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El tabaco

El chico del niki rojo - miércoles, 05 de junio de 2024
El pasado 31 de mayo, como cada año, se ha celebrado en todo el mundo el Día Mundial sin Tabaco, cuyo principal objetivo es informar al público sobre los peligros que supone su consumo.

A mí fumar, en realidad, no me gustaba. Supongo que lo hacía porque casi todos los amigos de mi pandilla fumaban. Ya hace muchísimos años que dejé de hacerlo. Recuerdo que fue una decisión difícil, pero, a la vez, muy valiente. Desde entonces, la valoración que he hecho de la misma siempre ha sido positiva.

El tabaco me estaba matando. Así de sencillo. Había perdido una buena parte de mi voluntad y eso me fastidiaba. Además, el hábito se había convertido en algo orgánico y la propia nicotina cada vez me exigía más nicotina.

Un día caí en la cuenta de que las circunstancias que me rodeaban eran lo suficientemente favorables para dejar de fumar de manera definitiva. Antes lo había intentado varias veces, pero sin éxito alguno. Nunca fui capaz de estar un par de días sin fumar. Aunque tuviese bronquitis, seguía fumando. Para mí no era necesario desayunar, pero sí fumar varios cigarrillos de tabaco rubio sin filtro antes de un café con churros o un pincho de tortilla.

Existe un factor que es esencial: desear firmemente dejar de fumar. También hay que situarse en un entorno adecuado. Nada resulta más conveniente que trabajar o compartir una buena parte de la vida diaria con no fumadores convencidos. Es lo mejor. Los primeros días noté su apoyo y también su sorpresa porque yo había dejado el vicio a lo bestia. Sin pastillas, sin parches en la piel (en aquel entonces no existían) y sin otros sustitutivos, como los caramelitos de menta o las bolsas de pipas de girasol o de calabaza.

Unas de mis principales preocupaciones eran qué haría yo con las manos sin un cigarrillo entre los dedos, qué me pasaría después de comer o cómo podría ponerme a pensar en la solución de algún problema. Para apoyar mi estrategia, utilicé, además, un truco infalible, se lo dije a todo el mundo: "He dejado de fumar".

Por el tipo de actividad laboral que yo desempeñaba entonces, muy de relación social, era frecuente que te ofreciesen un cigarrillo varias veces al día. Me hice más fuerte rechazándolos a diestro y siniestro. Mis compañeros de oficina y los amigos no daban crédito a mi actitud. Me costó convencerles de que hacía ya varios días que no me ponía un cigarro en la boca.

Pasaron algunas semanas. Ya dormía mejor. No me daban arcadas al levantarme cada mañana y las manos me temblaban mucho menos. Hasta que una tarde llegó la gran prueba inesperada. Tenía que cambiar de armario la ropa de invierno y encontré un paquete de cigarrillos en uno de los bolsillos del abrigo.

Allí estaba yo, solo ante el peligro. El tabaco, mi terrible pesadilla, y yo mismo. Inspiré profundamente ese aroma maravilloso que me había acompañado durante tantos años y tan buenos y malos ratos me había hecho pasar. No obstante, lo tuve claro. Estrujé el paquete entre los dedos y lo tiré al cubo de la basura. A continuación, cerré la bolsa y bajé raudo a la calle para depositarla en el contenedor. Ese día me sentí realmente limpio, fuerte, y, sobre todo, me reconocí como un ser libre. A partir de entonces, tuve muy claro que, si se quiere, se puede alcanzar cualquier meta.
El chico del niki rojo
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Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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