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Telde, ni plan de reforestación ni cinturón verde

Espiño Meilán, José Manuel - domingo, 14 de julio de 2024

Dedicado a quienes alguna vez en la historia del municipio creyeron en la idea
de un Telde feraz y frondoso, como lo encontró en su día la viajera inglesa Olivia Stone
al entrar en su recinto histórico por el puente de Telde, a su paso sobre el barranco Real.
Telde, ni plan de reforestación ni cinturón verde
Hay municipios en esta isla que una de sus señas de identidad son sus plazas bien cuidadas y sus espacios verdes. No son necesariamente los más poblados pero sí han buscado sus munícipes que el verde y el mantenimiento de sus jardines se convirtieran en valores identitarios, heraldos de municipios acogedores y amables.
Cuando los registros poblacionales superan los cien mil habitantes, es el caso del municipio de Telde, son mayoría en el territorio nacional los que cuentan no sólo con una gestión admirable de sus zonas verdes, sino con una planificación de futuro donde el verde, a través de parques y nuevos espacios son un referente esencial para la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos y para hacer frente y mitigar los perniciosos efectos del cambio climático.
No les cuento nada de Europa, donde el planteamiento de reverdecer ciudades y su entorno no es una propuesta de futuro, sino una presente realidad que lleva décadas siendo uno de los ejes vertebradores de otro modo de concebir las propuestas urbanísticas y el mundo urbano.
Pero no hace falta buscar ejemplos fuera en los que referenciarnos. Aquí en la isla, otro municipio que supera con holgura los cien mil habitantes, -avanza sin pausa hacia los cuatrocientos mil ciudadanos de derecho, pues de hecho ya los sobrepasa-, tiene en marcha un proyecto que lleva varios años desarrollándose y que, visto objetivamente se trata de una iniciativa tremendamente ambiciosa. Ahí está, en marcha y a punto de convertir su primera fase en una gozosa realidad.
Es noticia en estos días, en los medios de comunicación escrita, que una alfombra natural de doce kilómetros cubra el recorrido existente entre Tamaraceite y Ciudad Alta, adelantando en la presentación de este soberbio proyecto la fecha de finalización de la misma: finales del próximo año 2025.
Veo el mapa que ilustra el rotativo y encuentro envidiable la imagen que observo: una mancha verde extendiéndose entre ambos núcleos poblacionales consolidados, núcleos capitalinos que como ustedes bien saben, soportan una alta densidad poblacional.
Y me alegra en extremo, porque soy caminante habitual por el territorio que desde Tamaraceite se extiende hasta la zona recreativa de San José del Álamo, laderas y humedales de San Lorenzo y sé que estamos hablando de un amplio territorio que cuenta con decenas de estanques, presas de pequeño y regular tamaño, una buena representación de pinar canario en buen estado y cientos de árboles en pleno desarrollo, producto de una reforestación llevada a cabo con el loable objetivo de recuperar las laderas y vaguadas del bosque termófilo que existió en el pasado. El barranco Los Chochos, con su presa abandonada a la orilla de la carretera que sube hacia San José del Álamo, y el barranquillo de la Morena, también con presa propia, se unen a la cañada de Piletas y su presa con agua todo el año, y a la de la Mayordomía en el barranco de Tamaraceite, para confirmarnos que nos encontramos ante un espacio rico en agua y en estanques de diferente tipología pues son más de un centenar los aljibes, gavias y estanques que podemos identificar en la cartografía más actual de GRAFCAN.
Y me alegra el avance en la ejecución del proyecto en marcha porque lo previsto en la prensa, iniciándose en Tamaraceite, ladera y barranco abajo, se unirá al corredor verde que ya cuenta con varias fortalezas existentes: bosquete de pinar canario, repoblaciones con especies termófilas, manchas dispersas de acebuchales, viejas repoblaciones en el área que circunda la zona recreativa de San José del Álamo donde destacan centenares de dragos, palmeras y pinos canarios, etc.
Estas reforestaciones han enriquecido e incorporado los escasos árboles existentes, relictos botánicos de un pasado arbóreo, tanto en las laderas de la zona como en las barranqueras. Así, acebuches, lentiscos, almácigos, dragos, palmeras canarias, pinos canarios prosperan con la fuerza propia de especies adaptadas a las inclemencias del tiempo en la zona, a periódicas sequías, a fuertes insolaciones y a mantenerse con la humedad aportada por los alisios que cubren de nubes los atardeceres y noches de este territorio con orientación norte.
