La alegría de vivir el periplo jacobeo
Dedicado a mi querida hermana, María Jesús Espiño Meilán, quien, a las puertas de su jubilación
como docente, continúa su labor educativa en el Camino de Santiago.
Cientos de horas y decenas de sendas y tramos, recorridos con el alumnado
del CEIP Otero Pedrayo de Rábade siguiendo la estela de la vida.

Primeros días del mes de junio. Me encuentro a pocos kilómetros de alcanzar la ciudad de Santiago, la ciudad del apóstol. Una ciudad universitaria que es puro sentimiento, merecidamente reconocida como Patrimonio de la Humanidad.
Se escuchan risas y pasos rápidos en el camino, una senda que discurre en este preciso instante bajo una frondosa arboleda.
Aunque aún no he visto quienes las provocan, son risas infantiles, pasos precipitados, lúdicos, propios de infantes que no conocen el cansancio, sino la alegría de vivir, lejos de preocupación alguna
Pasa junto a mí un numeroso grupo de peregrinos, la mayoría jóvenes. A su paso observo sus rostros. Hay ilusión en sus miradas y emoción sabiendo que pronto culminarán su periplo, iniciado quién sabe dónde, con la llegada a la plaza del Obradoiro.
Sus cuerpos pregonizan los abrazos y besos que se darán, algunos rostros delatan su incapacidad para retener tanta emoción y sentimiento contenidos y saben de las lágrimas que aflorarán en la plaza, en el Pórtico de la Gloria, en el abrazo al santo Apóstol. Y a sabiendas de ello, se miran, sonríen y apuran más su paso. Hay mucha adrenalina en sus cuerpos que necesita manifestarse, expresarse, sentirse.
Apenas les queda una decena de kilómetros para entrar en la ciudad.
- ¡Buen Camino! -verbalizan a mi altura, mientras sus piernas acentúan un ritmo inalcanzable para este sexagenario -próximos los setenta-, que no alberga interés alguno en robarle una hora al tiempo de llegada.
Con la desaparición en la distancia de aquel grupo cargado de ilusiones, mostrando al mundo sus inmensas ganas de vivir, de saborear cada instante de su desbordante juventud, va tomando forma sonora y visual otro grupo de caminantes, pues noto como se aproxima. Es el grupo de risas y juegos infantiles, el grupo de niñas y niños que con doce años de media, hace el camino dos veces, puede que más, pues cada paso que avanza dos retrocede, pues es condición infantil tener la mente dispersa y el Camino no es más que una válvula de escape donde gastar energías, inmersos en un mundo paralelo, su mundo, fruto de la imaginación y poder creativo, virtud de unas mentes vivas, tremendamente activas.
Así, cuando la avanzadilla se acerca a mi persona, un niño es un héroe de ficción, otro un explorador perdido, más allá luchan dos experimentados guerreros en una interminable batalla galáctica y, cerca de mí, varias niñas juegan con un balón inexistente, identificándose con los nombres de sus ídolos femeninos, extraordianrias jugadoras de la la seleción nacional de fútbol.
Y pasan junto a mí y no me ven. Es su mundo mágico el que hace de mi persona una entidad inexistente.
Medio grupo va delante cuando un joven profesor me adelanta, pendiente sólo de aquellas niñas y niños que no son conscientes de problema alguno, inmersos como están en su mundo de ensueño.
- ¡Vamos atenuando el paso para agruparnos, está próxima la carretera, tenemos que cruzarla y los vehículos van muy rápido¡
Y reducen su paso los primeros y con ellos el resto vuelve as recordar que son alumnos de un colegio en Rábade y que bajo la tutela y supervisión de sus profesores, están

realizando el Camino de Santiago.
El resto del grupo pasa junto a mí, pendientes de su profesor. Alguno me mira a su paso viendo un anciano con mochila y bastones, alguien con la edad de su abuelo y se pregunta que hace en el camino una persona de mi edad, en lugar de estar al sol, descansando sobre un banco o disfrutando de un corto paseo.
Son pensamientos fugaces que apenas se detienen un par de segundos en su cabeza pues sus miradas apenas se fijan en mí y ya sus cuerpos se encuentran junto al profesor que les espera.
Surgen ahora los más rezagados, un pequeño grupo de tres alumnos, dos niños y una niña, acompañados de su maestra.
Nunca sabré si la falta de motivación que leo en sus ojos, el cansancio por el visible sobrepeso o su innegable sedentarismo eran los culpables de aquel modo de caminar que revelaba más un sacrificio involuntario, propio de una actividadad impuesta, que el placer de estar disfrutando de un gozoso periplo.
Permanecieron a mi altura un buen rato, el tiempo suficiente para saber del grupo y de la increíble profesora que dirigía la actividad.
