Dedicado a Marieta Placeres por su pasión por la vida y sus amables palabras al término de
su reciente lectura de mi novela "Ka i ak, una isla, una piragua y unas botas de montaña".
De igual modo a la lectora anónima que en la entrañable y añorada librería Azulia,
solicitó a su librero otras obras del autor de "Un centenar de lagartos", emocionada por la
historia de aquel hombre, habitante de una cueva, que los alimentaba. A tantas lectoras
y lectores a quienes cualquier publicación haya sido capaz de provocarles una emoción.
Hace muy pocos días, en mi última estancia en Lugo, observé una foto sobre la mesilla

de noche en la habitación de mi hermana. La foto, en blanco y negro, había sido tomada muchos años atrás. Delante de ella, un libro era su compañero de viaje cada anochecer, antes de vencerla el sueño. Con el móvil realicé una rápida instantánea con la idea de iniciar este artículo. No hizo falta mucho más para que los recuerdos aflorasen y mi mente iniciara un rápido viaje al pasado.
Tenía treinta años cuando sentí la necesidad de plasmar en papel las vivencias que me transmitía un espacio concreto. Corría el año mil novecientos ochenta y siete y, tras varios años realizando visitas, observaciones y estudios de campo en una zona concreta del litoral teldense, aquellas notas, apresuradas unas, más metódicas las restantes, se convirtieron en el germen de un cuadernillo didáctico, mi primer cuaderno de campo. Era artesanal y práctico para salir con los alumnos, disfrutar del entorno inmediato y realizar múltiples actividades. Veinteañero ilusionado, no necesitaba nada más elaborado. Sería luego, pasados unos meses cargados de experiencias, cuando tomaría un cuerpo más formal, perfilándose apartados concretos y estaciones de registro -paradas programadas-, convirtiéndose en un itinerario ecológico, un sendero interpretado que culminó en libro editado. Era mi primera publicación. Titulado: "Sendero ecológico por los arenales de Tufia" y publicado por el Muy Ilustre Ayuntamiento de Telde, recogía un interesante compendio de actividades a realizar con alumnos en siete estaciones programadas. Fueron trescientos ejemplares impresos en la desaparecida imprenta del insigne escritor y poeta don Pedro Lezcano, en el barrio de Arenales en Las Palmas de Gran Canaria. Incluía un inventario sobre la flora y la fauna que podíamos encontrar en la senda programada, convirtiéndose en una de los primeros itinerarios didácticos editados en la isla, al tiempo que una socorrida ayuda a la hora de realizar actividades de diversa índole, sugeridas en el cuadernillo. El inventario se complementaba con una serie de ilustraciones correspondientes a cada especie inventariada y la singularidad de las mismas estribaba en las manos que las habían realizado, alumnos del centro educativo donde impartía enseñanza, el CEIP Esteban Navarro Sánchez sito en El Calero, municipio de Telde, en la isla de Gran Canaria.
Cuatro fotos de la península deTufia, la primera correspondía al morro geológico que dio lugar a la misma, la segunda se trataba de una estructura habitacional aborigen bien conservada, la tercera inmortalizaba un espléndido tarajal que aún prospera en la desembocadura del barranco Hondo y la última hacía honor a la pardela cenicidenta, ave nidificante por aquel entonces en los riscos de la Cueva del Diablo, en el morro de Tufia, y en los acantilados cercanos, animaban a curiosear en su interior, iniciar su lectura y realizar el sendero sugerido.
¡Cuántas emociones vividas alrededor de aquel sendero educativo! Prensa, radio y televisión dando voz e imagen al sendero. ¡Cuántas alumnas y alumnos sintieron desde entonces la llamada de la naturaleza! Eran los inicios del Grupo Naturalista Turcón,

surgido ante la necesidad de proteger estos espacios y divulgar sus valores.
Dos años después, en mil novecientos ochenta y nueve, mi segunda publicación surgía al amparo de los espacios verdes de un centro educativo. La creación, el desarrollo, las alegrías y desvelos para que unas laderas yermas se convirtieran en un jardín escolar canario.
"Pequeñas historias de un jardín de escuela" es mucho más que una simple sucesión de historias. Se trata de una narración surgida de una ilusión colectiva: el diseño y desarrollo de un jardín escolar en un centro educativo de nueva creación donde los espacios libres eran amplios, con capacidad para dar rienda suelta a la imaginación y al deseo de toda la comunidad educativa.
Con las ilustraciones de otro querido alumno: José Heriberto Santana García, y el prólogo de mi entrañable y añorado amigo don Jaime O'Shanahan Bravo de Laguna, pionero en la educación ambiental, "Como empezar un jardín" era el primer capítulo de una veintena, todos ellos etapas y pasos necesarios para lograr al final un bello espacio ajardinado donde la primacía incuestionable estaba en manos de la flora endémica de las islas.
