Dedicado al insigne naturalista don Joaquín Araújo, porque siempre tuvo la certeza
de que plantando árboles sembraba vida y plantaba futuro.

Sé que cuando alguno de ustedes me vean en las rotondas arboladas que flanquean la autovía, se preguntarán qué diablos hago en esos espacios donde aparentemente nada hay, excepto el alto riesgo personal de cruzar los viales.
Pues precisamente me encuentro en ellos para visibilizar dicho error. No se pueden ni imaginar la vida que se esconde en cada espacio arbolado.
Ya le dediqué un artículo: "El encanto de los pequeños espacios forestados" el segundo domingo de enero del presente año. En él les mostraba las tres zonas verdes que hay a ambos lados del nudo de enlace y rotonda, existentes en el cruce de Melenara.
Esta vez me he centrado en un grupo de medio docena de espacios públicos que se encuentran en la red de viales que dan entrada y salida al corazón del casco histórico de Telde y a una de sus playas más populares: La Garita.
El hecho de encontrarse tales recintos al lado de una vía rápida, la autovía GC-1, la atención que nos exige el tráfico rodado -elevado tránsito y alta velocidad-, no permite a los conductores prestar atención a estos espacios, despistarse en su conducción y por lo tanto, hacerse una idea sobre la valía que puedan tener dichas zonas forestadas.
Recorrerlas una a una, disfrutar de sus olores propios, sentir el tacto de las cortezas de sus árboles, caminar sobre sus mullidos suelos, disfrutar de esa temperatura tan especial que impera bajo cualquier espacio arbolado, es una labor que hay que realizar a pie, siendo la recompensa emocional muy satisfactoria.
Es por ello que, sin recomendarles que sigan mis pasos, les describiré cada una de esas joyas arbóreas que encontramos a ambos lados de la autovía, verdaderos ejemplos de estética saludable y ejemplos notables de refugios bioclimáticos, términos que comenzamos a escuchar en foros especializados pero que serán habituales en un futuro que es presente ya, al igual que sucedió con otros términos como cambio climático, ya tan cotidiano como lo son sus incuestionables y dramáticos efectos.
Sirva este artículo como toque de atención, como alerta a la población y, en especial, a los políticos que gestionan las acciones a acometer, pues son ellos quienes tienen en su poder de decisión, la posibilidad de un futuro menos agresivo ambientalmente hablando, más verde y saludable.
Porque no hay duda alguna. Los árboles y los bosques son quienes atenúan la temperatura, quienes dan sosiego al espíritu del ser humano, quienes proporcionan equilibrio a los ecosistemas, quienes aportan belleza, oxígeno y vida, quienes retienen el agua de las lluvias. Por el contrario, no producen ninguno de estos salutíferos efectos los edificios que, amplios y espaciosos, quieren ubicar en todas las ciudades ofertándolos como panaceas de refugios climáticos, en casos de extrema necesidad.
Hay una diferencia esencial: plantar árboles es plantar futuro, mitigar los efectos del cambio climático, atraer el agua y generar vida, levantar edificios para proteger a la población es una propuesta irreal y utópica -¿alguien ha pensado en serio la idea de meter un millón de habitantes en edificios climatizados? ¿Pero de qué película o guión

cinematográfico han sacado tal idea los defensores y promotores de la misma? No nos olvidemos, sin embargo, que hay un efecto inmediato a esto de levantar refugios bioclimáticos -así les denominan pero de bio tienen tanto como los procesados yogures que así se autodenominan-, se trata de una inversión multimillonaria a corto plazo y eso atrae una lluvia de dinero rápido para los bolsillos de siempre.
