Dedicado a Anselmo Marrero Tejera, amigo de muchas décadas que me llevó a conocer
esta curiosa montaña y los paisajes de su infancia. De él es la fotografía que encabeza
este artículo y la didáctica interpretación geológica de la misma. 
Es importante señalar que no es éste un cono volcánico, sino el interfluvio producto de la erosión de dos barrancos.
Esta elevación se encuentra en Telde, muy próxima al puente de los Siete Ojos, el famoso puente que a la entrada de la ciudad por el barrio de San Juan, diseñara a mediados del siglo XIX -se daba por concluído en 1866-, el insigne ingeniero don Juan de León y Castillo, la mayor obra de ingeniería civil construída en la isla, a lo largo de dicho siglo.
Así, si cogemos la carretera GC-100 que desde el barrio capitalino de San Juan nos lleva, tras cruzar el mencionado puente, dirección Jinámar, apenas habremos recorrido un kilómetro para encontrarnos a nuestra derecha con esta elevación.
A nuestra izquierda dejamos parte del Lomo de Caserones y El Portichuelo, zona ésta de tierras y tobas fácilmente excavables y donde se encuentran, en mejor o peor estado, abundantes cuevas de factura aborigen.
Es al pie de estos lomos, en la zona conocida como La Primavera, donde se forma, en el Lomo de Mendoza, una vaguada o barranquera de corto recorrido, interesante cuenca que dará lugar a una de las fuentes de erosión de la montaña de Zamora al excavar su cauce, dando lugar a la Hoya de la Campana, lugar éste que nos muestra el mapa de GRAFCAN con una serie de lagos artificiales -media docena más o menos-, inmersos en una extensa superficie cespitosa que conformaba y daba razón de ser, estética y forma, al Campo de Golf El Cortijo de San Ignacio. Lo triste es que el color propio del agua embalsada ha desaparecido junto al líquido elemento que lo justificaba. El terreno, verde y acuático en el pasado, ha desaparecido por interés y abandono, convirtiéndose en el triste e inhóspito secarral que ahora observamos, donde el césped ha desaparecido y el suelo comienza a ser ocupado por oportunistas hierbas que colonizan malamente un terreno infértil y agotado. Y ahí mismo, en el interior de este territorio desolado, medio centenar de palmeras languidecen, cuando no han muerto ya, ante la ausencia del líquido elemento que las mantenía frondosas y lozanas.
Lo triste es que todo esto que observo y describo, ha sucedido en poco tiempo, justo el que tardó la propiedad en decidir que no era rentable el campo de golf y no le interesaba mantenerlo. Se trataba de abandonarlo y convertirlo en un suelo útil para su próximo uso, que intuimos será urbano. Para ello ya el Cabildo Insular estimó considerar la discutible propuesta planteada por Dreamland Studios -un batiburrillo de instalaciones que definen los promotores como un parque temático mundial de experiencias de realidad virtual inmersiva de interés insular, pero que veremos una vez realizado en qué se traduce la intervención que, a todas luces, es urbanística.
El desvío existente en la carretera culmina en el barrio y la finca de la Majadilla. Lo tomaremos si hemos venido en vehículo, aunque mi recomendación es que lleguen en guagua al corazón urbano de Telde, e invitarles a un agradable paseo que iniciamos en el barrio fundacional de San Juan. Desde aquí y sin peligro alguno, abordaremos la montaña desde su base, en la confluencia de la misma con el cauce del barranco Real.
Anselmo Marrero, mi acompañante, mi cicerone en una montaña que nunca había explorado, hace referencia a la historia de esta Hoya y de los territorios limítrofes pues no en vano ha jugado en ellos de niño y ha contemplado el paso del tiempo en un medio que cuenta con un esplendoroso pasado agrícola.
Y así me revela que antes del campo de Golf hubo plataneras, y antes de las plataneras hubo tomateras, y antes de las tomateras, viñedos y mucho antes, recién culminada la conquista, caña dulce. Con aguas abundantes y múltiples ingenios para procesar su jugo, todas estas vaguadas, barrancos y barranqueras teldenses se cubrieron de caña de azúcar, la tan celebrada caña dulce que tanta riqueza aportó al municipio y a la isla.
Es precisamente mi amigo Anselmo quien nos explica ahora, de una manera didáctica, la composición geológica de la Montaña de Zamora:
"La montaña de Zamora se eleva 146 msnm -ciento cuarenta y seis metros sobre el nivel del mar-,

y cuenta con varios millones de años de antigüedad. A diferencia de los conos volcánicos del territorio teldense, es un resto erosivo del terreno formado por la acumulación de diferentes capas de materiales en distintas épocas de la historia geológica de Gran Canaria. Voy a referirme a la fotografía ilustrada que encabeza este artículo, identificando cada número registrado en ella.