Pasaría algo más de dos décadas para volver a escribir como autor en solitario. Pero no fue este período un tiempo carente de creación literaria, pues una decena de publicaciones vieron la luz en el amplio y complejo campo de la educación ambiental. Algún día plasmaré en un artículo el discurrir de esta década ilusionante y muy provechosa desde el punto de vista emocional y formativo. El reto era enorme: asumir la coordinación y gestión de la educación ambiental en el ámbito de la educación formal en la comunidad canaria. Se trató de una etapa de trabajo colaborativo, de labor en equipo donde surgieron firmes relaciones profesionales y personales con compañeras y compañeros docentes en todas las islas, tanto en el ámbito de la educación formal como en otros sectores educativos.
"Los silencios de Punta de las Arenas", publicado en el año dos mil doce, marcaría de nuevo un momento de inflexión. Abordaba entonces una nueva línea creativa que ya no abandonaría hasta la actualidad. Tratábase, dentro del ámbito de la narración, de promover los valores naturales, la defensa de la biodiversidad y el territorio y lograr así una relación respetuosa del ser humano con la naturaleza a la que pertenece, pues a nadie se le esconde que proteger la tierra, proteger el agua y proteger el aire es proteger bienes ambientales esenciales para que la vida prosiga tal y como la entendemos.
Un año más tarde saldría a la luz "Un centenar de lagartos". Las ilustraciones esta vez las había concebido una extraordinaria artista: mi joven amiga, graduada en Bellas Artes, Elena Afonso Alemán. Doramas, protagonista de la novela, el hombre que habitaba en soledad una cueva en la montaña de Las Huesas, era mi Robinson Crusoe. Se trata de un canto al ser humano autosuficiente, al valor de la economía de trueque, a la inexistencia del dinero, a la vida contemplativa, serena, al valor de las conversaciones donde las miradas forman parte esencial de ellas, a la simplicidad de las cosas que no es sinónimo de simplicidad de la vida, pues ésta, despojada de cargas y obligaciones, se enriquece hasta niveles insospechados.
Escribir se había vuelto para mí tan importante como respirar, caminar, amar o vivir. Simplemente porque se trataba de eso, de vivir. Ni más ni menos.
Cuando sale a la calle: "Ka i ak: una isla, una piragua y unas botas de montaña", editada en el año dos mil quince, me planteo un reto que ahora, cerca de los setenta años, me sorprende por la dureza y dificultad de los periplos necesarios para llevarla a cabo. Era necesario sentir a los personajes, saber de sus dificultades, sufrimientos, emociones y vivencias en el transcurso de sus travesías y necesitaba para ello circunvalar la isla, tanto a pie como en piragua, para relatar luego sus aventuras personales en formato de novela a través de personajes creíbles, casi reales, capaces de mostrar sus miedos, insatisfaciones, emociones y anhelos, buscando las reflexiones surgidas en un entorno exigente y solitario, indagando en su camino interior, aquel que define la experiencia de la vida y el periplo recorrido.
Dos años más tarde ve la luz una novela de seiscientas páginas: "Ventayga. El enigma del nemeth", tras cuatro años de elaboración -es el que encabeza este artículo, bajo la foto de un joven José Manuel-. Compleja en su elaboración, ensambla historias ficcionadas dentro de un escenario natural y humano en contextos históricos contrastados. Quinientos años separan un escenario de otro, medio milenio en la misma isla y los mismos espacios. Consideraba en aquel entonces mi amigo, el profesor, filósofo y escritor Rubén Benítez, cuando tuvo la inestimable amabilidad de abordar una revisión y corrección de la misma, que se trataba de una novela en cuyo interior se ensamblaban varias novelas, donde los personajes transitan por ambos mundos, temporalmente distanciados pero unidos en una especie de espacios paralelos, pues una singularidad en la variable tiempo permitía en lugares muy concretos, los "nemeths", el tránsito de una época a otra y, con ello, elucubrar sobre la evolución del paisaje y la vegetación en el escenario natural de la novela: la isla de Gran Canaria.
Pretendía ser un homenaje al mundo aborigen, a la exaltación de un paisaje extraordinario donde la vegetación propia cubría con bosques gran parte de la isla, masas arboladas que se extendían desde las cumbres hasta las medianías del norte gracias a los bosques húmedos de la laurisilva y el fayal brezal y hasta las medianías orientadas al naciente y al sur con los bosques termófilos, dragonales, sabinares, palmerales y cardonales, así como con pinares que en estas mismas vertientes señoreaban riscos y macizos, vistiendo la isla con una compacta cubierta arbórea.
