'Por decir viva San Roque...'
Timiraos, Ricardo - miércoles, 14 de agosto de 2024
A mis padres y amigos, que me enseñaron a amar a mi Pueblo con la sencillez y fidelidad de los buenos y generosos, in memoriam.
Me acaban de despertar las bombas de palenque que anuncian la novena a San Roque, y desde una perspectiva progresista, uno piensa que, si los tiempos cambian y las costumbres también, cierta gente puede sentirse molesta con el estruendo. Ahora bien, personalmente, me traen recuerdos de cuando siendo jóvenes subíamos al monte por la la carretera y los atajos con la algarabía de la aventura y la juerga ante cualquier incidencia. Aquella caminata era un buen antídoto para la resaca de los cubatas del viejo Casino.
Subir a San Roque supone todavía cumplir con la tradición de dar testimonio de amor al pueblo, aunque ese amor sea hoy, desde mi punto de vista, escaso, casquivano o mercenario. El verdadero amor es humilde, sencillo, tierno, servicial como la gente del pueblo y se demuestra como el movimiento. Después está el falso, el del postureo de faceboock, el que se escapa por la boca, el que elude el compromiso, el que se vuelve egoísta y resulta protocolario. Sobra tanto amor fanfarrón y, lo peor de todo, el que no germina para hacer fructificar la semilla de muchos de nuestros predecesores en cuanto a trabajo altruista, solidario y comprometido con las necesidades reales del pueblo. Me sobran mentiras y me faltan los hombres comprometidos. Gente que haga lo que debe y hombres que sean capaces de llamar a las cosas por su nombre. Harto estoy de escuchar presunciones, disculpas, mentiras,tergiversaciones, atribuirse méritos ajenos...Pusilánimes encontré muchos, cómodos también, vanidosos a mogollón... Sinceramente, creo que hasta el perro, ese Can de San Roque que aliviaba mi dolor, se ha vuelto mudo y hoy medra la barbarie, la insensibilidad, la dejadez y abundan los pasotas ante la apatía generalizada. Aprendieron desde la comodidad que callar es sinónimo de buena persona y protestón de mala y que exigir derechos y mejoras es un defecto a erradicar. Faltan críticos y me insulta el eslogan de Galicia calidade cuando en mi pueblo carece de médicos, de carreteras, de industria y sólo se ve apagar por falta de una política eficaz donde su juventud tenga cabida. Me hastían las falacias, las reyertas ideológicas y, sobre todo, la falta de esperanza. En un lugar donde la libertad está amordazada por redes sibilinas de favores y silencios cómplices, todo lo que sea tratar de romper esa tupida red es tarea de quijotes. Y aquí sobran Sanchos. Y si de la peste, según la creencia, los libró San Roque, de la estupidez de ciertas creencias no los cura el Sergas, ni el colegio al uso. Si acaso la reflexión, la fructífera lectura y la lucha por la vida que es el camino de los hombres.Y Viveiro necesita, repito desde mi punto de vista, esas cosas.
Ya en la cima, el día 16, antes de la misa cada cual desayuna según su costumbre. Mi visita a la parrillada resulta siempre un auténtico placer con mi bocata y mi tradicional y anual chocolate. Después, saludos cariñosos, cada año más escasos porque ya se han ido muchos amigos, y visita a la panorámica, que cada año pierde un poquito de su encanto. La avaricia y la barbarie unida debiera ser vencida.
Hasta hace algunos años era costumbre reunirse un sanedrín cívico en el que también abundaba el postureo y aparecían las penúltimas tendencias de los proyectos para el pueblo. Asistí a él alguna vez como observador. Siempre surgía algún fabulista que dejaba caer lo que se suponía información privilegiada, que no era otra cosa que flores de su magín. Mi vida está llena de Cunqueiros y otros fabuladores patrios, todos ellos muy originales y artistas, pero lo que aquí se precisa son personas que resuelvan problemas. La vida es tan real como ese mar que tanto admiramos. Y de esa realidad el flautista de Hamelin no habla. Esa es desde hace muchos años mi eterna oración.
Libres de la peste, pandemia casi superada, parecemos...pero de los males, Sr. San Roque, nos debes unas cuántas.
Muchos ponemos el Santo y así nos abrimos a la esperanza, pero ésta, por muy verde que nos la pinten, no madura. No, no es siempre la culpa del siempre esquivo sol, es de que la apatía, la desidia, la comodidad, el egoísmo, la indiferencia,,,se han adueñado de nosotros y hasta nos han robado la gratitud al trabajo altruista. Personalmente, sólo la sonrisa inocente de los niños amortigua mi desazón. Y, por supuesto, mi complicidad con algunos gaiteiros amigos.
Y en la misa, acto central de la romería, cada cual ofrece sus oraciones por lo que precisa. A nadie importa si vivimos con nuestras ideas religiosas en la fe o la duda, sólo cumplimos con el rito clásico y caminamos acompañando en procesión a San Roque y La Virgen María en su paseo anual con la íntima ilusión de ser escuchado. Es lo máximo a que puede aspirar un hombre.
Y ya suena la música y un corro de churumbeles bailan, saltan y caen para regocijo y diversión de romeros entre alegrías de gaitas y tambores. Bonito resulta el espectáculo de gente que se anima e incorpora al son de nuestra enxebre música. La gaita es el alma del pueblo.
Ya queda poco chocolate en las mesas de las pandillas. Estaba tan rico que siempre se acaba pronto. La gente se va recogiendo y todavía algún rezagado un poco enchispado le pregunta a los amigos si bajan en coche o andando. Él, consciente de su estado, decide darle trabajo a los gemelos y disipar en la caminata los efluvios sobrantes. Queda mucho día y no es cuestión de estropearlo.
La fiesta se traslada al Pueblo y la sesión vermout espera por el último romero. Un año más siguen las patronales. Por mi parte voy a buscar a mi amigo O Can de San Roque y pedirle un recambio que a mi se me agotan las pilas y ya ando con garrota. Felices Fiestas y que la vida nos resulte llevadera.

Timiraos, Ricardo