La regeneración de un río
Dedicado a todas y cada una de las personas que viendo en los ríos y corrientes de agua algo más que belleza, pues innegable es que son fuentes de vida, los defienden, conservan, protegen y disfrutan recorriendo sus orillas, escuchando embelesados la melodía del agua.
Por esta razón y muchas otras, mi rechazo más absoluto a la construcción de una nueva macrocelulosa en contra del sentir mayoritario de un pueblo. Parece imposible entender que hoy en día se pueda otorgar licencia a una empresa contaminante que necesita 46 millones de litros de agua diarios para alimentar un negocio privado -similar cantidad a la que consume diariamente toda la población de la provincia de Lugo-, y devolver una buena parte de ella al río, contaminada aunque lo negarán siempre, -sirva de ejemplo los daños causados y que sigue causando la celulosa instalada en la ría de Pontevedra y de cuyos daños y consecuencias se han escrito ríos de tinta-, con un gradiente térmico más elevado lo que supondrá daños irreversibles para los seres vivos del río y para el ecosistema. Más triste es, si cabe, que detrás de esta autorización se encuentren políticos y ex ministros -maldito cáncer éste de las puertas giratorias que en todos los partidos favorece colocar ex altos cargos en puestos estratégicos de las empresas privadas con el fin de avalar y apadrinar aberraciones como ésta-.
¿Hacia qué mundo estamos yendo y permitimos hereden nuestras futuras generaciones?
El río Rato siempre ha tenido para mí, un encanto especial. Es posible que surja tal estima personal de su manifiesta vulnerabilidad. No lo pongo en duda. Lo cierto es que se trata de un río que por su caudal y cuenca debería conocerse como riachuelo -en ningún modo se trata éste de un término despectivo, sino que obedece a la definición reconocida por la RAE como río pequeño y de poco caudal-. Lo cierto es que, en su nacimiento en las zonas encharcadas de As Gándaras, acaso ni eso es, pues inicia sus primeros pasos como un simple regato, sinónimo de arroyo pequeño.
Antes de situar este río en el mapa, deseo contarles algo de su historia.
Para ello necesito desempolvar viejos y olvidados recuerdos infantiles y acudir a otras fuentes informativas más solventes, aunque tengo que reconocer que la información obtenida de aquellos tiempos de la dictadura -mediados del pasado siglo-, referente a temas sensibles o delicados como la contaminación de ríos, rías, mar Cantábrico, Mediterráneo u océano Atlántico, estaba controlada y, si salía a la luz, o bien se negaba o se trataba con benevolencia, ninguneando los efectos perniciosos de los contaminantes y no observándose delito ni daño alguno en las acciones denunciadas.
Leo así que la mayor industria cárnica de Galicia, FRIGSA, iniciaba su andadura casi al mismo tiempo que nacía yo, finales del año cincuenta y seis éste que les escribe, principios del cincuenta y siete el matadero. La cercanía de sus instalaciones al cauce del río Rato no sólo aportaba al espacio circundante pestilentes olores relacionados con la matanza y el tratamiento diario de miles de animales sino que invadía sus aguas con algunos de los sobrantes generados por tal industria: fluídos orgánicos, vísceras
, que llegaban, bien de un modo directo, bien por limpiezas de las matanzas en forma de filtraciones varias que convertían el discurrir del río en un arroyo pestilente, sin vida, del que se apartaba la gente, tanto por prudencia como por salud.
Sirva un registro oral de un reconocido profesor de aquella época, don Armesto, recogido en un artículo del diario lucense El Progreso en el que afirmaba textualmente: Para ir a la escuela pasaba al lado del río Rato, que un dia iba teñido de rojo y otro de blanco. ¿Acaso es necesaria mayor explicación? Es evidente que no.
