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Zorba el griego

Espiño Meilán, José Manuel - domingo, 25 de agosto de 2024
Una entrañable dedicatoria

Dedicado a Maite, la autora de tal dedicatoria, profesora de Lengua y Literatura,
compañera de docencia y amiga, quien tuvo la amabilidad de regalarme un viejo ejemplar
de tan extraordinaria obra literaria, del escritor Nikos Kazantzakis.

Zorba el griegoHay veces en que una carta, una foto o una dedicatoria te devuelven al pasado de un modo sorprendente. Es tanta la fuerza del recuerdo que te sumerge en un déjà vu con tal realismo que tienes la sensación de volver a vivirlo.
Es este el caso de una dedicatoria que dio lugar al presente artículo.
La ilustración que encabeza esta reflexión escrita es obra de una estimada compañera de trabajo en el pasado -llevo casi una decena de años fuera del ruedo docente-, querida amiga de quién envidiaba sanamente su empatía y capacidad para enseñar e ilusionar a sus alumnas y alumnos en un campo tan complejo y enrevesado como es el universo de la Lengua y la Literatura. Un vademecum de movimientos, reglas, características, autores y obras que bien pueden fomentar una pasión sin límite que convertirá el placer de leer en uno de los pilares esenciales para gozar la vida, o bien generar tal rechazo por la lectura que castigo sea, en su futuro, cualquier encuentro con un libro. Lo cierto es que se trataba de mucha responsabilidad y ella era capaz de capearla con extraordinaria nota y cultivar lectores en un huerto con muchas necesidades, llamado aula.
Tenía -aunque hace años que no la veo, seguirá teniéndola- una capacidad innata para conocer a las personas, saber de las pasiones que las rodeaban. No necesitaba muchos encuentros. Afirmaría sin error a equivocarme que le bastaba con un par de miradas y pocas palabras.
En mi caso, admiraba mi pasión sin límite por la naturaleza y el creciente interés que manifestaba entonces por la creación literaria. En aquellos momentos -finales de la primera década del presente siglo-, estaba dando mis primeros pasos como escritor. Leía mucho y escribía más. Muchos eran borradores que acumularían polvo en viejas carpetas, otros tenían potencial para acabar en algo más serio.
Recuerdo que en mis lecturas me apasionaban los personajes con personalidades arrolladoras, amantes de la vida y de sus valores, que defendían hasta el extremo de poner en riesgo las propias. Lázaro de Tormes, Kim, Franz, Santiago, Acab, Zorba... ¡eran tantos y tan arrebatadores como lo eran los autores que les habían insuflado vida!
Fue así como un día le hablé a Maite de Zorba, del personaje y de la película, de Anthony Queen y de su baile, de su envidiable pasión por la vida, y fue así como le confesé que no había leído la novela, pero estaba prendado de su personaje cinematográfico en la famosa película oscarizada.
Hablamos apenas pues, entre clase y clase no hay tiempo para mucho más. Días más tarde me sorprendería con un regalo que conservo con enorme cariño en mi tan particular como personal biblitoeca.
El libro es una edición de Alianza Editorial-Carlos Lohlé perteneciente a su colección: El libro de bolsillo. Se trataba de su primeras edición, fechada en 1985. Me gusta el color azul cielo de su portada, sobre el que destacan con letras mayúsculas azul prusia el nombre del autor: NIKO KAZANTZAKIS y su título: ALEXIS ZORBA EL GRIEGO.
Bajo la media portada ocupada por las letras, una escultura rosa muestra parte de un rostro -sólo nariz y boca- aprisionado por dos placas metálicas que sujetan la estructura con dos barras roscadas, ambas sin cabeza y ajustadas a la figura con cuatro tuercas. El diseño de la misma correspondía a Daniel Gil, un diseñador gráfico español tan prolijo que sólo con esta colección de Alianza Editorial diseñó más de cuatro mil portadas para sus libros.
Lo cierto es que la imagen daba la sensación de una opresión mayúscula. Lo cierto es que me animaba a desvelar la razón de aquella figura escultórica tan singular. Y de eso se trataba precisamente, de captar la atención del lector, de sugerir su lectura con el uso de un lenguaje gráfico moderno y actual.