Un homenaje también a la cultura de los yerberos y a la cultura del agua. Un grito desgarrador ante la irracional depredación de los recursos de la isla, esquilmados a un ritmo demoledor tras la traumática conquista castellana.
Hubo que esperar cuatro años desde esta publicación para que "O segredo dos trasnos", con ilustraciones de la artista, profesora licenciada en Bellas Artes y amiga Pilar Pérez Martínez, me reportara en el dos mil veintiuno, una de mis mayores anhelos, encontrarme con una novela publicada en mi lengua materna. No tengo más que palabras de gratitud ante el firme apoyo del Área de Cultura, Patrimonio Histórico Artístico y Normalización Lingüística de la Diputación de Lugo y el mecenazgo de Norvento, una empresa gallega en la vanguardia de las energías renovables.
La pasión por la cornisa cantábrica me permitió plasmar un sueño. Rescatar la figura del trasno, personaje popular gallego que acompañó mis primeros sueños infantiles, y la creación de un singular personaje, Fisterra. De aquí a salvar el planeta, humedal tras humedal, sólo se necesita adentrarse en la interesante trama argumental de la publicación.
Un reto surgió, de repente, al año siguiente. Se trataba de un período atípico y contradictorio: convulso por una parte a causa de la pandemia, esperanzador por otra pues, una Gracia excepcional de Su Santidad el Papa Francisco ampliaba a dos los años jubilares jacobeos consecutivos, justificándolo con las restrinciones impuestas para abordar el control y tratamiento de la pandemia y las dificultades existentes para llevar a cabo los periplos jacobeos.
La firma decisión del, por aquel entonces, director general de Ordenación y Promoción Turística de la Consejería de Turismo, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, don Ciprián Rivas Fernández, de poner en valor el Camino de Santiago en Gran Canaria provocaría una sinergia colectiva que impulsaría mi participación con la creación y desarrollo de dos nuevas publicaciones, que gozarían de una edicion simultánea en ese Año Santo prorrogado, dos mil veintidós.
"Airam y el Apóstol", con ilustraciones de Jaime Checa, es el título de la dirigida a la población más infantil. Una aventura literaria tras los pasos de los marineros gallegos que, cuenta la leyenda, construyeron la primera ermita dedicada al apóstol Santiago en los montes que llevan su nombre.
"Un camino de leyenda", también con ilustraciones de Jaime Checa Gimeno, es una novela que pretende incentivar a los jóvenes y no tan jóvenes a la realización del itinerario oficial del Camino de Santiago en la isla de Gran Canaria, iniciándolo en la costa tirajanera, a la altura del Faro de Maspalomas y el espacio natural de las Dunas y la Charca y culminándolo con la llegada al templo de Santiago de los Caballeros de Gáldar, lugar donde los peregrinos recibían la Credencial Canaria, una certificación de haber hecho el Camino jacobeo entre volcanes. Para ello eran portadores de una Cartilla del Camino, documento que daba fe de la realización íntegra del trayecto y que sellaban en diversos establecimientos, iglesias y lugares que disponían de los sellos oficiales con los que verificar el paso de los caminantes.
"El arte de caminar y el placer de sentir. Un paseo por el litoral de Telde", es mi más reciente creación literaria. Tan reciente que aún escucho los ecos de su presentación en el Casino de Telde, dentro de los actos programados para la Feria del Libro de este año.
Con ilustraciones de Jaime Checa -gracias amigo Jaime por tanta generosidad y altruismo-, este libro surge de la emoción que provoca un encuentro imposible.
Y lo dejo ahí, sin explicitar más. Si acaso una anécdota: una amiga y un amigo a quienes aprecio mucho por su alegría de vivir, altruismo e incondicional entrega en pro del Camino de Santiago en Gran Canaria, Juana Hernández Santos y Juan Manuel Santana Díaz, hace pocos días me enviaron un reportaje fotográfico con su periplo realizado por el litoral de Telde. Las imágenes hablaban por sí solas de un hecho previo: la lectura cuidadosa y sosegada de esta publicación.
Los lugares que registran las fotografías sólo es posible verlos si la manera de acercarnos al espacio físico recorrido se hace desde el corazón y desde un plano multisensorial y emocional que permita observar los pequeños detalles, los rincones más escondidos.
Así lo hicieron Juani y Juanma y la alegría que provocaron en mi interior sus palabras y cada una de sus fotos, fue infinita. Sonreí entonces y sonrío ahora con tan gratificante recuerdo.
Cuando esto sucede, sereno y satisfecho te das cuenta que no es necesario dar explicaciones sobre un libro. Lo cierto es que cuando un lector se encuentra inmerso en una lectura, él forma parte de ese libro y el libro forma parte de él.
En ese caso, cualquier palabra, sugerencia o explicación externa se vuelve innecesaria.