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Soy cristiano

Agrelo, Santiago - domingo, 10 de noviembre de 2024
"¿Sois cristiano? –Soy cristiano, por la gracia de Dios.
¿De quién viene el nombre de cristiano? _El nombre de cristiano viene de Cristo, nuestro Señor".

Así lo aprendí en el catecismo de mi infancia.

Si hoy, muchos años después de aquel catecismo, me preguntaran por el significado de ese nombre, volvería a hablar de ti, Cristo Jesús, de lo que tú eres para mí, de lo que yo soy para ti.

Soy cristiano porque, en Cristo, mi Señor, me reconozco amado de Dios, agraciado por Dios, bendecido por Dios, elevado a la condición de hijo de Dios…

Soy cristiano porque, en Cristo Jesús, me reconozco en comunión con mis hermanos en la fe –con la Iglesia que es el cuerpo consagrado de Cristo-, con mis hermanos los pobres –que son el cuerpo sufriente de Cristo-, con la humanidad entera –para la que Cristo es sacramento del amor del Padre-…

Soy cristiano, porque la gracia de Dios hizo de mí un pobre con fe, con esperanza, con amor, un pobre que aprende la fe, la esperanza, el amor con que Cristo Jesús vivió su relación de Hijo con el Padre del cielo.

Soy cristiano, porque el amor del Padre, la gracia de Cristo Jesús, y la comunión del Espíritu Santo, se han quedado en este pobre como en su casa.

Soy cristiano, porque tú, Jesús, con tu puñado de harina y tu poco aceite –con tu pobreza-, preparaste la mesa a la que nos sentamos, contigo, la Iglesia y sus hijos.

Soy cristiano, porque tú, Jesús, para que yo viviese, echaste en el arca de las ofrendas todo lo que tenías para vivir.

Soy cristiano porque Dios es fiel y, en Jesús, hizo justicia a los oprimidos, se hizo pan para los hambrientos, se hizo libertad para los cautivos.

Soy cristiano, porque, en Cristo Jesús, Dios se hizo luz para los ciegos, fortaleza para los débiles, certeza de vida para los crucificados.

Soy cristiano, porque, en Cristo Jesús, Dios se hizo evangelio para los pobres.

Soy cristiano, porque, en Cristo Jesús, también yo fui ungido por el Espíritu de Dios, que me envió, al modo de Cristo Jesús, a evangelizar a los pobres, a ser buena noticia de Dios para los pobres, a ser para los pobres lo que los pobres necesitan…

Hoy, comulgando contigo, Cristo Jesús, comulgaré con el Padre del cielo y el Espíritu Santo, comulgaré con la humanidad entera, con toda la creación… para amarte en tus criaturas, en tus pobres, en tu Iglesia, en todos, en todo, en mi corazón.

Hoy comulgaré para ser más tuyo, más de todos.

Hoy comulgaré para aprenderte a ti, hasta que no sea yo quien vive, sino que seas tú quien vive en mí.

"Alaba, alma mía, al Señor", porque la orza de harina, con que el amor de Dios nos alimenta, jamás se vaciará. "Alaba, alma mía, al Señor", pues la alcuza de la divina unción jamás se agotará.

Hoy, en comunión con Cristo, aprenderemos a hacer de nuestra vida un panecillo para el necesitado, aprendemos a echar en el arca de las ofrendas lo que tenemos para vivir. Hoy, en comunión con Cristo, aprenderemos a Cristo: "Alaba, alma mía, al Señor".

MEMORIA DE UN ENCUENTRO: OÍR EL GRITO

Durante dos días y medio, un grupo de Hermanos, de las Provincias Franciscanas de España y Portugal –la antigua CONFRES-, nos reunimos en Madrid, para reflexionar, guiados por personas competentes en la materia, sobre nuestra responsabilidad de Hermanos Menores en "el cuidado de la creación y de las personas migrantes".

De lo que el Gobierno de los Hermanos Menores dice sobre el cuidado de la creación y sobre las personas migrantes, nos habló el Director de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC), Fr. Daniel Blanco, quien informó también sobre la llamada Red Franciscana del Mediterráneo.

