Stop a los pisos turísticos
Timiraos, Ricardo - miércoles, 19 de junio de 2024
A mi primo Lucho Timiraos, in memoriam.
Los pueblos son de sus vecinos, sean nativos, sean adoptados, y son ellos los que han de velar por el bien común.
Sabido es lo que que pasa en algunas ciudades como Venecia, Barcelona o el mismo Madrid, donde la eterna vorágine depredadora de los avaros, siempre con las triquiñuelas de que lo demanda el mercado, están destruyendo el tejido humano que sustenta las ciudades y pueblos a base de crear una nueva forma de turismo invasor, y desgraciadamente egoísta, que se apodera para su disfrute del encanto, ya sea patrimonial, ya paisajístico, que encierran los diversos lugares. Eso implica el desplazamiento, mejor dicho expulsión por voracidad económica, de los naturales del lugar de donde han vivido toda la vida. Se trata de los pisos turísticos. La fiebre especulativa expulsa a fuera, al extrarradio, a los ciudadanos que han nacido en las calles más emblemáticas. Y todo por culpa de D. Dinero y LAS ADMINISTRACIONES QUE LO CONSIENTEN.
¿Qué o quiénes les prohíben a los ayuntamientos poner coto a este abuso depredador? ¿ Cómo es posible que se dejen deteriorar tanto los lugares más bonitos de las ciudades para convertirlos en lugares peligrosos y conflictivos como pasa en muchas ciudades? ¿A qué se debe esa desidia de las autoridades qué no obliga a respetar a los vecinos y se permite su forzado destierro? ¿Cómo es posible autorizar lugares de ocio en zonas tan sensibles para una correcta convivencia?
Ahora surgen los pisos turísticos de la mano depredadora de los avariciosos. Pisos que además, en su gran mayoría, son ilegales, puesto que ni gozan de licencia ni pagan a Hacienda, quien por su parte bien pudiera echar una mano con inspecciones y sanciones.
En la Mariña, de siempre, hemos disfrutado de un turismo fino, educado, elegante, incardinante que convivía con nosotros con un trato afable, amistoso y generador de riqueza y era un complemento crematístico que muy bien venía a las economías locales.
Dinastías de familias que han construido aquí su chalet, casa o sucedáneo y que hoy todavía se mantienen en la misma línea. Además siempre existieron hoteles, hostales y pensiones, segundas residencias, incluso casas familiares, donde los foráneos podían ser acogidos y así armonizar la vida con los nativos. Y hasta fue muy bello, entre otras cosas, porque también eran educados.
Sin embargo, desde un tiempo a esta parte, mediante esta triquiñuela de los pisos turísticos - casi ningún piso está legalizado y es economía sumergida- los pueblos se llenan de turistas chabacanos y maleducados que disfrutan de lo nuestro con los precios más baratos de España. Aquí hay playas, supermercados, fiestas y pinchos gratis. Son masivas invasiones que no reparan en aparcar donde les place, tirar la basura donde se les ocurre, utilizar lo que encuentran para su beneficio... creando una atmósfera inhóspita para los ciudadanos locales. No, no se trata de turismofobia, sino de respeto y consideración con los vecinos. Lo que queremos evitar no es el turismo, sino la barbarie; no es no ser receptivos, sino exigir educación; no es ser altivos despectivos, sino demandar respeto para lo nuestro... Ya sabemos lo que pasa en la mafiosa Magaluf, la inaccesible Ibiza o sin ir más lejos Santiago. No, no hay pisos de alquiler para estudiantes, ni camareros, ni maestros... porque estos voraces depredadores, dueños de los pisos turísticos, rapiñan con cuanto pueden en beneficio propio. ¿ Solución? NO AUTORIZARLOS.
Me consta que más de uno me achacará clasismo, conservadurismo... A estas alturas de la vida sólo les contesto: no tengo negocio, quizás usted sí, y por ello una visión más interesada que la mía.
Propongo que quien quiera venir que use hoteles, hostales, pensiones... que compre su casa y pague los impuestos legales, que se rija por las normas de convivencia cívica y siempre sea un ciudadano educado y cumplidor.
Porque, si no tomamos esto en serio, nos arrepentiremos y permitiremos que acabemos en manos de delincuentes, que es lo que está pasando en otros lugares. Ese turismo ramplón, de sexo, drogas y alcohol, que puede venir emparejado, no nos interesa en absoluto.
Si aceptamos esa nueva trampa del dinero,con estos pequeños pasos, podemos acabar como la citada Magaluf. Nuestros pueblos merecen un respeto y somos nosotros los que hemos de exigirlo.

Timiraos, Ricardo