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Mantelinas

Espiño Meilán, José Manuel - domingo, 06 de octubre de 2024
Anunciando el otoño en la playa de Salinetas

Dedicado a todas las personas que las admiran y respetan, desde los niños que no salen de su asombro
al verlas por primera vez, los jóvenes y adultos que siguen sus peripecias bajo el agua sin molestarlas,
y al personal científico que las estudia y vela para que la especie disfrute de un santuario natural,
consolidado a lo largo de muchos años.

Aún no había llegado al calendario el inicio del otoño -domingo veintidós de septiembre a eso de las dos de la Mantelinastarde-, cuando hicieron acto de presencia los amaneceres de ensueño en la costa teldense.
Eran amaneceres espectaculares y, al tiempo que disfrutaba de ellos recorriendo el paseo marítimo que une varias playas del municipio, recordaba a buenos amigos que me acompañaron en este tránsito terrenal, enamorados de igual modo de estos amaneceres otoñales y de la fotografía que les permitía perpetuar momentos inolvidables y compartirlos con sus seguidores.
Sirva pues este artículo de homenaje a nuestro compañero en el Colectivo, Gumersindo Hernández Betancor -nuestro querido Sindo-, que tantos amaneceres de sus querida playa de Melenara y la Punta y Chaca de Clavellinas, envió desde su wasap a amigos y vecinos, y a Adrián Negrín Cruz, entrañable fotógrafo de la naturaleza, que con su blog "Vivo en un lugar" abrió una ventana al mundo: Canarias y sus paisajes.
Ambos, enamorados del océano, nos regalaron múltiples amaneceres y atardeceres, ofertando momentos de emoción y belleza en las redes sociales, blogs y grupos en los que publicaban sus instantáneas.
Con el paso de los años y cuando afloran estos recuerdos, ¡cómo echa de menos uno a todos estos amigos!
Y con los amaneceres de ensueño, llegó la luna llena de septiembre. Una luna enorme y luminosa, capaz de generar fuertes subidas y bajadas en las mareas. No hubo catastrofismo, aunque algunos organismos alertaban de ello, demandando prudencia, pero el océano se mostró cauto y se tornó tranquilo y el ir y venir de las mareas permitió, desde la calma, disfrutar de la belleza y paseo sobre bancos de arena alejados de la costa, alcanzando bajas rocosas que en otras épocas del año apenas se intuyen desde la superficie. Ocasión ideal para sorprenderse con el ascenso de la misma, corroborando una vez más que el océano alcanza alturas intencionadamente olvidadas por el ser humano -algo parecido a lo que sucede con la ocupación de vaguadas y antiguos cauces fluviales en la península y llanuras europeas, y que luego lamentamos cuando las periódicas catástrofes a todas luces predecibles arruinan cultivos, viviendas y vidas humanas-, cuyos niveles quedan registrados como avisos a futuro, como testigos a la insensatez, en ambas márgenes de las barranqueras que desembocan en la playa de Salinetas, playa de Ojos de Garza y muchas otras playas, recordándonos que antes de la acción constructora del ser humano, con viviendas y paseos implantados sobre terrenos de dominio marítimo, la extensión de las playas era mucho mayor.
Es difícil expresar en palabras la belleza de cada amanecer. El acierto del escritor está en ser humilde, olvidarse del relato y de la descripción e invitar al lector a vivirlo.
Y de pronto, con la llegada de los días otoñales, fieles a su cita anual, surgen ellas, con su vuelo sosegado y submarino.
No se trata de aves, aunque su movimiento semeje al ejecutado por las alas de un pájaro, en concreto cualquier águila, aguilucho, milano o ave planeadora, que apenas mueven las alas para desplazarse aprovechando las corrientes térmicas del aire. Pero no se trata de un ave en este caso, se trata de un pez de cuerpo aplanado y forma romboidal. Estamos refiriéndonos a la mantelina.
