Inmersa en un marco incomparable de olor milenario, donde agua, piedra y verde irisado conforman su imagen, todo me lleva a sentirme recreada en Compostela. Ese gozo casi inefable se funde con la Música -audible, aunque a veces casi imperceptible- que la invade, dando Vida a lo que parece inanimado.
Cada día, en papel, en el teclado o en mi mente, esbozo la página en blanco que, sin querer o queriendo, todos estamos redactando para luego comenzar otra nueva. Así es la Vida y así es la Música:

discurren en el tiempo, diluyéndose y rebrotando con nuevas tonalidades sin percatarnos. Así es también el peregrinaje a Compostela. Ése que desde distintos prismas estudian y debaten expertos investigadores reunidos cada año por estas fechas para tratar interesantes temas. En el
XIII Congreso Internacional de Estudios Jacobeos, ahora celebrado bajo el lema
"Metrópolis: Santiago y Roma. 900 años de historia", han aportado nuevas luces en sesiones de notoria entrega.
Santiago, apóstol y peregrino, impetuoso y fiel amigo del Salvador, derramó su sangre por haber llevado a cabo una misión que le hizo acreedor de tal devoción. Es algo que se escapa a la razón.
Hoy le dedico una
ofrenda con una retahíla de peticiones que, solo desde lo alto, contando con el esfuerzo humano, pueden tener remedio santo.
Pido esperanza y confianza, en un mundo que, sin ser peor que otros, está sobrado de desánimos y recelos, de abundantes maldades lleno.
Pido el don de apreciar lo que somos y poseemos, más allá de considerar nuestras limitaciones y carencias, por muy grandes y patentes que sean.
Pido sensibilidad y curiosidad sana para valorar, en su justa medida, lo que de verdad importa y lo que, fundamentalmente, entre tanta algarabía y oídos sordos, debiéramos querer alcanzar.
Más larga es la lista, pero basta ahora. Es momento de reposar, como todo peregrino en su 'andaina'.
El camino es cura para el cuerpo y para el alma. Hace milagros, ya se atribuyan a Santa María o a Santiago, como glosa en sus bellas cantigas Alfonso X, el Rey Sabio.
Seamos peregrinos de los de mochila y bordón en mano o zapato fino y camisa blanca, todos buscamos igual destino: paz, sosiego, encuentro con los demás y con uno mismo.
En todo peregrinaje hay contrariedades y adversidades, al igual que en la música suenan a la par voces distintas y dispares. Se impone buscar la armonía sabiendo que nadie es mejor que nadie, ni está por encima de nadie, ni tiene la última palabra, ni sabe más y mejor que nadie. De ahí nace esa polifonía plural y coral: la que cada uno -cada persona con su melodía- aporta con su propia identidad. Cabemos todos: altos y bajos, pobres y ricos, moros y cristianos. Es la mejor metáfora de la vida.
Cierto es que resulta complicado entenderse incluso en la misma lengua. Predominan palabras, conceptos y valores tergiversados. Se echa mano de un vocabulario reducido a mínimos porque algunos solo hablan con su táctil teclado. Por el contrario, el diccionario se ha ampliado con términos extraños, fruto de una renovación/globalización que más parece soga que verdadera unión.

El saber de todo es moda, aunque apenas sepamos nada. La ignorancia ya no es arrogancia: es la cultura de lo fácil. Partir de cero, como si no hubiese un pasado, parece el mejor legado: no cuenta lo que está ya escrito y experimentado. Ser joven en años (que no en espíritu) es valor añadido frente al peso y poso que marcaron la vida de nuestros antepasados.
En medio de toda esta atmósfera algo asfixiante, sin embargo, aún quedan gentes con espíritu solidario y constructivo que, con sus gestos y gestas, auguran que no estamos en un fin de era sino en una encrucijada, inherente al devenir humano. Y, en esa senda hay que seguir caminando.
Retomo la ruta para alcanzar la meta y cruzar el
Pórtico de la Gloria, puerta de acogida de Santiago, señor de la gran santa casa. Pasado el umbral y en silencio, continúo con mi ofrenda y comienzo mi cántico de alabanza por tal momento de perdón y gracia.
Poco dura la ventura. Hay estruendo. ¡El botafumeiro! Fascina... Pero me distrae: ¡es la melodía que lo acompaña! Una
misión me espera...
Sé que en el Archivo catedralicio reposa una sugestiva partitura: un
Himno al Apóstol Santiago de
Ch. Gounod, el del Ave María de siempre y de la ópera Fausto, a quien se atribuye tan propicio lema:
Europa se hizo peregrinando a Santiago. Gounod compuso el
Himno Vaticano. Malo será que ése no sea bueno.
¡Loado sea!
Roma y Santiago, metrópolis durante siglos reñidas y ahora más unidas. Y
Goethe ensalzando la peregrinación, fuente de reconstrucción espiritual y humana, senda de encuentro entre pueblos y personas, símbolo de fraternidad y vertebradora de la civilización que como fruto hay nos queda.
Santo Adalid, ¡en un santiamén vuelvo con ella! ¡Espera, que cantarte quiero nuevamente el
'E ultreia, e suseia!...
Pilar Alén, Profesora de la USC