Camino de Santiago. Camino de experiencia vital.
Méndez, Ricardo S. - jueves, 25 de julio de 2024
Después de un período de reflexión, el caminante toma su decisión. Cada paso que da, es previo al sacrificio que el peregrino se ha propuesto entregar. El que transita este "Sendero" lleno de energía telúrica que impele hacia la introspección de uno mismo, ha de tener claro el "justiprecio" que habrá de sufragar, considerándolo como pérdida si no alcanza la meta, pues el "yo cómodo" ha de ser dominado por el "Yo Voluntad".
Es ese "Yo Voluntad" quien debe imponerse a las propias limitaciones. El peregrino puede caer, como cae en su vida personal; puede desviarse del sendero marcado, como sinónimo de extravío, pero cuando el peregrino de la vida se descarría, tarde o temprano tendrá que compensar ese desvío.
Distintas a todos los demás, el peregrino tiene sus fuerzas, porque es singular, no un rebaño, y por lo tanto, no es posible dictar reglas rígidas que a todos abarque de igual perfil, pues el joven, con su ímpetu, pretende comerse el "Camino" en dos etapas, lo mismo que en la vida pretende conquistar y adueñarse del mundo a la primera de cambio, pero allí en el "Camino", surgen las piedras que le señalan los límites de sus fuerzas, aprendiendo de esta forma a controlarlas.
Y así, pateando el sendero hacia la meta, el peregrino va atravesando las etapas que todo ser humano debe superar en su camino vital, tales como:
Una aceptación primordial para acoger y recibir lo que llegue inesperado en ese "Camino" emprendido.
Una adaptación al medio, cruzando puentes, veredas y llanuras que en cada momento se presentan, como en su vida personal ha de semejar lanzando puentes de entendimiento entre las personas, abriéndose a nuevas ideas al tiempo que se mantiene firme en su intención de seguir adelante.
Un discernimiento a la hora de seleccionar un camino u otro, así como en su vida, sabiendo distinguir entre lo que es real y lo que es irreal, entre lo justo y lo injusto, entre lo útil y lo perjudicial.
Una ausencia de miedo al caminar solo por esos parajes agrestes y sombríos, y que en su vida condiciona su naturaleza de manera constante; con sus miedos al sufrimiento, a la muerte, al futuro, a circunstancias particulares, a la soledad y otros...
Una humildad, cuando en la soledad del "Camino", observa la grandeza de esa naturaleza que le rodea y le minimiza, haciéndole sentirse impotente ante tal magnitud y grandeza, induciéndole a aplicar ese sentido de humildad a su vida, y aunque no escondiendo sus ingenios y propias virtudes personales, no las exhibe o publica constantemente.
Una comprensión al ver cuando avanza, que es uno más con el conjunto de peregrinos y romeros hacia la misma meta, y que en su vida personal adaptará con sentido de integración, no de separatividad, haciendo colaborar mente y corazón.
Una atención constante al medio que le rodea, para saber ver y observar todo con serena expectación mental.
Una perfecta adaptabilidad psicológica de acuerdo con las situaciones que le vienen dadas por las circunstancias de la propia peregrinación jacobea o en su caso, vital en cada momento de su diaria vida.
Y así, el peregrino en su transitar pasito a pasito, va alcanzando una conciencia interior que comienza a despertar, siendo consciente que la vida de la personalidad ya no tiene importancia, y que "algo" lo vuelve hacia su interior, como si tuviese dentro de sí un potente imán que lo atrae hacia su propio discernimiento, y una vez allí, sabe que ha llegado a Santiago, a su "Yo Superior", al que realmente debe dirigir su propia vida.
Y por eso allí, en Santiago, o como hacían los antiguos druidas celtas y aún los mismos templarios en su caminar siempre hacia el oeste hasta llegar a "Finisterrae", el peregrino quema su ropa, para que ese fuego purificador, le otorgue la facultad de comenzar una nueva vida de renacimiento espiritual, una ampliación de conciencia, como fruto de su evolución personal al regresar a su país o lugar de partida, sabiendo a partir de ese instante, que Dios está en su interior orientándolo en todo momento, y que ya no es necesario buscarlo fuera.

Méndez, Ricardo S.