Esta especie de manta -por mantelina la conocemos en las islas-, es un pez cartilaginoso, plano y grande, un pez que descansa sobre los fondos marinos arenosos, un pez que para desplazarse solo tiene que desplegar sus aletas – es su forma la que nos recuerda las alas de una mariposas, de ahí su nombre-, y mover sus músculos provocando una ondulación capaz de elevarla a media agua y según la intensidad del movimiento desplazarse suavemente, descendiendo de nuevo hasta el fondo arenoso si está tranquila, o alcanzar mayor velocidad, huir del depredador y buscar zonas más propicias, alejadas del peligro, para descender de nuevo y mimetizarse con la arena.
Pez manta, raya mariposa, raya alada, mantarraya... muchas son las denominaciones acuñadas para este elasmobranquio que se define con mayor precisión al utilizar su nombre científico: Gymnura altavela.
Y tras dos de ellas voy ahora, madre y cría. Conservo la distancia necesaria para que no les incomode mi presencia. La nueva mantelina apenas se separa de la cola de su progrenitora, parece existir un lazo tan profundo, una sincronización tal, que hasta el movimiento de sus aletas, la dirección de sus giros y la velocidad de ambas se me antoja idéntica.Mantelinas
Apenas cuatro horas de la entrada oficial del otoño y a esta playa de Salinetas siguen arribando mantelinas. Observo una de gran tamaño que acaba de aproximarse a la playa. Abandono el seguimiento de la madre y su cría para analizar el comportamiento de la recien llegada. Muy cerca del fondo arenoso, decide detenerse sobre el lecho marino. Mueve para ello sus aletas alrededor de su cuerpo creando una corriente de agua que permite acondicionar el fondo arenoso -generando una especie de nido, una concavidad suave donde se van depositando las arenas en suspensión, primero las más pesadas y sobre ellas otras más ligeras, organógenas, calcáreas.
Esas concavidades en la arena presentan un color ligeramente más claro que el entorno, observándose numerosas en estos días, sobre el fondo arenoso y, una vez se hayan ido las mantelinas que las generan, perdurarán un par de días dando fe, de tal modo, del paso de ellas un año más.
Para esta operación, la mantelina curva el cuerpo hacia arriba, como si se esponjara y así se mantendrá hasta culminar la operación de preparar el echadero. Una vez logrado, su idea es mantenerse ahí durante el tiempo del alumbramiento, pero unas veces otras mantelinas, otras los curiosos que inconscientemente bucean para molestarlas o cualquier otra circunstancia, les obliga a salir del lugar elegido y buscar otro.
Sigo nadando en superficie oteando el fondo marino. El calor del cuerpo ya no es el de hace un par de décadas, cercano entonces el medio siglo de existencia. Ahora, dos horas de agua son suficientes para sentir la necesidad de recibir un poco de calor. Pero las rayas mariposa ejercen su atractivo y, próxima al fondo, planea otro ejemplar de mantelina. Me olvido de salir y, colocándome sobre ella en superficie, acaso un par de metros de distancia y en silencio la sigo. No se ha percatado de mi proximidad o bien no le preocupa mi presencia, lo cierto es que continúa con su ritmo sin variación alguna. Eso me permite observar su figura, la línea aerodinámica de su cuerpo, la cola. Los abultados opérculos que en su cara dorsal delatan su presencia cuando se encuentra en reposo, en el lecho marino.
He buceado bajo una de ellas y observado su parte ventral. De color blanquecino, se aprecia su boca y las hendiduras branquiales pero llama más la atención la anchura del animal, una anchura que llega a alcanzar los dos metros, aunque las que observo apenas superan el metro de punta a punta. Más ancha que larga, prácticamente carece de hocico y la cola es corta. Junto a la cola presentan una o dos espinas con veneno, aunque nunca supe, en la playa, de incidente alguno con ellas y mira que es frecuente pisarlas, con tanta afluencia humana en esta época, posiblemente la mejor del año para acudir a la playa.