1.-Tobas de ceniza y pumitas (tipo nube ardiente). Antigüedad aproximada: Seis millones de años.
Definición: Las tobas son rocas volcánicas formadas por cenizas y otros elementos volcánicos, soldados a grandes temperaturas a causa de grandes explosiones.
2.-Miembro inferior de la Formación Detrítica Las Palmas (terraza Las Palmas). Antigüedad aproximada: Entre ocho y cinco millones de años.
Definición: La Formación Detrítica Inferior es un enorme depósito sedimentario, (de hasta ciento veinte metros de potencia), situado sobre todo en el noreste de la isla de GC, formado por los arrastres de materiales erosionados en el interior de la isla en períodos de grandes lluvias y ocupando grandes extensiones del noreste y sur de la isla. Es un conglomerado de diferentes tipos de rocas, normalmente redondeadas, de distinto tamaño y gravas de distinto grosor.
3.- Miembro superior de la Formación Detrítica Las Palmas (terraza Las Palmas) arenas y conglomerados, antigüedad aproximada entre cuatro y tres millones de años.
Definición: La Formación Detrítica Superior es un enorme depósito sedimentario, (de entre setenta y ciento treinta metros de potencia) situado sobre todo en el noreste de la isla de GC, formado por los arrastres de materiales erosionados en el interior de la isla en períodos de grandes lluvias y ocupando grandes extensiones del noreste y sur de la isla. Es un conglomerado con alternancia de areniscas y materiales volcánicos fragmentados procedentes del volcán Roque Nublo.
4.- Lavas con una antigüedad aproximada de cuatro millones y medio de años.
Definición: Composición basaníticas y basálticas olivino-piroxénicas.
5.-Depósitos de barranco. Antigüedad aproximada diez mil años.
Definición: Formado por los arrastres de materiales erosionados en el interior de la isla en períodos de grandes lluvias y depositados en el cauce de los barrancos.
Aunque no se ve en la imagen, por la cara norte de la montaña y a nivel de la carretera o más abajo está el Miembro Medio de la Formación Detrítica Las Palmas (terraza Las Palmas). Son sedimentos de arcillas, nivel de fósiles de organismos marinos y conglomerados, con una antigüedad aproximada entre cinco y cuatro millones de años.
Definición: La Formación Detrítica Media es un enorme depósito sedimentario, ( de hasta treinta metros de potencia) situado sobre todo en el noreste de la isla de GC, formado por los arrastres de materiales erosionados en el interior de la isla en períodos de grandes lluvias y ocupando grandes extensiones del noreste y sur de la isla".
*Material consultado: Mapa Geológico de España, del Instituto Tecnológico Geominero de España, hoja 1109-1 84-83, escala 1: 25.000
Agradezco a Anselmo tan valioso aportación y, si me lo permiten, vuelvo a la montaña. Si por su cara norte es la barranquera del Cortijo quien define el linde de la elevación, por la cara sur hace lo propio el barranco Real de Telde.
Hay pozos y campanas de agua al norte y al sur de este barranco, en el tramo correspondiente a su paso por la montaña, como los hay a lo largo de todo un cauce por donde corría el agua en el pasado, de banda a banda, durante varios días -varias crónicas de mediados del siglo diecinueve así lo atestiguan-, incomunicando la ciudad de los faycanes con la capitalina, hasta que descendía el volumen y la fuerza del caudal.
Y hay fincas y nombres que hablan de un próspero y feraz pasado agrícola: La Vizcaína, La Betancora, Alcaravanal, El Tabaibal, La Cañavera, La Villarona, Las Hoyas, La Portada, El Acebuche, La Majadilla, La Pardilla...
Gran parte de esta fértil Vega Mayor se ha transformado en la actualidad en nuevas urbanizaciones y en tierras abandonadas. Al agotamiento del suelo se le une el escaso interés por recuperar una agricultura condenada a desaparecer.
Los dioses imperantes en esta segunda década del siglo XXI son el cemento, el asfalto -nuevas urbanizaciones y nuevas carreteras-, la depredación del viento y el sol por capitales foráneos que suponen una mayor ocupación del territorio, pérdida de biodiversidad, degradación paisajística... A cambio los inversionistas obtienen unos beneficios privativos a cuenta del sol y el viento, bienes ambientales de todos los canarios. El otro caballo de Atila es el turismo de masas que exige aviones más baratos, agua en abundancia, más lugares donde pernoctar, donde tostarse al sol, donde hartarse de alcohol y poco más.