Los doce kilómetros de verde a los que hace mención el artículo, sobre los que está en marcha una intensa forestación urbana, no son más que la primera fase de un Plan Director de Infraestructuras verde-azul y Biodiversidad -así han bautizado el Proyecto sus creadores-, presentado por el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, a finales del pasado mes de junio, mes que se iniciaba con la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente.
Está bien definido el Plan de actuación y así, desde el Lagartario existente en el barranco de Tamaraceite, la mancha verde recorrerá los barrios de La Mayordomía, Hoya Andrea, Los Tarajales, Siete Palmas, Las Torres para culminar en el parque urbano más extenso de Canarias, con más de 300.000 metros cuadrados de zona verde y un amplio parque deportivo, de ocio y de zonas infantiles. El barranco de la Ballena, consolidada su zona verde con abundancia de especies arbóreas, servirá de nexo de unión para continuar la forestación de este corredor verde programado.
La primera fase de la que estamos hablando, está dotada con fondos europeos y cuenta con una partida de 4.2 millones de euros. Actúa sobre medio millón de metros cuadrados donde se plantarán más de seis mil arboles y una cantidad similar de especies arbustivas.
Presentado el proyecto, los representantes públicos aprovecharon para informar sobre la renaturalización que se está llevando a cabo en el municipio en 140 kilómetros de Telde, ni plan de reforestación ni cinturón verdebarrancos, lo que supone una intervención sobre doscientas hectáreas de espacios que favorecerán los corredores verdes planteados y la conexión ambiental entre zonas verdes, culminando con la creación de un gran espacio urbano en el istmo y la renaturalización de mismo.
Si damos credibilidad a este Plan director -sinceramente yo soy optimista y aplaudo un proyecto tan ambicioso como necesario-, la renaturalización de la ciudad de llevaría a cabo a través de seis líneas de actuación y veintisiete acciones concretas a desarrollar en los próximos diez años.
Lo cierto es que, utopía o no, esta propuesta trata de llevar al municipio de Las Palmas de Gran Canaria hacia una municipio verde, sostenible y con una mayor calidad de vida.
Tras la lectura sosegada del artículo que da fe del proyecto presentado, me quedo con dos ideas: la primera es que se trata de un ambicioso proyecto que tiene claras sus líneas de actuación y su temporalización.
La segunda es que está a punto de culminar la primera de ellas y eso se traduce en la forestación de unas cincuenta hectáreas, es decir llevar el verde a medio millón de metros cuadrados.
Tras la lectura y reflexión consiguiente, dejo lo capital para centrarme en el municipio donde resido, Telde y analizar, si existe, un proyecto esperanzador en ésta u otra línea de gestión.
El resultado es decepcionante. En el planeamiento de la actual corporación, nada encuentro referente a reverdecer el municipio y mucho menos alguna propuesta ambiciosa tendente a generar corredores verdes cuyo objetivo sea mejorar la calidad de vida de sus conciudadanos, mitigando de paso los perniciosos efectos que acompañan al cambio climático, más acusados aún en los núcleos urbanos más poblados.
Lo cierto es que, por mucho que indague, pregunte e investigue, no sólo no existe proyecto alguno -lo que supone de facto décadas de retraso tanto en la ejecución como en la demanda de fondos de ayuda que, sin embargo, otros municipios de todo el territorio, tanto insular como peninsular, tiene aprobadas y están ejecutando con fondos europeos del Plan de Recuperación, Transformación y Resilencia de los fondos Next Generatio EU de la Unión Europea, sino que me temo algo peor y es que, por poco que uno mire, la impresión que da este municipio en materia de reforestación y acciones para contrarrestar los efectos del cambio climático, es que estamos caminando en dirección contraria.
Me explico, mientras en Las Palmas de Gran Canaria y en decenas de ciudades con más de cien mil habitantes, se plantan miles de árboles, se crean corredores verdes, se peatonalizan sus núcleos urbanos, se mitigan los efectos de la contaminación sonara -eliminando ruidos-, se potencian y desarrollan carriles bicis y sendas peatonales para vertebrar y conectar los barrios sin necesidad del uso de vehículos contaminantes, observo y analizo con calma el municipio de Telde y desaniman las conclusiones a que uno llega. Sólo se parece a todas estas ciudades en el censo poblacional. Nada más.
Nada encuentro de estas realidades más saludables ni vislumbro actuación alguna encaminadas a paliar este déficit. No existen medidas mas benignas para el medioambiente ni tan siquiera más beneficiosas para su ciudadanía.
