¡Pobres ricos!
Timiraos, Ricardo - martes, 17 de septiembre de 2024
A mi amigo Pepe Ricoy acompañándolo en sus dolores.
Recuerdo un tiempo en el que los hijos eran el mejor patrimonio de los hombres. Pero llegó la envidia y plantó la semilla de la discordia en forma de dinero. Y ya nada volvió a ser igual, porque en el sano ambiente familiar surgieron los celos y la avaricia y se rompieron los lazos de fraternidad que eran tan bonitos. Y hasta padres, tratando de ser ecuánimes, se dejaron arrastar por la ambición de algunos y se apuntaron al caballo ganador sin querer recordar su pobreza y como ésta educaba en solidaridad. La sociedad evoluciona y crecen las distancias entre hermanos, hasta el punto que se rompen relaciones fraternas por culpa de esa compètencia y lucha caínita por llegar a esa absurda cumbre del becerro de oro. Y no se quieren enterar de que la avaricia, no sólo nubla la razón, sino que corroe el corazón, produce desazón, roba la sonrisa sincera y, sobre todo, acumula el egoísmo en forma de ostentación para esconder la conciencia. Porque el dinero no sólo compra voluntades y presunciones, también sirve para el ascenso social en forma de amistades y abre las puertas del cementerio en forma de mausoleos.¡ Cuánta necedad puede acaparar el ser humano cuando vive obsesionado con ese mezquino gusano crematístico que camina en cuentas corrientes, fondos de inversión o en paraísos fiscales! Ellos, tan ricos y pobres a la vez, no saben que la felicidad se puede conseguir abriendo el corazón a la generosidad con los necesitados. Y nada resulta más gratificante que compartir con quien carece de lo más elemental.
Y en ese caminar de absurda carrera tras un dios de dinero, el hombre, ajeno a ella, se pregunta si los padres serán capaces de orientar a sus hijos por caminos de verdaderos valores, relativizando el dinero hasta llegar a considerarlo una herramienta para la vida, e inculcándoles unos principios mucho más sólidos. Porque quizás, dando éstos por asumidos, se puedan anquilosar y quizás sea preciso mostrarles la cruda realidad de la vida alejándolos de la sala del confort. Y nada hay más educativo que mostrar la vida sin ambages, a ras de suelo y pisando el fango donde vive la miseria. Y esa es la mejor escuela de solidaridad.
Siempre viví en la calle y desconozco los pedestales desde los cuales los ricos otean el mundo; sin embargo, los veo vivir en una burbuja de la que pocos quieren salir; muy al contrario, su estatus lo quieren mantener porque ambicionan el poder y huyen de las clases que ellos llaman inferiores. En una sociedad tan materialista, el dinero es la llave que abre mil puertas y compra voluntades, entre otras razones, porque abundan los miserables dispuestos a todo con tal de conseguirlo. Si, sé que tienen poder; veo que viven en otro nivel, con una filosofía muy distante de la mía; me da la sensación que desconfían de todo y de todos; que gozan de miles de vanidades, que a ellos supongo los atrae; que el amor, siendo siempre el mismo, en ellos puede adquirir una dimensión extraña ya que su riqueza puede disfrazar sentimientos y hasta comprarlos. Es posible que resulte difícil de discernir lo falso de lo verdadero, lo cual no garantiza ningún rango superior al resto de los mortales. Siempre tuve la sensación de que la prostitución no es exclusiva de la pobreza, sino que se ejerce de muchas maneras en la sociedad. Quizás pueda haber en entre ellos amor sincero, pero me parece que entre ellos pueda ser un amor más sutil, descafeinado o incluso sublime. El amor, por estar loco, es lo más imprevisible. (hace unos días me enteré de que la fortuna de un aparente avaro acabó en obras de caridad). Veo que muchos ricos viven el amor de un modo diferente a lo que ellos llaman vulgo. Observo que les gusta que los admiren e imiten y que reciben clases de exclusividad donde aprenden poses, afectación, modas... porque forman parte de su decorado; intuyo, y lo confirman noticias, que esconden su dinero en los lugares más insospechados para defraudar a Hacienda, porque habitúan a decir que el pago de impuestos es injusto con ellos; sé que se codean con otros señoritos, los políticos, que son sus correveidiles y veo como éstos pierden el culo por satisfacerlos, aunque eso suponga renunciar a sus principios, si es que los tienen. Viajan por tierra, mar y aire siempre en la exclusividad de evitar a la plebe fuerza motriz de su riqueza, mano de obra siempre barata y explotable. Gozan de una cohorte de miserables, subalternos, chupatintas y otros sumidos subyugados habituados al siguana - "Si mi señorito está contento, yo estoy contento" ("Los Santos Inocentes" Miguel Delibes.)- Son altivos, displicentes, distantes, alardean de generosidad, muchas veces truco para rebaja fiscal, y viven en la Arcadia Feliz aumentando el desequilibrio social que tantos conflictos ocasiona. Nada hablo de corrupciones, que no son de su exclusividad, ni de los modos de adquirir la fortuna. Ahí está la Historia para descubrir negreros, ladrones, corruptores y corruptos, fmangantes, explotadores, privilegiados, caciques, abusones... Rara es la fortuna adquirida con métodos lícitos. Son ricos quizás, pero a mis ojos muchos de ellos muy pobres. Y ya no hablo de sus miserias, sus trampas, sus faltas de escrúpulos... Les juro que procuro no verlos. No, no envidio nada de sus vidas, sólo envidio las conciencias limpias. Así que pueden entender porque les llamo pobres ricos.

Timiraos, Ricardo