Estimo, y es una valoración personal, que la autosuficiencia nunca ha estado más lejos. La autosuficiencia en alimentos, en agua, en cultura, en modos de vida. A velocidad de vértigo todo esto está pasando de ser referentes identitarios para convertirse en tendencias globalitarias, que se alimentan por la uniformidad y el conformismo.
Los espacios naturales diseñados para la protección de las especies que los habitan de la nefasta influencia del ser humano, se están convirtiendo a marchas forzadas en parques de atracciones donde las hordas de instagramers, influencers, blogueros, curiosos y turistas -el barranco de Barafonso nada tiene que ver con el cañón del Colorado a pesar de que así lo oferten en redes sociales, pero sí luce las grabaciones de nombres y corazones de personas irresponsables que destrozan sus paredes de arenisca, dejan sus basuras en forma de latas de cerveza y recipientes plásticos y trocan los sonidos naturales por su música y ruido . El roque Nublo, al que sólo falta colocar un chiringuito de bebidas y recuerdos en El Tablón del Nublo, -en la base ya lo tiene-, observa cómo se erosionan las sendas establecidas para acceder a él y cómo desaparece la flora del camino bajo el calzado de quienes, buscando emociones nuevas y demostrando un nulo respeto por la tierra que pisan, no respetan el trazado existente. El Charco Azul, que ya de azul no tiene nada, se ha convertido en una poza donde bañarse, refrescar las bebidas y hacer fiestas los jóvenes, los domingueros de finde y los asaderos de familias y amigos. No tengo gana alguna de seguir con más ejemplos. Todos estos espacios son víctimas silenciosas de la insensatez de muchos bípedos -entiéndase seres humanos-, que buscan llamativas fotos para compartirlas con miles de seguidores que alimentan así sus banales sueños de un día y sus vacíos existenciales. No es de extrañar que los más atrevidos, también más insensatos, en la búsqueda de la foto más arriesgada, mueran víctimas de sus increíbles imprudencias. Es triste, cierto, pero es real. Todos divulgan sus instantáneas, realizan superficiales comentarios, se alegran con los "me gusta" que reciben y, sin mayor consideración sobre aquellos espacios que difunden, hecho que no les preocupa desde su visión superficial, condenan a muerte lugares que gozaban de cierto recogimiento, cierta tranquilidad.
Dejo la digresión porque quiero volver a la montaña. Una montaña que podrán recorrer en poco tiempo. Una montaña que aunque se eleva ciento cuarenta y cuatro metros sobre el nivel del mar, nosotros tendremos que ascender apenas medio centenar, pues el cauce del barranco ya alcanza el centenar de metros. Se trata pues de una montaña de ascensión cómoda. Una montaña que apenas exige un pequeño paseo, nada más.
Sobre su toponimia, realizando el pasado mes un periplo por las Montañas Sagradas de Gran Canaria, una senderista teldense manifestó tener información fidedigna sobre el origen del nombre. Al parecer se debe al nombre o los apellidos de los propietarios de la misma -no sabía decirme si los actuales dueños o anteriores propietarios-, personas que ostentaban también la propiedad de la finca colindante donde, actualmente, se cultivan aguacates. Yo no he corroborado tal información, quede pues este antropónimo como una hipótesis a tener en cuenta si alguien está interesado en realizar un estudio más profundo sobre la toponimia del lugar.
Conocen mi obsesión por la lectura del paisaje, por situar una elevación en el terreno en relación con el paisaje observado desde su cima y eso es lo que voy a hacer para ser fiel a mis rutinas.
Hacia el norte inicio la lectura con una ladera muy transformada. Movimientos de tierra, pistas útiles en algún momento y actualmente abandonadas, acumulación de materiales extraídos de la montaña y depositados en cualquier lugar, han transformado la ladera, conservando la misma muy poco de su estructura original. Identifico algunos balos y tabaibas amargas que sobreviven en un campo propicio para la oportunista tunera india. A mi izquierda, en la ladera, se encuentran algunas palmeras canarias plantadas recientemente sobre un suelo amarillento, terroso, de picón muy evolucionado. Este sustrato está cubierto de tabaibas salvajes y bejeques y es la zona donde la presencia de la tunera india es más escasa. Poco más. La vista sigue descendiendo, en busca del cauce del barranquillo del Cortijo donde la desolación de lo visualizado es total. En lo que fue hasta hace poco tiempo un campo de Golf con decenas de palmeras canarias en buen estado y desarrollo sólo quedan los tallos esqueléticos y secos de muchas de ellas, que permanecen en pie junto a alguna que sobrevive mostrando sus últimas frondas verdes en el corazón de un penacho de hojas secas. No justifico con ello mi beneplácito a los campos de golf, pues bien es sabido el despilfarro que supone un consumo tan extraordinario de agua y el agotamiento del suelo debido a los herbicidas y otros productos fitosanitarios utilizados para mantener en buen estado el césped.
