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Las gafas de la opulencia

Timiraos, Ricardo - lunes, 24 de junio de 2024
A Cristian, un chaval que pasaba hambre.

Decía Einstein: "La mente es como un paracaídas: sólo funciona si se abre".
Seguramente como a usted, querido lector, de cuando en cuando nos toca la tortura de soportar a personas tan vacuas, superficiales, simples, pretenciosas, vanidosas, soberbias... que se ven ricas ante el espejo, que se visten de falsa humildad para engañarnos, y así coquetean restándose importancia, pero que en su fuero interno están henchidas de la soberbia que les proporciona la riqueza. Son personas que quieren disimular su ostentación, pero siempre disfrazan sus opulencias con triquiñuelas sin poder resistirse a presumir de sus logros, generalmente económicos y de estatus social. ¡Si supieran los muy cretinos el trabajo que hago para morderme la lengua!
Chaplin nos enseñaba que la vida es un teatro y no admite ensayos. Y nuestros profes nos mostraban un camino y nos decían que el suelo debe ser un referente para evitar pedestales. Después otros muchos también nos hablaron de charcos, caídas, piedras y con ejemplos hemos aprendido a levantarnos. Y al andar por ese camino, hemos aprendido que existen la niebla, los faros, los oteros... y las gafas.
Y ya puestos a nombrar, Alejandro Dumas decía: "La vida es fascinante, sólo hay que verla con las gafas correctas".
Así que cuando alguien en mi entorno me dice que no hay pobres, lo mando al oculista; no al de graduar la vista, sino al de la necesidad. Y le recomiendo que se baje del pedestal de la opulencia, que pise el suelo, que se lo pregunte a sus sirvientes, que salga de su cascarón, que visite los barrios marginales o que vaya a la parroquia de sus amores y hable con los responsables de las organizaciones humanitarias. Porque al rico epulón le conviene cambiar sus cristales para enterarse que, según los informes de distintas instituciones, sólo en España hay 9'7 millones de personas en riesgo de pobreza y cada día en el mundo mueren 24.000 personas de hambre.
Datos: El porcentaje de población española en riesgo de pobreza es el 26'5 %.
En situación de carencia material y severa aumentó hasta el 9%.
Dice la ONU en 2024: "El hambre se extiende en el mundo afectando al 20% de la población de 59 países. 281 millones de personas.
Podrá seguir desmenuzando las cifras, pero, decía mi compañero Vicente Manero: "Es inútil enseñar a quien no quiere aprender".
Y es que desde el megayate se ve mucho mar y, si se otean cayucos, se sumerge uno en la piscina, en el champán o con compañía en el camarote y se evita la ocasión. Si el pobre está caído en la acera, se le llama borracho y se pone esa disculpa; si tiene la osadía de acercarse a nosotros, se remite a servicios sociales; si pide a la puerta del súper, se le tuerce la cabeza para no darle nada. Es lo que tienen las gafas de no ver.
Pero la pobreza existe, y resulta insultante la indolencia de una sociedad cada día más egoísta e insolidaria. Y, si la vida nos ha favorecido, es preciso usar la memoria y recordar la solidaridad que se vivía en tiempos pasados y como se compartían las escasas pertenencias. Poco nos queda ya de los mandamientos aquellos que nos enseñaron de niños: "No robarás" y "no codiciarás los bienes ajenos". El dios dinero ha invadido nuestras vidas, no sólo llenan los bolsillos de los ricos, sino lavando los recuerdos de la honradez y la solidaridad. El egoísmo más atroz y absurdo ha ganado la batalla en una sociedad cada día más indolente y cretina. El dinero contamina las conciencias a la vez compra gafas de opulencia que limitan la visión de la realidad.
Y si volvemos a aquellos mandamientos: ¿Cómo se adquirieron tantos bienes? ¿A quien se explotó? ¿Qué trampa se usó?... Conocemos sueldos y condiciones de trabajo, conseguidores, enchufados y comisionistas, conocemos corruptos y corruptores... y lo hacemos sólo desde la observación. Ganar dinero no es difícil, lo difícil es ser rico siendo honrado. Además la vida da muchas vueltas y de ministro se puede ir a la cárcel y de gañán se puede convertir uno en D. Fulano. Después están los métodos de lograrlo. Ejemplos hay para dar y tomar.
Pero lo peor de estos pobres ricos es que se les olvidan muchas cosas: A veces les bastaría con repasar su vida y sus privaciones; a veces le llegaría escuchar a su conciencia y los reproches de ella; a veces les vendría bien reconocer las trampas que les proporcionaron tanto bienestar; les vendría bien también recordar a cuantos amigos o conocidos engañaron para enriquecerse... incluso a cuantos arruinaron por su avaricia. Y esas cosas no hay gafas de opulencia que las escondan. ¡Qué desfachatez resulta decir que ellos no ven pobres! ¡Qué ultrajante decir que ahora no los hay y que todo el mundo cobra, aunque sea una pequeña paga! ¡Qué asco me da tanta mezquindad!
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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