Pero el tiempo pasa y cierto es que a mediados de los años ochenta, tras un período donde la empresa entró en recesión y quiebra, el ayuntamiento lucense adquiere los terrenos asociados a la industria y sus dieciséis hectáreas se convierten en lo que hoy son, un pulmón verde en el corazón de la ciudad así como un referente cultural y deportivo de primer orden. Como primer efecto colateral digno de mención, el río Rato dejó de sufrir la severa y continua contaminación de su cauce, orillas, zona inundable y aguas y, de un modo paulatino, comenzó su regeneración natural.
Es este río un discreto afluente del padre Miño que, junto al río Fervedoira, unirán sus cuencas para aportar un reducido caudal al conocido río gallego que discurre a través de tres de sus provincias: Lugo, Orense y Pontevedra. Es desde esta confluencia -hay que sumarle un centenar de metros más arriba a la altura del parque de As Gándaras-, donde podemos disfrutar de un agradable paseo de unos tres kilómetros y medio que, a través de un camino natural acondicionado nos conducirá sin desvío alguno hasta su encuentro con el Miño.

En verdad, aunque el paseo aparece nominado como Paseo del río Rato y como tal se identifica en los paneles e información diversa referente al mismo, muchos lugareños denominan a este último tramo del río, el que discurre desde que los ríos Rato y Fervedoira unen sus aguas, como río de la Chanca, pues es ahí, en el barrio de La Chanca, donde ambos riachuelos forman un cauce común.
Ya es momento de situar este pequeño afluente. Lo localizamos al pie de la cara este de la ciudad de Lugo -cierto es que el corazón de esta ciudad está ubicado sobre un otero que mantiene con su anillo hidrológico una altitud diferencial de un centenar de metros, decena arriba, decena abajo-, en el valle formado por el cinturón acuático de este río y el Miño, pues éste continuará bordeando la ciudad al pie de su vertiente norte hasta perderse, tierra adentro, en la extensa planicie que forman varios municipios, recorriendo un territorio conocido como Terra Chá -Tierra llana-, una inmensa llanura de prados siempre verdes, surcada por numerosos ríos y riachuelos y con la presencia de numerosas lagunas.
Siempre había sido una incóginta para mí saber donde nacía este río y, hace apenas unos días, lo caminé contracorriente buscando el alumbramiento de sus primeras aguas.
De todos es sabido lo fácil que es recorrer el tramo final de este río, el reconocido como río de la Chanca, pues su paseo fluvial permite en buena parte transitarlo por ambas orillas, una la que discurre por la margen derecha, peatonal y ciclable, la otra bordeando pastizales y bosques, ladera ésta donde encontramos huertos urbanos y una cafetería con espacios lúdicos y soleada terraza.
Aguas arriba, justo tras pasar el parque de As Gándaras, el río desaparece pues, sin intervención alguna en sus riberas, cauce y agua gozan de la belleza y serenidad de un descenso puramente natural y así, el río Rato progresa entre feraces huertas de papas, berzas y hortalizas varias, apareciendo y desapareciendo según lo dictamine la frondosidad de la vegetación de ribera que, arbórea en gran parte de su recorrido, arbustiva y herbácea en el resto, oculta o muestra sus aguas.
Como es lógico, no es posible seguir su periplo junto al cauce pues al estado de los terrenos, impracticable, se le une el hecho de ser propiedades privadas. Prados encharcados y terrenos vallados sólo nos permiten intuir el discurrir del Rato por la vaguada formada por sus aguas, pero no visualizarlo.
