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Un repique de campanas

Valadé del Río, Emilio - jueves, 20 de junio de 2024
Paseo por el parque Rosalía de Castro. Silencio roto, a veces, por gritos lejanos infantiles. Niños que juegan. El cielo está con ese azul que alegra verlo, ese azul que añoramos cuando no está. De pronto, suena una campana. Más bien son varias campanas las que lo hacen pues distingo tonos graves y agudos simultáneos. Comprendo, es la procesión y las campanas me lo indican.

Antes de este tiempo, en que las noticias vuelan como la luz, la gente ya tenía ganas de enterarse de las novedades que se producían en su entorno, y se enteraba. Entre los poderosos existían métodos propios para transmitirse noticias, pero para la gente común fueron las campanas las encargadas de hacerlo.

Desde su origen, se sitúan en un soporte alto, para que su sonido se expanda con mayor Un repique de campanasfacilidad. Si se colocan en huecos que se hacen en una torre, ésta se le llama campanario y el interior en el que están las torres suele tener un techo abovedado para generar eco. Si están colocadas en una pared con huecos para ellas, esta pared se llama espadaña.

Ahora hay pocas, pues son objeto de robos y no se suelen sustituir, pero acostumbraba haber un par en torres y espadañas. Una de tonos graves y la otra, de agudos. En los campanarios no se nota, pero en la espadañas hechas para varias campañas, vemos los correspondientes huecos con diferentes tamaños.

Su toque era diferente, según el tipo de novedad anunciada, y su nombre, también. El aviso de una desgracia se hacía con un toque repetitivo, rápido, y se llamaba "tocar a rebato". Si la noticia era luctuosa, el toque era espaciado y grave, se llamaba "doblar". Si, por el contrario, era una noticia buena y alegre, lo hacía la campana de toque agudo "repicando". Hoy hay programas informáticos que, conectados a las campanas, reproducen el toque adecuado con sólo darle a un botón.

Fueron propias de las sociedades agrícolas, cuando los campesinos salían a zonas periurbanas a trabajar en los campos y, a veces, era preciso avisar de novedades que se iban produciendo. Cuando llegaron los relojes mecánicos, se colocaron en los campanarios o se hicieron torres nuevas para ellos.

Es bonito, para mi gusto, el sonido de campanas. Al contemplar un paisaje, siempre hemos tenido como constantes el humo que sale de alguna casa, el cantar de pájaros, el sonido de campanas o el antiguo chirriar de los carros de vacas, cuyo sonido nos llegaba sin deducir su procedencia.

El sonido de los carros desapareció con la llegada de los tractores. Tal vez muchos no se hayan dado cuenta, pero cada vez se oyen menos pájaros cantando. Hay varias especies en peligro de extinción, como los gorriones. Sus causas son múltiples, una de ellas es la destrucción de lugares en los que habitaba y crecía, pero también el uso de insecticidas, que matan su sustento.

En nuestro país ha habido una especie de rechazo a todo lo que suene a campo. Hace poco tiempo fue noticia que el usuario de una casa de turismo rural formuló una queja porque un gallo le despertaba temprano y, además, en festivos no cantaba más tarde. En países vecinos se han declarado Bienes de Interrés Cultural (BIC) los sonidos propios de la vida campestre, incluidos los sonidos emitidos por animales domésticos. Y campanadas, claro.

Hace tiempo, se hizo en Lugo un concierto de campanas. Intervendrían todas las situadas dentro del recinto amurallado. Un especialista había compuesto una obra apropiada, luego de estudiar los tonos de cada campana. Por la prensa se nos aconsejó dónde ponernos para escuchar mejor el concierto. Pero el viento se llevó los sonidos. El concierto se transformó en un paseo primaveral en una tarde soleada. Del concierto nadie quiso hablar más

Hoy en Lugo no suenan muchas campanas. En otra época hubo también carillones situados en diferentes entidades. Todos ellos fueron desapareciendo, más bien enmudeciendo, porque, según se decía, alguien, de modo anónimo, se quejaba del sonido extemporáneo Se pudieron comprometer horarios de toques y de silencio y no callar sonidos que, en otras partes, son Patrimonio de la Humanidad. Hay mucha ignorancia que quita el sueño.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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