Tengo una curiosidad, una interrogante que me gustaría resolver. Cuando las observo desde un plano superior, sobre las arenas del fondo, las manchas irregulares que de color rosáceo, parduzco o beige salpican la cara dorsal de la mantelinas desdibujando su coloración y que cubiertas parcialente de arena e inmoviles en el lecho marino las hacen pasar desapercibidas pues el mimetismo logrado es absoluto, las he observado en otras ocasiones cuando se encuentran nadando o planeando sobre un suelo rocoso, algo frecuente a la altura de la Charca de Salinetas. En esta zona comparten espacio zonas de fondo arenoso con otras de fondo rocoso. Pues bien, estoy convencido de que las manchas cambian de color, una especie de adaptación al fondo donde se encuentran, las observo más oscuras, más del color parduzco de las algas que recubren el sustrato rocoso, presentando un mayor contraste en la coloración de las manchas, una mezcolanza de claros y oscuros que semejan a la perfección los claroscuros provocados por la incidencia de la luz solar sobre las irregulares superficies sumergidas de las rocas.
De ser así, y es sólo una hipótesis personal, hablaríamos de células epiteliales especializadas -cromatóforos-, semejantes a las de los cefalópodos, capaces de adecuarse a las variables condiciones del entorno, reproduciendo textura y coloración, con la clara intención de conseguir un camuflaje perfecto y pasar desapercibidas.
No olvidemos que su críptica coloración de piel clara moteada con manchas irregulares cuando descansan sobre la arena, semienterrada, las invisibiliza. volviéndolas díficil de identificar. Sólo los opérculos abriéndose y cerrándose serán quienes delaten el cuerpo de la mantelina.
Los residentes en la playa y los asiduos visitantes supimos más de este atractivo animal cuando los científicos aportaron sus conocimientos sobre la especie, plasmándolos en la información recogida en un interesante panel que podemos observar, junto a la zona ajardinada del Paseo de la playa, justo al lado de los juegos infantiles.
Y así supimos que desde mayo hasta septiembre es la época de apareamiento de la especie y del alumbramiento de sus crías en la costa.
Es esta fase, la del alumbramiento, cuando los amantes del snorkel y buceo en general las seguimos más de cerca. Tal vez porque esta fase sí se realiza en aguas someras, prácticamente en la misma playa. Tal es así que es frecuente en los meses de agosto-septiembre, al entrar en el agua para bañarnos, pisar alguna sin querer.
Por eso son muy interesantes las recomendaciones registradas en el panel. Se trata de observar sin molestar. Respeto es la palabra mágica que resuelve cualquier relación entre un ser humano y los restantes seres vivos.
Pero, sin duda, la aportación más interesante del panel nos la oferta una página del Gobierno de Canarias: www.redpromar.org, donde podemos ampliar conocimiento e información. Se trata de una puerta abierta al conocimiento de todos los avistamientos marinos en aguas de Canarias, pero con un poco de paciencia y el objetivo claro, nos ofrece información precisa sobre las mantelinas, su biología, la situación de la especie a nivel mundial, su grado de vulnerabilidad, descripción, identificación y taxonomía, sobre las amenazas que la ponen en peligro... Por esta página web sabemos que se llevan a cabo proyectos específicos sobre el seguimiento y conservación de tan singular especie.
En fin, que más allá del placer que supone saber que la llegada de este turista nada accidental a nuestras playas es el regalo esperado por los amantes de la vida y los fondos marinos, les invito a coger unas gafas de buceo, acercarse a esta playa teldense- aunque hay más playas canarias donde las mantelinas se reproducen- y disfrutar con el "vuelo" sosegado y tranquilo de esta especie conocida por el mundo anglosajón como - Butterfly ray- , la raya mariposa.

José Manuel Espiño Meilán, amante de los caminos y de la vida. Escritor y educador ambiental.
Espiño Meilán, José Manuel
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