Sobre minoridad y cuidado de la casa común, nos habló Fr. Vicente Felipe.

Sobre los retos que plantea a la vida religiosa la encíclica "Laudato si", nos habló el Jesuita Jaime Tatay.

Fr. Martín Carbajo, de la Provincia Franciscana de Santiago, disertó sobre "aportación franciscana a una ecología integral".

El Presidente de la Comisión de Ecología Integral diocesana de Madrid, Carlos Jesús Delgado, dio "sugerencias para una Conversión ecológica".

Y Sergio Barciela, del Equipo de Inclusión Social/Migraciones, de Cáritas Española, señaló los retos que a la Iglesia española lanzan las personas inmigrantes y refugiadas.

Los trabajos de estas Jornadas Interprovinciales de Confres con una "mesa de experiencias de trabajo con personas migrantes y refugiadas", en la que participaron representantes de Pueblos Unidos –Fundación Juan del Castillo, La Merced Migraciones (Mercedarios), y Sercade (Capuchinos).

Hasta aquí el programa.

No hice la valoración personal del Encuentro, porque se ciñe, como es natural, a aspectos evaluables, cuando lo que cuenta de verdad es lo no evaluable: la implicación del corazón de cada uno de los participantes en los temas propuestos a nuestra atención.

Así que intentaré adentrarme en lo no evaluable.

Resultó sugerente, y fue puesto de relieve desde el principio, la relación que hay entre "cuidado de la creación" y "cuidado de las personas migrantes", relación explicitada hace años en el libro de Leonardo Boff, "Ecología, grito de la tierra, grito de los pobres".

Esa evocación hacía evidente que no íbamos a tratar una cuestión académica, sino a capacitarnos para escuchar un grito que está resonando desde hace tiempo en torno a nosotros, y que corremos siempre el riesgo de no prestarle atención, de hacer como que no oímos, de fingir que es sólo el viento quien deja oír su lamento…

Desde el principio de nuestro Encuentro, la cita literaria dejó dibujada en el aire la estrecha relación que hay entre la tierra y los pobres, entre creación y personas migrantes, los dos amenazados, los dos necesitados, los dos unidos en un único grito…

Pero la sensación que me ha dejado el Encuentro, no es la de haber escuchado ese grito, sino la de haber escuchado hablar sobre él…

De ahí, la posibilidad –la realidad- del desacuerdo manifiesto, del desacuerdo callado, del recelo, de la indiferencia… cosas todas que hubieran sido imposibles si dentro de nosotros hubiésemos sentido que alguien está gritando, pidiendo auxilio…

Ésta es la gran diferencia, entre oír el grito y oír hablar: si se oye el grito, la solidaridad no necesita razones, ni discursos, ni doctores. Si oímos hablar, si es que se oye hablar, de hombres, mujeres y niños que mueren en cualquier camino, entonces acuden a la mente razones y discursos, y en todas las tertulias –en nuestras fraternidades- piden la palabra los doctores…

Dado que nuestra forma de vida nos permite silenciar el grito de los pobres, conviene que atendamos a otro – ¿o es el mismo?- que, si tenemos fe, resonará siempre dentro de nosotros: el grito de Cristo Jesús.

Todos prometimos "guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin nada propio, y en castidad".

Puede que, al hacer nuestra profesión, ninguno de nosotros haya pensado que estaba asumiendo un compromiso con la creación y con los pobres. Pero el hecho es que aquella pobreza abrazada, era un abrazo a Cristo, a la tierra y a los pobres… El pobre, por serlo, ya está acogiendo pobres y cuidando la tierra…

Tal vez en este momento nuestro mayor desafío como Hermanos Menores sea el de abrazar la
pobreza como forma de vida, no sólo como fórmula de profesión.

Mientras eso no se haga realidad entre nosotros, no escucharemos grito alguno: sólo nos oiremos a nosotros mismos.

(Fr. Santiago Agrelo es Arzobispo emérito de Tánger)
Agrelo, Santiago
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Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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