Al otro lado de la barranquera, frente a mí, se extiende una ladera de tabaibal dulce en la que uno duda cual es la especie dominante, si la tabaiba dulce o la tunera india, tal es el grado de expansión de esta especie invasora. Sobre esta ladera descollan las diferentes fases constructivas de viviendas, conocidas como las torres de Jinámar. Los colores las identifican en este horizonte urbanizado.
Elevo un poco más la mirada y hacia el noroeste destacan el pico y la caldera de Bandama. En un plano anterior, en el mismo campo de volcanes, se encuentran la montaña de El Rosso, El Gallego y montaña Pelada.
Ya en un plano más cercano, en dirección noroeste, la sucesión de casas alineadas al lado de la carretera GC-100, y ya pasado el cono desmantelado de El Gallego -restaurado sui generis con escombros y una capa de picón-, confirman la presencia de la zona industrial Cruz de la Gallina, algunos de los edificios industriales con mayor altura.
Hacia el sur observamos a nuestros pies el cauce de un barranco Real cubierto en ambos márgenes por cultivos de plataneras, unos bajo plástico, en su banda izquierda, otros a cielo abierto, la ladera de San Juan. A los que se encuentran a mi derecha, bajo plástico, les acompaña un estanque de superficie cuadrangular, rebosante de agua. Si nuestra mirada se desplaza hacia el oeste, cítricos y aguacateros prosperan frondosos, al pie de la montaña. Es en esta dirección donde observamos un enorme depósito cilíndrico que abastece a estas fincas de frutales y que se encuentra también, rebosante del líquido elemento.
La ladera de la montaña que desciende hasta el barranco está cubierta en su totalidad de tunera india. Una estrecha senda conduce a un pequeño terreno donde se ubicaba una docena de colmenas. No es el único lugar con colmenas, pues ascendiendo por esta vertiente de la montaña, otro grupo de colmenas se encuentra ubicada al pie del desmonte realizado en el pasado, cuando fue una cantera de áridos. La herida sigue ahí, eterna como todas las derivadas de procesos extractivos y así, una buena parte de la montaña en su vertiente sur se encuentra desmantelada. Con respecto a las colmenas, son más los restos de colmenas abandonadas que observamos acumulados junto a las tuneras indias, sin ningún interés por parte del propietario en el reciclaje de los mismos y en cumplir con la obligada restauración paisajística, que las que siguen activas, produciendo miel. No es baladí recomendar respeto hacia estas últimas y prudencia a la hora de caminar próximos a ellas.
Las palmeras se respetaron en los terrenos plantados de plataneras donde el agua de riego no escasea, y surgen airosas del interior de estos cultivos tan golosos en agua, por ventanas abiertas en el techo uniforme del plástico protector.
Un barrido visual en dirección sudeste nos permite ver la alineación de conos volcánicos recientes. Se inicia en las montañas del Ámbar y Gando para seguir con la alargada silueta del cono fisural de Cuatro Puertas y con la urbanización que trepa por su falda oeste. Observamos los llanos del Goro donde destaca, en un plano más cercano, la montaña de Las Huesas. Sigue la alineación volcánica de viejos conos: Topino, El Gallego, Herrero, La Majada, Rosiana, Triguerillas y otros más jóvenes, Santidad y Santa Rita, ya en dirección suroeste. También en esta dirección nos encontramos, al otro lado del barranco, la bucólica imagen del parque de San Juan, actualmente el verdadero pulmón verde de Telde.
Es en esta dirección, desviando un poco la mirada, donde destaca el puente de los Siete Ojos, el barrio de San Juan donde encontramos las airosas torres de su iglesia, el edificio de Servicios Múltiples del municipio teldense, el altozano donde se ubica el hermoso y poco valorado barrio de San Francisco, la rotonda con la escultura "Fuente Magma" del escultor grancanario Tony Gallardo, conjunto escultórico y fuente, bautizado popularmente como "El Televisor".
