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Las verdades alternativas

miércoles, 27 de noviembre de 2024
Retomo aquí la idea a partir de la que construía mi artículo de opinión de 29 de octubre (La curiosidad de Julia...): nuestro cerebro funciona mediante una red de recuerdos recuperados por estímulos actuales que generan juntos nuevas reflexiones o pensamientos.
Pues así ocurrió después de ver recientemente en el entrañable cine Duplex, única sala que queda en Ferrol y que nos permite acceso a proyecciones "no comerciales", la película Marco. Historia fabulada basada en hechos reales sobre la falsificación de datos de su biografía que llevó a cabo la persona que llegaría a ser presidente de la asociación Amical de Mauthausen de España, haciéndose pasar como superviviente de un campo de concentración nazi. Lo que más me hizo reflexionar de la narración fue la falta de autocrítica del protagonista una vez descubierta su "mentira" y el esfuerzo por defender no sólo que no se había beneficiado del falso relato sino que incluso había sido altruista.
Y mi cerebro se fue a recordar los distintos tipos de mentiras que nos rodean, sin denominarse como tales, y que menciono a continuación por si nos ayuda a reflexionar.
En el entorno de Trump en 2017, recién elegido presidente, apareció, creo que por primera vez, el término verdad alternativa o hechos alternativos para denominar una de sus mentiras. Y esta terminología no es banal Me niego a llamarlo eufemismo, concepto éste que en alguna ocasión puede tener sentido utilizar para evitar ser agresivo con el término directo al que sustituye. Cuando el término "verdad alternativa" se utiliza para no decir "mentira" no está aliviando la agresión a los receptores de la comunicación sino aumentándola al prolongar la falsedad.
Y recordé el concepto de posverdad que, aunque con intensidad afortunadamente decreciente, inundó conversaciones, artículos y libros en los últimos años siendo rápidamente incorporado al diccionario de la RAE. Y ahí ha quedado definido como "distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales".
Y podríamos hablar de los mundos virtuales paralelos que la tecnología pone a nuestro alcance, con especial mención a las relaciones interpersonales virtuales, que pueden ir llegando a suplir poco a poco a las relaciones directas. Y todo ello sin negar el gran beneficio de las redes interpersonales a distancia que permiten ayudar, aunar esfuerzos, disminuir soledades no elegidas, cooperar.
Por último, introducir la reflexión sobre si no tienen algo o mucho de mentira la parafernalia, excesos de protocolo, teatralización o simulación que rodean a muchas decisiones, comunicaciones o relaciones en cuanto a su intento de ocultar o disimular la verdad subyacente.
Entre los comentarios y aprendizajes vividos con Julia Uceda, a los que hacía referencia en el artículo previo, rescato su definición de mentira como "proponerse no decir la verdad". Y, por tanto, Julia nos ayuda a definir como mentiras la mayoría de las enunciadas previamente, al menos la del caso de Marco, la "verdad alternativa" de Trump y la posverdad, en cuyos orígenes hay intencionalidad. Incluso aunque sus autores, Marco y quizá Trump, defiendan que dichas mentiras tienen como fin beneficiar a otros. Hasta el término "mentira piadosa" no elude incluir en sí mismo la palabra mentira a pesar de que sí encierra la búsqueda de beneficio para un tercero y de que desde un punto de vista moral puede llegar a valorarse como adecuado, siempre entendido como excepción.
El problema se agrava cuando, además de no llamarlo por su nombre, comprobamos que, una vez traspasada la línea, al mentiroso no le pasa nada. Cuando se "vulgariza" la mentira y se puede vivir, gobernar, informar (?) guiados por esas verdades alternativas y no pasa nada.
Las redes interneuronales de mi cerebro me conducen para terminar esta reflexión a algo que sí podría llamarse "verdad alternativa" pero con connotación esta vez positiva (pero que no denominaré así para evitar confusión con la terminología adoptada por Trump). Me estoy refiriendo a la percepción, valoración y vivencia personal, determinada por la propia escala de valores, que determina las elecciones personales y que hemos tenido que ir aprendiendo a incorporar los profesionales sanitarios. Lo hemos hecho con ayuda de la reflexión bioética, a través de los procesos de consentimiento informado. Siempre entendiendo que no me refiero a los documentos que firmamos en el ámbito de la realización de pruebas y tratamientos, sino a los procesos, no solo informativos sino relacionales y de apoyo y corresponsabilidad en las decisiones, que deben preceder a esas firmas. Son verdades derivadas de la rica diversidad de valores en nuestra sociedad actual. Estas pequeñas verdades personales, diferentes formas de ver una misma realidad, que pueden conducir a que otras personas decidan algo distinto a lo que yo desearía para mí, no sólo son absolutamente aceptables sino de obligado respeto en su ejecución. Y la gran diferencia con lo que ha ocupado la primera parte de este escrito está en que son coherentes con el proyecto de vida elegido, reflejo de decisiones autónomas y, por supuesto, están muy lejos de esa definición de falsificación que Julia nos proponía.

Juan Antonio Garrido, especialista en bioética.
Garrido, Juan Antonio
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Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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