No es ésta una impresión puramente subjetiva. Es la impresión generalizada de muchos ciudadanos y visitantes del municipio. Pondré algunos ejemplos que ratifican mis conclusiones.
Primero: una tras otra, todas las zonas agrícolas que se suceden en el cinturón costero desde los riscos de Malpasao -antigua zona de cultivo de tomates a cielo abierto- hasta Ojos de Garza -con invernaderos aún en explotación-, sólo se les contempla un futuro: su urbanización. Prima la ampliación de zonas industriales -de hecho ya están creciendo todas hacia la costa, a cuenta de estas zonas, antaño agrícolas-, de centros comerciales y sus dotaciones de aparcamientos e infraestructuras asociadas, de áreas de servicios varios: gasolineras, talleres, almacén a cielo abierto de vehículos, de instalación y ocupación por campos eólicos, campos solares, ….
Cuestión de tiempo -poco, a la marcha que vamos-, si observamos la tendencia a ocupar todo el suelo disponible existente ente la GC-1 y la línea de costa.
No hay duda alguna en que pesan más los intereses privados que los intereses de la ciudadanía y la inexistencia de un proyecto claro que pretenda reverdecer el municipio y crear corredores verdes de futuro, en aquellas zonas que por su singularidad y disponibilidad aún lo permiten, hipotecará la posibilidad de llevarse a cabo.
Olvidémonos pues de zonas de forestación y ocio al estilo de las planteadas por el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en sus barrancos, el istmo y el Confital. Jamás hubo interés en Telde por preservar suelo para tal uso en todo su litoral ni crear corredores verdes que unan sus barrios -piensen sólo en los diez mil metros cuadrados para crear zona arbolada y de sombra, desde Melenara hasta el cruce de Melenara, articulando así una línea verde desde los barrios costeros de Clavellinas, Salinetas y Melenara hasta Casas Nuevas y el cruce de Melenara, y no se ha hecho nada por desarrollarla y tiene toda la pinta que jamás se hará a pesar del sufrimiento de sus vecinos y usuarios de caminar por las aceras bajo un sol inclemente y sin una esperanzadora sombra.
Es triste plantearlo así pero, si tenemos algo de suerte en la costa teldense no se debe al interés mostrado por los dirigentes políticos durante tantos años sino por la existencia de dos Sitios de Interés Científico -espacios naturales protegidos- y los yacimientos arqueológicos ubicados en ella que, protegidos por Ley, han preservado a duras penas una pequeña parte de ese litoral.
Segundo ejemplo de gestión equivocada, en contra de la tendencia imperante en tantas ciudades semejantes, está vinculada a la eliminación sistemática de los árboles y los espacios arbóreos del municipio, empobreciendo de una manera notable los espacios urbanos donde estaban ubicados. El ejemplo más claro de esta sangría se encuentra en el goteo constante de árboles cortados desde su base o que han dejado secar por falta de riego y cuidados -las fotos que acompañan este artículo dan fe de ello-. No hay barrio donde la tala no sea la única respuesta a la demanda de algunos vecinos. Jamás se planta un árbol en el lugar del talado, seco o arrancado. Podría plantearse otras especies más idóneas, más apropiadas, pero tal acción no se contempla porque jamás fue ese el objetivo, la línea, la tendencia. La gestión planteada y la directriz bien definida es otra: erradicar el árbol y cubrir el alcorque vacío con una buena capa de cemento. Punto y final.
Tercero, manipulación del lenguaje. Se trata de tergiversar el significado de lo expresado. Llamar a una cosa por otra, confundir a la población, tratándola como si fuera infantil o, peor aún, guardar silencio, y así -es importante aclarar que en este artículo y en esta gestión no nos dirigimos exclusivamente a la actual corporación sino también a la anterior, y a la anterior de la anterior y nos tememos que como no haya algún proyecto en esta línea, la tendencia a continuar con un municipio sin árboles la perpetuarán futuras corporaciones-, se bautiza pomposamente parque urbano de Melenara a una plaza artificial sin árboles, donde sólo crecen arbustos y cuya única sombra la propicia una lona cubriendo una desangelada losa de cemento -acérquense ustedes y díganme cuando han visto a alguien bajo la lona y sobre la plataforma de hormigón recalentada-, artilugio con fecha de caducidad -las inclemencias climatológicas se encargarán de ello- y que supuso un presupuesto extraordinario que no deseo explicitar para evitar manos a la cabeza y sustos innecesarios. ¿A ésto que observamos le llaman parque? Inconcebible tanta desfachatez o tanta ignorancia pues un simple diccionario les sacaría del error refiriéndose a un parque como zona arbolada.