Es esta una atalaya que nos permite observar el crecimiento y el desarrollo urbanístico de Telde, como se extiende desde los barrios fundacionales y se amplía con los barrios periféricos como San José de Las Longueras donde destacan las agujas de las torres de su iglesia. Observamos un ramal del barranco Real y sobre él, un edificio construido en el mismo borde. Se trata de La Máquina de Azúcar, la que fue Destilería de Ron de Telde y ahora dependencias municipales.
Hacia el este destaca sobre el estrechamiento de la montaña y el manchón de plataneras, una ladera cubierta de vegetación autóctona, con predominio del tabaibal, con sus plantas asociadas, única zona de la montaña que debido a su estructura rocosa, inservible paras ser cultivada, presenta conservada buena parte de su flora original. Hay cuevas que destacan en este tabaibal, pero su condición de finca privada no permite el acceso a ellas.
Sobre esta loma suave que desciende hacia la Majadilla las tabaibas dulces nos dan una lección de supervivencia con sus interminables raíces que alcanzan muchos metros, la mayoría gruesas, con tipología de tallo y expuestas al aire y con el curioso mecanismo de rebrote espontáneo a lo largo de las mismas, de tal modo que podemos observar nuevas tabaibas dulces creciendo a partir de los nutrientes que recibe la planta madre. Algunos balos, espinos de mar, inciensos marinos y verodes enriquecen esta empobrecida cubierta vegetal.
Tras la urbanizacion de La Majadilla que crestea este interfluvio, la costa se oferta desde Taliarte hasta el Roque de Gando. No disponemos de una gran altura para conseguir una visión que vaya mucho más allá de una extensa planicie -vega en el pasado-, urbanizada hasta la costa. Una alpispa se dirige a uno de los estanques. Sobre los cultivos de plátanos, en el cauce, decenas de vencejos trazan sus vuelos tras los abundantes insectos.
Es esta una cara idónea para subir a la cima. Idónea porque una vieja pista, ahora en desuso, lleva hasta ella. Su existencia obedece a múltiples razones. Una de ellas la explotación que sufrió esta cara en su día para la extracción de arena de montaña, otra fue dar servicio al estanque de estructura cilíndrica que observamos orientado al este, actualmente vacío y en incipiente deterioro, es posible que diera servicio al camp de Golf. En la actualidad esta pista permite el trazado de otra que se ubica tambien en dirección norte y ambas dieron lugar y acceso a un campo de entrenamiento de bicicletas de montaña, que deterioran la ladera con nuevas sendas, saltos, movimientos de tierra...
Hacia el oeste observamos la elevación al otro lado de la carretera de Tara y su ladera cuajada de cuevas y sobre la loma se incia el barrio de Caserones.
Más arriba se ven las urbanizaciones que trepan por la montaña Las Palmas y el cono volcánico correspondiente. Ya en la zona más alta, elevando la mirada, distinguiremos los altos del barranco de Guayadeque, el caserío de la Pasadilla, el roque Saucillo y el Complejo Radioeléctrico de Los Peñoncillos -las antenas de la cumbre-.
Hay silencio de lagartos en esta montaña. He venido varias veces a la misma y no he observado ejemplar alguno. Es posible que sea esta otra zona donde el lagarto de Gran Canaria ha sido exterminado por la depredación ejercida por la culebra real de California. No podemos negar que nos encontramos próximos a la zona cero de la invasión, es decir, la primera localización de este reptil asilvestrado -en La Solana, Telde se captura el primer ejemplar en 1998-. Y ahora, en esta montaña, hay culebras de California. Da fe de ello las mudas de piel que observo bajo varios solapones en la roca. Son estas pieles secas quienes revelan su presencia y nos dan una idea de su tamaño. Y preocupa este hecho porque la montaña tiene condiciones ideales para albergar una buena población de lagartos. La existencia de múltiples recovecos propios de las formaciones escoriáceas, abundancia de frutos en las tuneras indias, buenas zonas soleadas... Pero lo cierto es que ni observo lagartos ni los excrementos de los mismos que, ubicados sobre las piedras, revelaban su presencia. También han desaparecido los rastros que en el polvo y la tierra dejan sus colas al desplazarse por los pequeños senderos trazados por ellos en busca de frutos o sus escondrijos. Tampoco es una buena señal que en mis visitas a la montaña, nunca observara un cernícalo sobrevolándola.
Quedan muchas interrogantes en el aire, pero permanece en mí el placer compartido de conocer y disfrutar de este lugar con la complicidad de un buen amigo.
Anselmo Marrero Tejera y José Manuel Espiño Meilán, docentes y amantes del senderismo, son históricos miembros del Colectivo Turcón - Ecologistas en Acción.