Para mí no hay duda de cual es el camino. Tampoco alberga duda alguna el naturalista Joaquín Araújo Ponciano, a quien humildemente dedico este artículo, Premio Gobal 500 de la ONU -una de las mayores distinciones en Medioambiente que una persona pueda recibir-, extraordinario divulgador en todos los foros posibles -libros, series, radio, televisión, chats, redes
, un ser humano que ha plantado decenas de miles de árboles, tantos como días lleva sobre la Tierra. Tampoco hay duda alguna para millones de personas en el planeta que creemos que la Naturaleza se salva sólo con naturaleza no con cemento, hormigón y aire acondicionado. Les recuerdo aquellas frases anónimas escritas en cualquier lugar: Jamás una máquina podrá hacer una flor o la otra, reciente, en una pared de Pamplona: Mil máquinas jamás podrán hacer una flor. Ambas, prácticamente la misma, resumen todo lo expresado anteriormente.
Dicho esto, les sitúo:
Parto para mi pequeño periplo de la Escuela de Idiomas de Telde, sita junto al Parque de Bomberos o bien parto del centro comercial de Alcampo y el McDonald 24 horas que se encuentra entre ambos lugares. Desde cualquier lugar de éstos observarán transitadas sendas de tierra. Cualquiera de ellas nos acerca hasta la primera isleta de vegetación, una de las más grandes. La presencia de tantas personas utilizándolas se debe al flujo diario de caminantes que desde los núcleos urbanos de La Pardilla, Las Remudas, El Callejón, El Calero y otros barrios aledaños se mueve hacia las zonas de trabajo y ocio del área comercial.
Observarán que defiendo la plantación de árboles y junto a ellos, como complementarios, toda una serie de arbustos que veremos en estos espacios. No defiendo sólo la plantación de arbustos porque no proporcionan sombra, ni mitagan los efectos solares. Es más, la razón de utilizar plantas de bajo porte últimamente por parte de muchos ayuntamientos: tipo tabaibas, siemprevivas, magarzas, hibiscos -unas especies son canarias, otras foráneas-, obedece a indignantes razones como el no crear alarma social si se arrancan en un momento determinado o se abandona su cuidado, también al hecho de que no ocasionan problema alguno en los lugares donde se plantan -debido a su reducido sistema radicular y a su escaso porte-, producen menor materia orgánica, no afecta a la visibilidad de las viviendas
Con ello, los responsables de lo público, eliminan de un plumazo el mantenimiento periódico y los cuidados que exigen las especies arbóreas.
Hay dos imágenes que explican por sí solas la diferencia abismal entre una zona con árboles y una zona sólo con arbustos y lo interesante de este ejemplo es que una se encuentra a continuación de la otra. Una buena parte de la rambla de Salinetas, junto a la playa del mismo nombre, está plantada con dos filas de árboles: Ficus benjamina, que producen sombra, aportan frescor bajo ellos, son hábitats de varias especies de aves e insectos, y suavizan la temperatura reinante a su alrededor. Otra parte de la rambla de Salinetas está plantada con arbustos -concretamente hibiscos, que no producen nada de lo que hemos dicho para los árboles, con lo cual el calor en ese tramo peatonal se torna insoportable y de facto, nadie camina sobre la rambla sino que busca la sombra de los edificios construídos a ambos lados. ¿Hay alguna duda sobre cual es la dirección a tomar, si queremos mitigar los efectos del calor y el cambio climático?
Regreso, ya no habrá más digresiones, a la primera zona arbolada. Para ello tengo que cruzar la vía de incorporación a la autovía GC-1, procedente de la urbanización de La Garita y playas colindantes.
Esta zona está forestada con medio centenar de casuarinas o pinos marinos (Casuarina equisetifolia) en muy buen estado. Altos y frondosos, bajo ellos corre una agradable brisa, algo que no sucede fuera, tanto en el asfalto como en el erial colindante, una escombrera de tierras que cuando se creó el área comercial, dejó el terreno sembrado de montículos de tierra y escombros, sin respeto alguno al paisaje agrícola existente con anterioridad, condenándolo como entidad paisajística a la deplorable imagen que se observa. A falta de un rigor institucional que tiene la obligación de exigir a la propiedad la restauración paisajística que contempla la ley una vez se culminan las obras en marcha, este es el paisaje que se nos oferta, pues ninguna institución pública hace cumplir el mandato de la Ley.