La contraportada explicaba mejor que nadie al autor y su obra. Es por ello que paso a copiarlo literalmente, con la sana intención de que si no conocen esta obra magna de la literatura universal, puedan buscarla -Amazon lo tiene en su web, gratis como audiolibro y por un euro y medio en papel con tapa blanda-, pero si el deseo es leerlo, gratis se encuentra en www.mxgo.net.
"La vigorosa personalidad de NIKO KAZANTZAKIS (1883-1957) -narrador, dramaturgo, Zorba el griegopoeta, político y viajero incansable- encuentra su expresión más acabada en ALEXIS ZORBA EL GRIEGO (1946), seguramente la obra más difundida de la literatura neohelénica, traducida a más de una veintena de lenguas y llevada a la pantalla en 1965 por Michael Cacoyannis. Escrita en la isla de Egina durante la primavera de 1941 bajo la ocupación alemana, los protagonistas de la novela son dos figuras antitéticas unidas por una común aspiración de libertad: Zorba, ávido de vida, impulsivo, burlón y sensual, es el hombre elemental que vive en armonioso entendimiento con el unverso; el narrador, enfrascado en la redacción de un manuscrito sobre al vida de Buda, constituye el prototipo del intelectual incapaz de una acción irreflexiva y para quien la liberación reside en el completo dominio de todas las pasiones. El eterno conflicto entre el espíritu y la carne, siempre presente en la obra del gran escritor cretense, adquiere una nueva dimensión en esta novela, creador de uno de los personajes más singulares y atractivos -encarnado en la pantalla por Anthony Queen- de la narrativa contemporánea."
No podía redactarse mejor carta de presentación. Entenderán el por qué de mi lectura inmediata. Enamorado de la película, del extraordinario papel de Anthony Queen, recordaba, escena a escena, todo el argumentario de la misma.
A sabiendas de que las películas son incapaces, salvo honrosas excepciones, de alcanzar el rigor y nivel de los originales escritos, el gozo y placer que me esperaban eran mayúsculos.
Y así fue.
Antes de comenzar su lectura, encontré una dedicatoria -la original y primera-, en la página de cortesía. Respeto la intimidad de la misma, el texto y su autoría, quedándome sólo con su última frase, dos renglones que definían la razón esencial, el por qué aquel libro había terminado en mis manos:
"Porque Zorba y tú os hermanáis sin duda en el entusiasmo con que miráis la vida"
Si escribo esta frase es por la estrecha relación que guarda con la dedicatoria que, más tarde, Maite escribió para mi.
"Zorba, fue un honor conocerte y escucharte hablar de pájaros, de turcones, de travesías, de barrancos. En realidad, siempre me ha parecido que hablas de una sola cosa: de la fascinación por vivir. Gracias por eso".
El mismo honor que siento yo, querida Maite, hermanados en la creación literaria, en la pasión por la literatura, en el amor por la vida, en soñar y sentir. Siempre supe que, en este mundo de lectoras y lectores, Zorba soy yo y eres tú por el entusiasmo común con que saboreamos la vida.
Trs la lectura del libro, estoy convencido de algo. "Un centenar de lagartos" -mi segunda novela publicada-, surgió de la necesidad de recrear mi particular Zorba canario. De nombre Doramas no va a la zaga del griego en cuanto a la pasión por vivir y la defensa de la libertad y otros valores esenciales del ser humano y la vida. Tal vez por ello inicié la publicación, tras los agradecimientos, con aquella cita del libro en cuestión: "Su alma avanzaba mucho más ligera que el mundo", en clara alusión al personaje del libro de Kazantzakis.
Es posible que hayan pasado dos décadas desde el recibo de tan entrañable regalo. Y ahora, a finales de agosto de dos mil veinticuatro, en unas rocas junto a la marea, comienzo de nuevo su lectura. Sonrío ante el viejo olor de este libro, con sabor antiguo. En mi mente, una trinidad de Zorbas: el personaje, Maite y este agradecido lector.
"Me encontré con él por vez primera en El Pireo. Había bajado yo al puerto para embarcarme con destino a Creta. Era un amanecer lluvioso. Soplaba fuertemente el siroco; hasta el cafetín portuario llegaban las salpicaduras del oleaje. Las puertas vidrieras estaban cerradas, el local olía a emanaciones humanas y a infusión de salvia".

José Manuel Espiño Meilán, amante de los caminos y de la vida. Escritor y educador ambiental.
Espiño Meilán, José Manuel
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Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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