La foto de la izquierda, es la obra de Montevideo. Las de centro y derecha, la transformación en Milán de una zona dura en una verde, que es lo que muchos nos esperábamos en Lugo.
Santiago Catalán, el arquitecto que diseñó la ahora destrozada plaza de Santo Domingo, compartió ayer un interesante artículo del Faro de Vigo que se titula: "Despavimentar: ciudades que quitan asfalto para que el suelo respire (y sus habitantes también)"
El principio en que se basa esta corriente es bastante obvio para cualquiera: cuanta más superficie de losas haya en una ciudad, en detrimento de la tierra, los árboles y el césped, más calor se refleja y menor es el bienestar de los ciudadanos ya que el agua de la lluvia corre por la piedra y no se queda empapando las inexistentes zonas verdes.
Con el verano que hemos tenido hasta ahora no lo hemos sufrido demasiado... todavía, pero ya ha habido un par de días de calor que han demostrado que la única parte peatonalizada de la Plaza del Ferrol (que curiosamente era la única que el sentido común indicaba que no se debía peatonalizar) se ha convertido en una especie de placa donde asarse vuelta y vuelta en cuanto salen unos pocos rayos de sol.

Si piensan que "al menos en invierno será calentita" están equivocados. La superficie lisa y muerta es como una especie de estepa en miniatura, donde el viento gélido hará que ningún ser vivo más o menos consciente quiera estar allí.
El artículo recoge múltiples ejemplos de éxito en esta política, y llama la atención particularmente una imagen del "antes y después" de Milán, donde un paseo de asfalto se convirtió en una maravillosa senda verde.
En Lugo, sin embargo, hacemos el recorrido contrario y el casco histórico de nuestra ciudad se está convirtiendo, a causa de un proyecto paradójicamente llamado "corazón verde" en un monstruo gris y antiecológico pagado con fondos europeos... en parte.
Nos esperábamos más jardines y más verde, más árboles y más paz... y tendremos justo lo contrario: talas de ejemplares antiguos por capricho para sustituirlos por raquíticas ramitas que tardarán décadas en alcanzar el tamaño de los que había, más cemento, más piedra, más losas y, sorprendentemente, más calles con coches circulando por todas partes.
Una vez más en Lugo vamos al revés.