Sin embargo, no impide tal dificultad el acceso a la zona alta de As Gándaras, amplio territorio donde se asienta un polígono industrial, y buscar los lugares donde el río surge. Una carretera nos acerca a alguna de sus fuentes. Aparcamos el coche y nos adentramos en el interior de un bosque, identificado a su entrada como bosque de la Casilla, un espacio arbolado donde las botas transitan sobre un mullido suelo encharcado, fruto de la saturación del agua. No es preciso caminar mucho para observar abundantes láminas de aguas superficiales, aprendices de lagunas de escasa profundidad pero con la suficiente para llenar mi calzado de agua. Esta zona, incapaz de absorber toda el agua de lluvia, se mantiene así, con el terreno saturado del líquido elemento, dirigiendo lentamente sus excedentes hídricos hacia la incipiente depresión formada, una pequeña vaguada que, entre grandes piedras, favorece la singladura del naciente regato, apenas unos hilillos de agua que muy pronto formarán un alegre y cantarín riachuelo entre herbazales que, unos cientos de metros más abajo, recibirá el nombre de río, aunque por su escasa entidad, a los ojos de mucha gente no dejará de ser un singular arroyuelo.
Pero detengámonos un poco más en estos nacientes. Me encuentro en el humedal denominado As Gándaras-O Ceao, donde hábitats amenazados encuentran aquí un espacio de protección. Carballeiras galaico-portuguesas, bosques aluviales, prados
En ellos, mamíferos, aves, anfibios y reptiles encuentran protección. Es Lugo una ciudad rodeada de bosques y pastizales donde no es difícil observar algún que otro zorro, corzo, jabalí o nutrias en el Miño.
Esta zona declarada como Espacio Natural de Interés Local pretende, entre otros objetivos, la protección del nacimiento del río y en este proyecto se engloba el interesante ajardinamiento llevado a cabo en dos herbazales. Uno corresponde a la creación de un Arboretum, un amplio espacio donde se plantaron y prosperan las especies más representativas de los bosques gallegos, ampliándose la muestra a otras especies propias de bosques circundantes. Y así, un breve paseo entre los nuevos árboles nos permite identificar y disfrutar de ellos y de la información aportasda por un QR de cada especie y familiarizarnos con carballos, nogales, álamos blancos, álamos negros, cerezos, encinas, cornejos, sauces, saúcos, laureles, castaños, alcornoques, adernos, arce menor, ladiérnago blanco, perales salvajes, madroños, fresnos reales, alisios, sanguinos, escobones, espinos albar, serval blanco, bola de nieve, cornicabras, madreselvas
Protegido cada árbol y arbusto, en su parte más cercana al suelo, con una malla metálica para evitar la depredación de roedores, las especies presentes son propias de los bosques sobre los que informan los paneles presentes en el Arboretum, a saber: bosques de ribera, bosques mediterráneos, cerqueirales. Es en este espacio donde se desarrolla un proyecto cuyo objetivo consiste en evitar cualquier tipo de contaminación procedente de las aguas utilizadas en el polígono industrial de As Gándaras. La estación de bombeo soterrada forma parte de las actuaciones llevadas a cabo.
Pero la historia del Rato va más allá de la imagen bucólica que ahora observo. De cuando en cuando, puntuales acciones indebidas, rompen el equilibrio medioambiental de sus aguas y la biodiversidad presente en ellas.
El vertido de aguas fecales procedentes de un pozo de aguas residuales del término de A Garaballa ha roto, no hace tanto tiempo, el equilibrio logrado.
También es reciente la contaminación por vertido de purines, poniendo en peligro una especie piscícola poco habitual, un pequeño pez conocido como espiñento en gallego -espinoso en castellano- (Gasterosteus aculeatus).
Hace veinte años, Adega denunciaba el poco cuidado que se estaba teniendo en la preparación de los terrenos para su uso industrial en As Gándaras,con la generación de lodos que dañaban los nacientes del río y el sepultamiento de las zonas encharcadas.
Hoy, viendo discurrir el río, con la presencia de patos azulones y sus crías, más conocidos como ánades reales, en sus someras aguas y la esperanza puesta en la regeneración total de esta valiosa red hídrica, respiro satisfecho, a sabiendas de que aún disponemos de la oportunidad de regenerar entornos más saludables.
Cierto es que, para conseguirlo, como no puede ser de otra manera, se necesita el compromiso y el esfuerzo de todos.