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Esculturas e imágenes

Valadé del Río, Emilio - martes, 06 de agosto de 2024
Me gusta la iglesia de las Madres Agustinas. Me gusta su fachada barroca con aires rurales, su porche de entrada, con reminiscencias italianas y dándonos la sensación de encontrarnos en la antesala de un palacete. En este caso, el palacete sería la iglesia conventual.

Con planta de cruz latina y tres ábsides, nada más entrar produce una cierta sensación Esculturas e imágenesde oscuridad, debido a que la fachada está bloqueada por la presencia del edificio de una entiidad bancaria, que la tapa, así como la entrada de luz por el rosetón que debería estar en ella.

Pero pronto nos acostumbramos al cambio de luminosidad y descubrimos una iglesia muy familiar, con dimensiones muy acordes con el modo de ser de sus habitantes, las monjas, presentes, pero sin querer hacerse notar. La iglesia tiene tamaño adecuado, no impresiona ni busca la grandeza que parecen buscar otros edificios similares.

Sus paredes, desnudas, se beneficiaron hace poco tiempo de una buena labor de blanqueo. También esas paredes confieren una luminosidad ambiental grande, reforzada por al albor de la cúpula, semiesférica y de superficie lisa. Solamente discretos perfiles, de granito visto, muestran los límites de superficies.

Nada más penetrar, a ambos lados de la nave principal nos encontramos los respaldos de lo que pudieron ser asientos de un coro ya desaparecido, pero allí están invitándonos a evocar tiempos pasados.

Tambén a ambos lados de esta misma nave, hay dos buenos retablos, a los que se les retiró la mesa de altar, pero ellos siguen allí. Son hermosos, dorados, con ese tono propio de los retablos del siglo XVIII cuando fueron tallados y dorados por buenos artesanos. Las gubias trabajaron con gusto moldeando volutas, rizos y caracolas. Los dorados aún reflejan las luces que les llegan desde las lámparas. Bonitos los dos, ambos están rematados por la representación de un pelícano, símbolo de Jesús, ya desde antiguo, pues S. Tomás de Aquino lo utilizó. Ambos pelícanos tienen las alas en disposición al vuelo.

Clasifico en dos grupos las imágenes situadas en estos dos retablos. Unas, anodinas, fabricadas en serie, que responden a devociones populares actuales. Otras, hermosas, los siglos no pasan por ellas por más que sus ropajes imiten remolinos de vientos o caídas tranquilas de caminante reposado. Algunos representan a santos desconocidos en la actualidad y ya carecen de devotos. Todas estas imágenes descansan en hornacinas cuyos fondos reproducen paisajes pintados, como si nos los hubiésemos encontrado al pasear. Lástima que el tiempo ha sido cruel con estas imágenes, dejando en ellas una fea pátina de polvo, que convendría retirar con métodos especializados.

Si hablo de imágenes, recuerdo que en esta iglesia se celebran actos en honor de patronas de otras tierras, como la Santina y la Virgen de Montserrat. Ësta tiene su imagen en el retablo de la derecha y, en la cima del retablo, es posible ver un Ángel de la Guarda, vestido al modo griego, que guía a un niño. Bonita imagen pero muy sucia, digna de lugar más visible y una buena limpieza. Los años son los únicos culpables de estas huellas de polvo, de ningún modo las monjas.

En el ábside derecho hay un grupo que quiero comentar. Es un Misterio, entendiendo que se conoce con este nombre a cualquier representación, de más de una figura, de un momento de la vida de Jesús. Éste recibe el nombre genérico de Calvario: Jesús en la cruz y a su lado en pie, su Madre y S. Juan. Si nos fijamos, tienen diferente estatura, y no es un error. Es el modo que tenían los escultores de realizar una especie de perspectiva, adjudicando el tamaño mayor al personaje más importante, yendo los demás disminuyendo en tamaño de modo proporcional a su importancia en la representación. Un método estrenado por el Maestro Mateo en su Pórtico de la Gloria.

Me gusta este Misterio. La Madre afligida y un Juan adolescente y barbudo, como muchos muchachos de hoy que viven su adolescencia dejándose crecer la barba, como señal de autoafirmación. Con el tiempo, unas ingenuas peanas puestas bajo la Virgen y S. Juan, buscaron compensar las diferentes estaturas, sin lograrlo. Tampoco hacía falta, pues nadie lo notó.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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