Misma tendencia aplicaron a la hora de “mejorar” y dotar de mayor accesibilidad la plaza costera de Melenara y la mejora consistió en cubrirla por completo de hormigón, imposibilitar el más mínimo espacio para plantar un árbol -no existe la profundidad necesaria para el desarrollo de sus raíces pues hay cemento bajo los parterres-, condenar al solajero a la población -nadie puede sentarse en sus escalones de cemento pues su temperatura, expuestos todo el día bajo el sol, es incoportable-, y en esta “mejora” que ningún ciudadano pidió, despilfarrar un millón de euros al tiempo que condenaban a los marineros, asiduos residentes y visitantes del paseo a la pérdida de las dos únicas sombras que les proporcionaban dos tupidas enredaderas, buganvillas que hacían las delicias de los que jugaban a las cartas o al dominó y aportaban color y belleza con su llamativa floración.
¿Cómo puede ser que no exista un plan de renaturalización en el municipio si lo tienen en marcha otros ayuntamientos -los de San Bartolomé de Tirajana -con su barranco de Fataga- y Las Palmas de Gran Canaria -con el proyecto ya expuesto- los conozco, pero hay muchos otros-, y decenas de centros educativos de todas las islas que gestionan sus zonas verdes y sus espacios libres en aras a mejorar la calidad ambiental de sus usuarios
Y como colofón, el cuarto: Éste hace referencia a la bien o mal llamada -el término utilizado no reviste mayor importancia-, rambla de Salinetas.
Hay muchas realidades incuestionables, sólo señalaré tres de ellas:
1. Bajo los árboles hay una diferencia en el gradiente térmico -entre dos grados y medio y cuatro-, con respecto a la temperatura tomada en la carretera expuesta al sol, que circunda el paseo. A los escépticos les digo: cojan un termómetro y pónganse bajo los árboles y esperen unos minutos. La misma paciencia deberán tener para tomar la temperatura luego, bajo el sol.
2. Bajo los árboles siempre corre una brisa, un agradable aire que relaja el espíritu, mientras que fuera, el insoportable calor no lo permite.
3. Lo sepan o no, los árboles proporcionan vida, aunque muchas personas sean incapaces de verlo. Producen el oxígeno esencial para ella, juegan un papel crucial en el intercambio de agua con la atmósfera, dan cobijo a una pléyade de especies invertebradas y vertebradas que enriquecen la biodiversidad del lugar donde se encuentran y podríamos enumerar muchas más virtudes y valores que declino especificar.
Todas estas oportunidades fallidas, actuaciones que podrían convertirse en los primeros pasos hacia un corredor verde que se extendiera por la costa, aprovechando la mediana ya existente desde el cruce de la GC-1 hasta la urbanización de La Estrella, hablan de la falta de valentía de los munícipes teldenses, los de ahora y los de antes, y de la egoísta insensatez de algunos vecinos que sólo ven en los árboles, enemigos a quienes combatir y erradicar, demandando en cambio amplias aceras sin árboles, más aparcamientos, más carriles para coches en lugar de zonas arboladas o ajardinadas, pues el calor -dicen-, ya lo combatirán ellos en sus viviendas, si así lo creen conveniente, con instalaciones de aire acondicionado, aunque supongan un mayor gasto energético para ellos y un mayor coste ambiental para el planeta.
Nunca culminaré un artículo sin ofertar una luz al túnel, pues es posible aún. Sólo se necesita la voluntad de querer verla.
Así pues, ante los ojos de aquellos que consideran que ya es tarde para Telde, que mis planteamientos son fruto de una mente calenturienta, esbozaré el trazado de un posible cinturón verde, aunque es posible que jamás se lleve a cabo porque no interesa, porque somos así de provincianos, porque nos preocupa poco el bienestar ciudadano, porque el rollo ese del cambio climático es considerado por lo que no quieren verlo, más una falacia de radicales, progres y ecologistas que una realidad contrastada.