El suelo está cubierto de unas fina capa de pinocha. Una senda peatonal de lajas facilita el tránsito entre el puente elevado, el área comercial y la playa de La Garita. Para ello, caminantes y personas sobre bicis y patinetes utilizan la senda de tierra paralela al vial que conduce hasta la costa.
Seguimos con la siguiente zona arbolada. Para ello debemos cruzar la vía de salida de la autovía GC-1 que permite la incorporación a la avenida del Cabildo, dirección Telde. No es necesario advertir de la peligrosidad de cruzar estas vías cuando no existen, como es lógico en estas vías rápidas, pasos peatonales. Mi recomendación es no hacerlo y mucha prudencia si no quieren escucharla.
En esta segunda zona arbolada la especie arbórea predominante es la palmera canaria. Algo más de medio centenar de palmeras robustas y de elevado porte embellecen un espacio que presenta tres niveles de aterrazmiento para evitar la pérdida de suelo por la erosión y conseguir la horizontalidad del mismo. Las terrazas están realizadas con una base de hormigón recubierto de material escoriáceo de coloración rojiza -deberíamos hacer una reflexión sobre el masivo uso de estos materiales volcánicos en el tratamiento y estética de los viales, pues proceden de extracciones que suponen irreparables agresiones a los conos volcánicos de Telde-.
Se siente frescura bajo las palmeras. Como complemento en este ajardinamiento, se diseñaron y desarrollaron islas arbustivas en cada terraza. Las más singulares son: una formada por esparragueras arbóreas, cuyos ejemplares alcanzan alturas notables, entre dos y tres metros, y otra formada por macizos de esterlicias que de un modo progresivo van ampliando su espacio y aportando color al paisaje verde gracias a sus llamativas floraciones. En total cuento una docena de macizos, en alguno de ellos flores y hojas superan el metro y medio de altura, alcanzando los tres metros de diámetro.
Una fila continua de adelfas, sella con verdor un denso cierre vegetal, enriquecido éste con sus abundantes inflorescencias rosáceas, ocultando de este modo la subida a Telde de la avenida del Cabildo, aportando con ello un mayor aislamiento a la isleta arbórea donde me encuentro.
Dos jazmines de las Antillas (Plumeria alba) destacan, con su hermosa floración en forma de agrupaciones de flores de pétalos blancos, pincelado su interior con un cálido toque amarillo, desprendiendo una intensa fragancia. A diferencia del mullido suelo de pinocha del espacio anterior, éste se encuentra cubierto con una amplia capa de picón negro.
La tercera isleta la conforman una treintena de palmeras canarias a la que se unen una veintena de curiosas acacias aparasoladas -con una quincena de especies de acacias presentes en Canarias tanto en jardines como asilvestradas, no me pregunten de qué especie estamos hablando-, que forman una sombra continua y bajo ellas un suelo acolchado de hojas, vainas y semillas de estos espinosos árboles. Están bien desarrolladas, algunas pueden tener una altura de cinco o seis metros y bajo ellas se siente la frescura, piues impiden la entrada de los rayos solares convirtiendo el reducto vegetal en un verdadero refugio bioclimático.
Un guaydil de buen tamaño presenta porte arbóreo y una floración inusual -nos encontramos a finales de agosto- , fuera de su época. Señalar también la presencia de dos árboles ornamentales de porte medio que no supe identificar.
Una cuarta isla de vegetación es la que encontramos a la izquierda de la bajada de la GC-1, en dirección a la Garita y los centros comenrciales.
Una veintena de palmeras canarias y pinos marítimos la conforman. La umbría bajo ellos es notable. No hay duda de que bajo su sombra encontramos las bondades de una temperatura más amable.
