Bilingüismo en libertad

Casi al mismo tiempo. Euskadi y Galicia hacen la misma afirmación desde nuevos Gobiernos. La política lingüística requiere una enmienda con respecto al pasado, para emprender un camino que contenga determinados “quita miedos”.
La acreditación del conocimiento del idioma gallego o del euskera, no puede ser un mérito que se imponga a otros méritos profesionales, de tal desgracia, que sea más importante dominar un idioma minorizado, que ser doctor en medicina, para una plaza de facultativo especialista en un Hospital público.
La acreditación del conocimiento del idioma, no puede ser motivo excluyente para ser funcionario, en un territorio en el que la realidad socio lingüística es que el uso social de la lengua, está claramente desviada hacia el castellano, de tal manera que los ciudadanos, cuando se dirigen a la administración de justicia, o a la hacienda, o a cualquier otra ventanilla, lo hacen en la lengua de Cervantes. Lo cual no quiere decir, que no se respete el derecho de los que quieran hacerlo en gallego o en euskera. Pero ahí precisamente está la diferencia. Una cuestión de derecho, no de deber.
En la enseñanza, es bueno, conveniente, enriquecedor, defensivo para el patrimonio de la humanidad que son los idiomas, la enseñanza de las lenguas minorizadas, que son elementos identitarios de las comunidades; pero respetando las libertades de las familias a elegir las lenguas maternas de sus hijos, y teniendo muy claro, que idiomas son los que por su peso específico, son los de capacidad comunicativa en el seno de los grandes espacios europeos y mundiales. Los idiomas son para comunicarse, nunca para diferenciarse.
En Galicia, la situación es mucho mas amable que en Euskadi. En primer lugar por la facilidad del gallego, que se aprende por ósmosis. Por el propio uso social espontáneo de la lengua. Por el cariño con el que siempre se habló y se desarrolló la cultura en lengua gallega, sin rechazos, salvo en la época de la oprobiosa.
En Euskadi, la cuestión es bien distinta. El euskera no tiene elementos comunes con el latín. Es muy difícil su aprendizaje. Se han hecho ímprobos esfuerzos de toda índole, incluso con gastos excesivos, y con resultados ineficientes, para recoger muy pocos frutos y torpezas infinitas que han provocado frentes de rechazo social. Se ha politizado el uso de la lengua desde los tiempos de Sabino Arana. Se ha querido imponer una determinada política lingüística, debajo de la que se han hecho pingues negocios, y se han tenido que exilar muchos ciudadanos. Ha sido, santo y seña, del nacionalismo, que se apropió del euskera, como de la bandera y de los himnos. Al final, se ha estudiado euskera por miedo a la represión. Se ha usado el euskera para dividir a la sociedad, territorialmente, y culturalmente. Incluso con dos televisiones públicas; una íntegramente en castellano y la otra íntegramente en euskera.
En las comunidades en las que conviven dos idiomas oficiales, la convivencia debe ser pacífica y cordial. La elección del uso, libre. El conocimiento, respetuoso. La enseñanza, en el marco de la cultura, por lo tanto, necesario, como patrimonio, como derecho ciudadano, pero nunca, como deber. Pero, también, debe ser, protegido por los poderes públicos, para evitar que los grandes idiomas, lo hagan desaparecer, y así, dotarlo de fórmulas que estimulen su presencia, uso y conocimiento, para mantenerlo, divulgarlo y colocarlo en el plano del orgullo de los pueblos que se sienten identificados con la pertenencia a la ciudadanía gallega y vasca.
Seguramente, con actitudes como las que esperamos, del nuevo Gobierno Gallego y del nuevo Gobierno Vasco, se vean beneficiados los idiomas, la cultura y los ciudadanos.