Imagínense un cinturón verde -no siempre tiene que ser arbolado, sino impulsado y desarrollado con la vegetación propia del sector donde se encuentre el espacio a tratar-, iniciado en en el solar de la zona industrial de Salinetas que se abre al mar -actualmente utilizado como parking improvisado de vehículos, asentamiento no autorizado de roulotes y con la suciedad propia de los espacios abandonados-, continuando con la forestación del solar ubicado al lado de la carretera junto a los viejos dragos que languidecen por falta de cuidados, -en la actualidad un erial polvoriento-, continuando con las dos filas existentes de ficus benjamina -laureles de Indias- que lucen espléndidas en la rambla de Salinetas y entrada a Clavellinas, continuando con la reforestación con árboles hasta los tarajales y pinos marítimos existentes en el frente de Melenara -los alcorques a los que hago referencia existen ya, sólo se necesita cambiar los ridículos hibiscos que jamás darán sombra alguna, por árboles de copa ancha-, continuamos la forestación en busca de Taliarte, Playa del Hombre, Hoya del Pozo hasta la Garita -para ello ya contamos con hermosos ejemplares de cardones de varios metros de diámetro y con algunos dragos y palmeras mal cuidadas, pero falta plantar decenas de árboles, tanto en la rambla como en ámbos márgenes de las aceras, para conseguir un buen corredor verde.
Llegaríamos así hasta la gasolinera de La Estrella, junto a la autovía GC-1, para ello ajardinando y forestando los espacios que hay a ambos lados, algunos ya de titularidad pública -recomiendo a quien tenga interés en tanto espacio abandonado que le eche una ojeada al PGOU de Telde-.
Pasada la salida de la Estrella, nos encontraríamos con una oportunidad única de dotar de una gran zona verde a toda la población de estas urbanizaciones. Un extenso parque urbano en toda la llanura de Malpaso con amplios zonas de ocio y deporte, un espacio que nos permitiría vertebrar este cinturón verde y continuarlo, con sendas peatonales y ciclables que permitan la conexión con el cauce del barranco Real de Telde, donde ya existe una interesante muestra de forestación autóctona; un pequeño bosquete de tarajales, modelo idóneo para desarrollarlo barranco arriba hasta alcanzar con una gran superficie arbolada el corazón de Telde, el puente de los Siete Ojos y los núcleos históricos y fundacionales de la ciudad: San Juan y San Francisco, bucólica imagen que tan buena impresión causara a la famosa viajera inglesa Olivoa Stome, a finales del siglo XIX .
Siendo ambicioso en el Plan a diseñar, una vez conseguida la financiación necesaria -no existe un momento más idóneo para recabar apoyos de los Fondos europeos-, y la puesta en marcha de esta primera fase, una segunda trataría de crear una zona de protección de litoral a base de reforestación con plantas propias del sector -costeras y cardonal tabaibal- que se iniciaría en el barranco de Silva hasta llegar al Sitio de Interés Científico de Tufia -que ya tiene su propio plan de gestión-.
Para esta segunda fase contamos con una realidad esperanzadora: esta zona de costa acantilada se encuentra libre de construcciones hasta la playa de Aguadulce. La labor de renaturalización pondría en valor el deteriorado yacimiento arqueológico que hay en la ladera izquierda del barranquillo que dio lugar a la playa de Aguadulce y al horno de cal que se observa a pocos metros del yacimiento y que se encuentra en abandonado y notable deterioro.
Ahí tienen mi propuesta. Gran parte del terreno referenciado es de dominio público o afectado por la Ley de costas, pero dudo mucho que ni siquiera lo tomen en consideración. Esa es la realidad del municipio que tenemos. Un Telde acomplejado, apocado, que no siente el orgullo de ser la gran capital que fue en época aborigen, cuyos fieles representantes tampoco dan la talla en cuanto a valentía medioambiental y en pro de nuevos espacios verdes.
No puedo terminar sin dejar por escrito una premonición que en su momento recordaré a los lectores en éste y otros medios: la única zona forestada de todo el litoral de Telde son las ramblas de Salinetas. Pues bien, la mayoría de los árboles que se encuentran en ella así como los existentes en la acera más próxima a la playa, desaparecerán. Tiempo al tiempo. No hará falta esperar mucho.
Cuando no hay un proyecto integral de mejora, una idea clara del municipio que nos gustaría tener, en línea con el que iniciaba este artículo, presentado por los responsables del ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, sino un parcheo constante e improvisado que permite actuaciones como las llevadas a cabo en Melenara, nadie puede esperar otra cosa.
Algunos lectores pensarán que lo sugerido aquí como proyecto no es más que un sueño inviable. A todos ellos les respondo aportándoles dos ejemplos de una dimensión, una inversión y un trabajo infinitamente mayor que el necesario para reverdecer nuestro municipio.
