
Dos países poderosos, Rusia e Israel, han invadido a sus vecinos. Ambos alegan "defensa propia", si bien en el caso de Rusia no hubo agresión previa y en el de Israel sí, aunque la respuesta está siendo a todas luces desproporcionada lo cual, si no los equipara, le anda cerca.
Rusia bombardeó ayer al menos dos hospitales, uno de ellos infantil, y la reacción de los habituales manifestantes pidiendo la paz ha sido un clamoroso silencio. No hay banderas de Ucrania ondeando en los edificios oficiales ni concentraciones en repulsa por la barbarie del actual aspirante a Zar. En la vieja cárcel sigue puesta, hasta donde yo sé, la bandera de Palestina (algo ilegal, dicho sea de paso) pero los colores azul y amarillo de Ucrania brillan por su ausencia.
La gran pregunta que debemos hacernos entonces es, ¿hay invasiones "buenas" y "malas"? ¿Hay masacres aceptables? ¿La ideología condiciona la humanidad de la reacción? Pues se ve que la respuesta a todo esto es que sí, que si simpatizamos con el invasor aceptamos mejor las barbaridades cometidas.
Pero verán, esto, que es perfectamente entendible desde un prisma personal y humano, es inaceptable si hablamos de instituciones, que supuestamente nos representan a todos. Yo mismo soy más proclive a comprender, por ejemplo, a la Resistencia que hubo frente a los nazis que a la ETA que mataba en democracia, porque, aunque ambas posturas son terroristas, hay diferentes condicionantes.
Que nuestro ayuntamiento, que mi ayuntamiento, elija la causa de un territorio gobernado por una teocracia homófoba y misógina es para pensarse en qué nos están metiendo a todos, mientras hacen la vista gorda ante los bombardeos rusos a hospitales.