El mundo visto a los noventa años. Acompañando a Julia Uceda.
martes, 05 de noviembre de 2024
Por Juan Antonio Garrido, amigo de Julia.
Cuando Julia Uceda falleció en julio de este año 2024 yo estaba leyendo "El mundo a los ochenta años" de Santiago Ramón y Cajal. Es un texto finalizado en 1934, el mismo año de su muerte, y que subtitula "Impresiones de un arteriosclerótico". El médico español que recibió el premio Nobel de Medicina por su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso relata en este libro su visión del mundo desde ese observatorio privilegiado que es una vida prolongada e intensamente vivida.
Con Julia, inicialmente como su médico y el de su querido Rafael y posteriormente como amigo, he podido acercarme a su visión del mundo de los setenta a los casi cien (falleció a punto de cumplir los 99). El observatorio, similar, es decir, una vida intensamente vivida. El punto de partida más la cultura que la ciencia, si bien ambos mundos no pueden separarse como queda constancia en el libro de Ramón y Cajal y en el legado de muchos grandes científicos.
Podría relatar muchas cosas, aprendizajes, emociones, sentimientos, reflexiones y textos dentro de las múltiples comunicaciones intercambiadas, primero por correo electrónico y por whatsapp y presencialmente los últimos años. Quedan en mi memoria emocional, espiritual y también en la memoria escrita y generan mi agradecimiento por haberla conocido y haber recibido los frutos de esa larga relación. Pero, en el entorno del homenaje que el Concello de Ferrol ha llevado a cabo estos días, no quería dejar de hacer una pequeña contribución pública. Y lo hago enunciando un aspecto quizá no suficientemente destacado. Me refiero al que creo fue el motor del conocimiento adquirido y de la obra generada por Julia: la curiosidad. Ningún área del conocimiento le era ajena. O, como ella llegó a decir, "nada de lo humano me es ajeno". Y entendiendo dentro de lo humano, aunque ella no lo dijera explícitamente pero sí a través de su biblioteca y su poesía, la vertiente espiritual de las personas. Y prueba de ello, de la que soy testigo, es la diversidad de contenidos de su amplia biblioteca personal. Alí encontramos no sólo los clásicos literarios sino libros infantiles, de cocina, música, filosofía, geografía, historia, política, ciencias sociales, otras artes, espiritualidad y religiones... Siempre al llegar a su casa la encontrábamos con un libro en las manos, releyendo alguno de sus clásicos: la Epopeya de Gilgamesh, El Mahabarata, La Biblia y El Corán, Homero, El Principito... o alguno de los muchos libros de su apreciado Ramón J. Sender. Esto fue así hasta el día anterior a su fallecimiento, el último que la acompañé junto con mi mujer Margarita. Ese día tenía con ella "Requiem para un campesino español".
La curiosidad, "todo me interesa", le condujo al conocimiento y valoración de la diversidad y a consejos como los que recojo aquí como ejemplo, procedentes de un correo de 2020, todavía en pandemia, hablando de la educación de niños de 8-10 años a los que Margarita daba clases:
"Estuve dándole vueltas a vuestras inquietudes, la edad de esos chicos y la formación casera que habrán ido recibiendo. Sea la que sea, sería conveniente acercarlos a la naturaleza y a la lectura. A esas edades no son ya tan bebés y hay libros que interesan a cualquier edad, sobre temas de historia o geografía -yo he perdido El Principito y lo voy a conseguir otra vez, Lo mismo que Alicia en el país de las Maravillas. Procurad buscar libros que a un nivel más alto les obliguen a pensarlos y discutirlos en clase. La poesía es asunto más complicado porque la poesía no es verso (aunque pueda serlo) sino la expresión de emociones, problemas y, sobre todo, símbolos, que a esas edades no se aprecian bien y con claridad.
También contribuiría a orientarlos el que hagan con vosotros alguna excursión, ver algún museo, cosas así que les gustan a los mayores y que les da una idea de lo que quiere decir cultura que es un espacio en el que ellos van entrando. Nada se les debe ocultar, pero deben entenderlo... en lo posible. Que no se aíslen, que sepan lo que es un concierto, un museo: todo lo que fue de una forma y ahora es de otra. Que vayan viendo las cosas tal como son, y que ellos pueden mejorarlas, Que no se contagien por la desesperanza. Razonarles todo y explicárselo, Mientras escribo oigo una flauta andina. Supongo que os gustaría que sepan que hay un mundo más amplio y distinto".
Gracias Julia.
Garrido, Juan Antonio