El primero se refiere a la ría de Bilbao, que de ser una cloaca pestilente hace medio siglo, hoy es una ría de referencia en cuanto a limpieza, dotación de espacios públicos, zonas verdes y un extraordinario polo de atracción turística como jamás los bilbaínos pensaron lograr. En esa utópica restauración se necesitaba un referente mundial, una obra singular que abanderara la transformación de la ría y su entorno. Lo encontraron con el Guggenheim cuya presencia supuso un antes y un después. Eso sí, cada paso dado, cada logro conseguido ha sido meditado y se ha cuidado y mantenido, no abandonado a su suerte. Si hago referencia a ello es porque los parques urbanos de Telde, un orgullo para la ciudad, adolecen de un notable abandono -más pronto que tarde dedicaré algún artículo a su estado-, y a modo de ejemplo, sus torres están sin mayor cuidado y los relojes que lucen llevan años parados, herrumbrosos y abandonados, penoso ejemplo del mantenimiento que se extiende al resto de sus instalaciones -les invito a un paseo por el parque de San Gregorio y luego hablamos-.
El segundo se refiere a Lugo, mi ciudad natal. Hace medio siglo era un pueblo grande, posiblemente lo más parecido a lo que es Telde ahora. Un proyecto ambicioso la ha llevado a contar con orgullo con tres Patrimonios de la Humanidad, convertido en una ciudad con una presencia turística en crecimiento exponencial, propiciado por la peatonalización de todo su casco histórico, una ciudad universitaria de primer orden conseguido tras décadas de esfuerzo y firmeza, una ciudad con varios premios internacionales por su calidad de vida, por la calidad y pureza de sus aguas, por sus extensas zonas verdes y decenas de kilómetros de vías ciclistas, peatonales y deportivas ajardinadas, lo que se traduce en una atmósfera limpia, sin polución y saludable.
Al igual que Bilbao con su Guggenheim, uno de los elementos vertebradores del valor que tiene en la actualidad la ciudad de Lugo es su muralla romana, la única del Imperio que ha reinado hace dos milenios y que luce esplendorosa, conservada en su totalidad. Eliminar las viviendas que había adosadas a ella, limpiarla, restaurar sus paños y cubos y ponerla en valor hasta convertirla en el Patrimonio de la Humanidad que es, un referente artístico universal, fue cuestión de décadas, decisión y firmeza. Se derribaron muchas casas, se eliminó tráfico, se detuvo la degradación de las muralla bimilenaria y el resultado salta a la vista. Existía un proyecto de futuro que es ahora una realidad.
Telde cuenta con referentes únicos en patrimonio arqueológico, no en vano fue la capital de uno de los dos reinos aborigenes de la isla y con dos campos de volcanes sin parangón en la isla. ¿Algún dirigente ha hecho algo para vertebrar alrededor de estas fortalezas propias un municipio orgulloso de su histórico pasado y de su rico patrimonio volcánico? Nadie. Absolutamente nadie.
Hay tantos ejemplos, en ciudades semejantes, que han rescatado sus valores identitarios que sería prolijo traerlas aquí. Si alguien desea abundar en ello, la información en la prensas escrita, redes sociales y Google es abrumadora. Lo cierto es que el municipio de Las Palmas de Gran Canaria está en marcha. La reforestación que cualquier ciudadano desearía para su ciudad, avanza sin tregua.
Al final, como todo en la vida, no es cuestión de sueños, sino de voluntades.
Hay una pregunta clave: ¿Existe voluntad política en nuestro municipio, para cambiar la tendencia imperante? El tiempo dirá si queremos avanzar como ciudad con peso propio, con la originalidad que observamos en ciudades orgullosas de su pasado y su presente o como la ciudad dormitorio que tiende a ser, donde sus habitantes buscan cultura, deporte, comercio y diversión en ciudades o pueblos limítrofes.
El tiempo y las corporaciones municipales tienen la última palabra.
En pocas palabras el objetivo es claro, aunque su logro suponga una ardua tarea: se trata de recuperar el orgullo de la ciudad poniendo en valor las fortalezas que tiene el municipio y para ello necesitamos un programa bien vertebrado donde se expliciten las líneas maestras del cambio.
Confiemos en ello.

José Manuel Espiño Meilán, amante de los caminos y de la vida. Escritor y educador ambiental.
Espiño Meilán, José Manuel
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