Todos estas isletas arbóreas se encuentran protegidas por filas de adelfas compactas y bien desarrolladas que bordean por completo su perímetro exterior, aislándolas en cierto modo del tráfico y mitigando la contaminación acústica en estos espacios.
Es llamativo, por lo inusual en otros lugares, el tratamiento que reciben estas zonas, pues se encuentran cuidadas y limpias, retirados los excedentes de las podas, revisados y actualizados sus sistemas de riego, observándose una presencia periódica de personal de mantenimiento. Este mimo contrasta con el observado en otras zonas cercanas a ellas, en las cuales el mantenimiento corre a cargo de otra institución.
La respuesta es clara, la institución que mantiene en buen estado toda la forestación de la GC-1 y los nudos de enlace con las diferentes poblaciones es el Cabildo Insular, quienes actualizan los programas de mantenimiento y en ellos recogen el óptimo cuidado de las plantaciones existentes, la reposición de las plantas perdidas y la ampliación con nuevas reforestaciones es el Cabildo a través de las empresas contratadas para tal menester. Si tenemos en cuenta que el agua utilizada para regar y mantener el conjunto de estas zonas verdes procede de las aguas regeneradas por el EDAR (Estación Depuradora de Aguas Residuales) de Jinámar, corroboramos que estamos en el camino correcto, pues a todos los beneficios de las reforestaciones llevadas a cabo se unen las bondades inherentes a la utilización de las aguas depuradas, en línea con los principios y estrategias propias de una gestión y economía circular.
Para alcanzar la quinta zona arbolada, que además es la de mayor extensión, podemos aparcar en la explanada del supermercado Hiperdino y cruzar la vía que desde Telde se incorpora a la Gran Canaria en dirección sur.
Un especiero de enorme copa y gozosa sombra es el heraldo que me confirma que este espacio goza de más vida de la que podemos observar desde los vehículos en tránsito. También lo confirma el cuerpo muerto de un enorme lagarto de Gran Canaria -ver imagen- que, sin rabo, alcanza una longitud de treinta y dos centímetros. Un soberbio ejemplar. Las causas de su muerte, desconocidas para mí, las trataré en el próximo artículo dedicado a un superdepredador de reptiles y que no es la culebra de California. Observo ratones de campo escondiéndose en los resquicios de los muros, mirlos, palmeros y mosquitas entre las palmeras y los olivos, lagartos, lisas
Este espacio está cargado de especieros (Schinus molle). Le siguen, tras el primer murete de piedras, una buena cantidad de palmeras canarias, observo dos jóvenes palmeras que pudieron desarrollarse a partir de las semillas de las palmeras grandes-, y varios olivos. Pequeños muros para definir espacios y mejorar la estética configuran zonas diferentes, todas ellas arboladas. A nivel arbustivo encontramos adelfas amarillass (Cascabela thebetia) muy bien desarrolladas. Este espacio cuenta con una pequeña barranquera y una vez franqueada, una llanada cubierta por una decena de árboles con un sistema radicular extenso que se observa en parte aéreo, alrededor de cada uno de ellos. Sirve de protección al suelo la abundante hojarasca que producen.
Le sigue una fuerte pendiente que se descuelga sobre la autovía del Cabildo. La ladera no pudo ser más idónea a la hora de diseñar esta zona, pues los técnicos proyectaron una cascada, como elemento estético de primer orden, teniendo en cuenta que su situación permitiría su contemplación a los ocupantes de los vehículos que, procedentes de Telde, se incorporaran a la GC-1 en ambas direcciones, a las áreas comerciales o a las playas teldenses.
A sus pies aún se conservan aún dos charcas de escasa altura, una suerte de láminas de agua que favorecían la presencia de diversas aves que buscaban saciar su sed, al tiempo que facilitaban el necesario circuito del agua para dar servicio a la cascada.
