meca, la botica de Elsinor, es decir, la botica de Windsor, en fin, todas las boticas extrañas que hay por ahí y que de alguna manera han dejado recuerdo en la memoria de las gentes, en la imaginación de diversos de diversos piases.

-La palabra “botica” que noble y que bella es.

-Sí; sí, sí.

-En cambio a su lado la palabra que hoy se usa tanto de “farmacia” es absolutamente áspera ¿no?

-Sí. En España creo que se utilizó botica en el siglo XIII ya ó XIV como, vamos, como farmacia, como oficina de farmacia.

-¿Y la madre de Alvaro Cunqueiro?

-Mi madre era de una familia de allí, del país, de una familia muy antigua, con cientos de años viviendo en el país, en Riotorto -una aldea cercana donde mis abuelos tenían un pazo, Cachanco (?), está en manos de primos míos- y, por casualidad, como su padre era militar, ella nació en Madrid y mis tías en Burgos y deben ser los únicos nacidos en territorio no gallego de toda la familia durante mucho tiempo.

-¿Cuántos hermanos?

-Cinco fuimos; vivimos tres.

-El bachillerato en Lugo.

-En Lugo sí. Yo tengo un gran recuerdo de él porque en el mismo edificio que estaba el Instituto estaba la Biblioteca Provincial con un bilbiotecario extrañísimo que calzaba zuecas madreñas y llevaba paja para no enfriarse y estaba sentado siempre al lado de una estufa que era la única calefacción que había para aquella enorme sala. Yo subía a verlo y, como de mi casa de Mondoñedo me mandaban empanada, jamón, chorizos y tal, yo le llevaba y entonces me dejaba circular por la por la Biblioteca y leer incluso los libros que no dejaba leer a los profesores del Instituto; por ejemplo, “La Cartuja de Parma” de Sthendal que para mí, a mis catorce o quince años, aquello fue un descubrimiento que me ha marcado realmente.

-¿Primeros amigos de esa edad?

-Bueno, Antonioooo, muchos; es decir, escritores como Angel Fole, poetas como Luis Pimentel, o los hermanos Correa Calderón, etc.; muchos, enseguida, y naturalmente atraidos unos a otros por la vocación literaria y las lecturas; es decir, se corría no sé porqué el rumor de que aquel animalito delgado que andaba por allí y que era yo, etc., bueno, pues, con muchos granos cuando me salía la barba, que era poeta e inmeditamente, claro, el imán atraía.

-En la Universidad de Santiago cursa Filosofía y Letras.

-Sí, allí muchos amigos también, claro. La generación toda anterior a la guerra de poetas y de pintores: Souto, Colmeiro, Maside, Luis Seoane, Domingo García Sabell en fin, Ricardo Carballo Calero, Francisco Fernández del Riego; es decir, todo lo que constituye... y, dichosamente, casi todos están vivos y conservamos la misma amistad y familiaridad que en aquellos años y, en fin , la misma comunicación de ideas que tuvimos entonces; era muy importante para alguno de nosotros. Para mí, por ejemplo, García Sabell, porque era el único de nosotros que tenía dinero y podía permitirse el lujo de comprar libros franceses. Por ejemplo, yo leí a Paul Eluard, que tuvo una gran influencia en un momento dado en mi poesía, en casa de Domingo García Sabell, o sea...

-Los primeros versos, los primeros poemas, ¿cómo eran?

-Cubren esa etapa de poemas sentimentales y tristísimos que es un lujo que sólo se puede permitir la juventud. Pero luego, mi primer libro ya no, ya fue un libro que podemos llamar en el borde del surrealismo. Pero yo no me atrevía a la coacción de toda la poesía gallega del mismo tiempo. Era muy importante y claro uno parece que no se atrevía a disparar sus escopetas. Fue “Mar ao Norde”, un libro pequeñito pero con poemas algunos de los cuales soy yo, recuerdo todavía. Y luego, inmediatamente, ”Poemas do sí e non”. He decidido...

-Vamos a mostrar este primer libro...

-Es del año 33, está ...

-Yo creo que del 32 ¿eh?

-33, año 33. Está con ilustración de Luis Seoane. Es una falsa historia de amor; primero él, luego ella, luego los dos y al final muere muere ella. Alguna gente se lo tomó en serio y creyó que efectivamente ella había existido y se me había muerto poco menos que acostada en mis versos y en mis palabras, claro.

-Eran versos surrealistas.

-Sí claro, sí; hay una influencia de Paul Eluard y de todos los otros era muy grande.
Andrade, Fernando
Andrade, Fernando


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