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¿Quo Vadis?

Timiraos, Ricardo - martes, 29 de octubre de 2024
Muchas veces pienso si los hombres no tendremos muy alta la autoestima y eso nos haga vivir al filo del abismo, sin tiempo para la reflexión y corregir los desvarios, y que quizás no tendremos tiempo para el retorno. Algunos, muchos, avivan los conflictos sin miedo a una Tercera Guerra Mundial que pudiera ser la puntilla a tanta desmesura; otros se obcecan negando el Cambio Climático, aunque lo tengan delante; más todavía se enfrentan ideológicamente sabiendo que ambos sistemas, CAPITALISMO Y MARXISMO, más que les pese, han demostrado que si uno crea conflictos y esclavos, el otro se impone con dictaduras sanguinarias y empobrecedoras. Ergo ambos acaban siendo inasumibles por ser falaces, al menos en su aplicación. Muchos se pelean dando rienda suelta al instinto animal sin que la educación y el respeto al diferente actúen de freno; las mayorías utilizan las religiones, que consideran su mejor patrimonio, como les acomoden para conseguir unos fines muy alejados de sus mandatos; en todo lugar y con cualquier régimen todos parecemos vivir sumergidos en la avaricia y adorando a los dioses del dinero utilizando todo nuestro ingenio. Hemos creado un mundo artificioso, vacío y absurdo, donde la muerte por inanición decora un mar salpicado de cayucos, mientras, a su lado, se despliega otro de yates de lujo, en fatua ostentación del despilfarro más insultante; muchos votamos sin saberlo a unos líderes vergonzantes que actúan contrariamente a nuestras intenciones. Nos traicionan unos políticos corruptos y corruptores mientras si acaso los honestos son difamados injustamente. Vivimos viendo como se crean fronteras, cinturones de seguridad, chabolas, guetos y no somos capaces de evitarlos. Nos permitimos abandonar a nuestros hermanos sin ser conscientes de que todos los conflictos son hijos de la desigualdad. Adaptamos la filosofía a ver como normal las situaciones de miseria de nuestros semejantes. Sí, somos seres humanos que presumimos de esa humanidad que no practicamos y escondemos el ala o la cabeza, o ambas a la vez, porque somos incapaces de enfrentarnos a la muerte por guerra o desnutrición. Ofende nuestra falsa sensibilidad tanta destrucción y pobreza, y hasta apagamos el televisor, pero somos remisos para remediar en lo posible tanto dolor. Preferimos vivir en la torre de marfil de la comodidad, del despilfarro y del hastío, sin rumbo fijo, dejándonos arrastrar poro los vicios o la estupidez de la vida ociosa. Siempre tenemos escusas para así no compartir con los que nada tienen. Pensándolo bien, sí tienen, tienen nuestra indiferencia, nuestro egoísmo, nuestro desprecio y hasta es posible que nuestro insulto. ¿A qué grado de estupidez e insensibilidad hemos podido llegar aquellos que se supone vivimos en una sociedad moderna, avanzada, tecnológica y cuyo vivir diario presume de tener principios. ¿Cuáles? ¿Qué nos preocupa? Sin duda, algunas personas tendrán también sus problemas, pero este mundo nuestro, además de vacío, es muy insolidario.
Parece mentira que hace 60 años, cuando la necesidad agobiaba tanto a tantas familias, fuésemos mucho más altruistas que ahora. ¿Es acaso esa mejoría económica la que nos aleja de la necesidad? ¿Somos tan olvidadizos, que no queremos recordar nuestras calamidades, y eso nos lleva a temer revivir aquella penuria? No, señores, no eran tontos los generosos de entonces, eran solidarios. Y nosotros parece que nos hemos olvidado de lo que implica la palabra. Perdemos lo bueno y no aferramos al ego, al fantasma de presunción, a la altivez, a la soberbia vanidad y ese postureo idiota con unas nuevas generaciones desnortadas. Hemos querido ser ricos y por el camino y hemos guardado en el banco, para no usarlos, los verdaderos valores del ser humano: la solidaridad, la justicia, la equidad, la bondad, el respeto del prójimo... Hemos perdido la verdad de la vida. Y así no me extraña que la juventud ande buscando caminos y los mayores vivamos como zombis. Dudo que tengamos remedio.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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