Todo esto fue pasado, ahora todo el conjunto de piedra e instalaciones necesarias se encuentra arruinado, abandonado, muerto. El circuito del agua, las luminarias y el motor que permitía el funcionamiento de la cascada están deteriorados o han desaparecido. Las causas principales son el abandono y el saqueo de los motores que se ubicaban en su caseta. De aquel proyecto observamos ahora, el talud cubierto con roca volcánica y con grandes piedras de barranco.
En la planicie que hay delante de la cascada desaparecida, tres dragos -uno bien desarrollado y dos que sobreviven como pueden, podríamos ser más benévolos y decir que prosperan con diferente suerte, pero la evolución de ellos no sería distinta- enriquecen la flora autóctona de esta isleta verde.
Han llegado semillas de tajinaste blanco y vinagreras a este reducto de vegetación y algunas han germinado y prosperado, de tal modo que observo media docena de ejemplares que, sin orden ni concierto, se distribuyen por la ladera de cascajos en la parte trasera de la cascada sin agua. Delante de la lámina de cemento que algún día fue una balsa de agua, un buen grupo de cardones coloniza todo el espacio llano. Bordeando la GC-1 una fila bien desarrollada de ejemplares de adelfas y brillantes.
Todos estos espacios son verdaderas islas de vegetación que funcionan como refugios bioclimáticos, no exentas de una contaminación acústica elevada ya que la densidad de tráfico que soportan estas vías es enorme pues, si la GC-1 soporta el paso de entre ochenta y ciento trenta y cinco mil vehículos diarios, cantidad que varías según los tramos analizados-, las vías de conexión con las zonas urbanas más pobladas de Telde, tanto el casco como los barrios y playas, contribuyen de un modo notable al sonido monorrítmico que escuchamos en estas isletas verdes, de un modo permanente.
Sería digno de un estudio tendente a la mejora de la salud de la población de Telde y de los residentes y visitantes de la isla en general, la ampliación de estas franjas vegetacionales a ambos lados de las vías con el objeto de desarrollar pantallas verdes capaces de mitigar la contaminación acústica -pantallas sónicas-, y visual, al tiempo que dicha reforestación mejoraría, enriqueciéndolas, estas zonas de cara a disponer de los tan necesarios reductos bioclimáticos, en los cuales poder atenuar a la población los efectos propios de las elevadas temperaturas que se preveen y servir así de corredores biológicos, tan necesarios para la mejora y protección de la biodiversidad.
Para comprender el alcance de este proyecto, nada utópico, observemos los cientos de palmeras que a ambos lados de la autovía del Cabildo se han plantado hace una treintena de años y que se encuentran flanqueando la avenida del Cabildo, desde La Garita y Marpequeña hasta el corazón de Telde, palmeras que no solo perfilan en verde dicha avenida sino que se unen a las desarrolladas en el parterre de la mediana, ofertándonos una orgullosa y digna imagen de la ciudad de los faycanes y mostrando la potencialidad y valor de esta especie como seña de identidad de nuestra gente, reservorio de vida para las aves y un orgullo para todos los canarios que ven en ella el símbola imperecedero de su paisaje, el paisaje de siempre. En la actualidad útiles como especies ajardinadas, suponen una clara alusión a las que formaron parte antaño de las extensas vegas agrícolas que dieron nombre y riqueza al municipio y que, de manera inexorable, vemos languidecer y perderse en su mayoría, consecuencia de la pertinaz sequía, el abandono de los cultivos y la tala indiscriminada de muchas de ellas.
Como podemos ver, hay actuaciones saludables para dar respuestas eficiente al cambio climático y sus perniciosos efectos, pero como siempre depende del clamor social, de una ciudadanía comprometida con ello y de unas autoridades que sean capaces de afrontar la responsabilidad que tienen ante un complejo problema que creíamos encontrar en el futuro pero que es una realidad ya.
José Manuel Espiño Meilán, amante de los caminos y de la vida. Escritor y educador ambiental.