- ¡Buenos días! -saludó ella, al ponerse a mi altura.
- ¡Buenos días! -devolví el saludo- Un buen grupo de ilusiones en marcha -aventuré, al tiempo que una sonrisa de satisfacción asomaba a mi rostro.
Sonrió ella también.
- Cierto. Mucho esfuerzo pero siempre se encuentra compensado con la llegada a la catedral. Para cada uno de estas alumnas y alumnos este será un viaje inolvidable. Un Camino que recordarán toda su vida, siempre merece la pena.
Sus palabras revelaban seguridad y fortaleza. Aquella profesora creía de verdad en la hermosa labor que estaba llevando a cabo.
- ¿De dónde vienen y qué Camino están realizando?
- El alumnado que usted ve procede de Rábade. Son alumnas y alumnos del CEIP Otero Pedrayo y el Camino que realizan todos los años corresponde al tramo que desde la capital lucense, en concreto desde la puerta de Santiago, les llevará hasta la ciudad Santa del Apóstol. Vamos de una plaza a otra, de Santa María al Obradoiro, de un Patrimonio dde la Humanidad a otro, de la catedral de Lugo a la catedral de Santiago.
Había satisfacción y conocimiento en sus palabras, firmeza y orgullo. Sin duda me encontraba ante una maestra en el sentido amplio del término. Vocación, entrega, generosidad, altruismo, pasión por la enseñanza... Sonreí con franqueza. Me gustaba aquel encuentro con una persona que hablaba con tanta seguridad y los niños que se mantenían a nuestro lado agradecían el nuevo ritmo, aún más pausado.
- ¿Ha dicho usted todos los años? -aventuré, buscando prolongar en lo posible aquella conversación tan reconfortante. -Intuyo que tras su labor se esconden muchos años de historia.
Sonrió.
- Muchos son, pues antes de iniciar este período de Caminos de Santiago con alumnos del colegio de Rábade, donde trabajo actualmente, venía realizándolos con otro centro, el CEIP Álvaro Cunqueiro de Mondoñedo, sólo que el periplo en aquel entonces era otro, un tramo un poco más largo que forma parte del trazado del Camino Norte.
- Orgullosos deben sentirse ambos colegios con denominaciones tan señaladas -manifesté, admirado por tan honroso reconocimiento a escritores de singular renombre. - Tengo que confesarle que soy un acérrimo admirador de la obra de don Álvaro, para mí el mejor novelista que ha dado esta tierra.
- Hay otros grandes novelistas, pero reconozco con usted que el universo literario gestado por Cunqueiro es único.
Siguió un silencio necesario. Un silencio que no era tal pues, silenciadas las palabras, recuperaba el espacio sonoro una sorprendente variedad de aves. A poco que uno prestase atención, distinguía verdaderas "conversaciones" canoras en el dosel vegetal, una cubierta verde formada por especies de árboles autóctonos y una impenetrable maraña arbustiva.
- ¡Qué belleza de Camino! -confirmé extasiado.
- ¡Y tanto! -corroboró ella ¿Por qué cree que llevo cerca de treinta años haciendo el Camino con mis alumnos?
- ¿Qué me dice usted? -verbalicé sorprendido.
- Así es. A Mondoñedo llegué en el año noventa y cuatro, época en que se gestaba la Asociación Jacobea "Abrindo Camiño", de la que fui partícipe y formo parte. Soy, con mucho orgullo, miembro fundador de la misma. Las rutas por el Camino Norte de Santiago con alumnos comenzaron pronto, lógica consecuencia de la labor iniciada, pocos años después. Es posible que se realizaran cinco años seguidos, acaso alguno más, hasta mi cambio de destino al centro educativo donde me encuentro ahora. Recuerdo de aquellos tiempos una década de creación, ilusión, mucho trabajo y esfuerzo recompensado con la puesta en valor y el conocimiento necesario del Camino Norte.
- Un Camino que tengo pendiente y que dicen es hermoso pero exigente.
- Cierto. Iniciado en Irún, recorre las tierras más húmedas de la geografía hispana. Recuerdo que lo recorrimos, tramo a tramo, en aquel entonces, definiendo etapas y reuniéndonos con representantes y miembros de las corporaciones municipales por donde pasa el Camino y con las asociaciones que bregan incansables por visibilizarlo aún más. Sin duda un trabajo ímprobo recompensado sobre la marcha. Ahí lo tiene usted, no sólo está vivo sino que la Asociación nacida en aquel entonces, hace ahora treinta años, continúa en el Camino, como una de las más activas en su difusión y defensa.
- Volviendo a este grupo de alumnas y alumnos ¿Hay una preparación previa al Camino?
- Es fundamental y necesaria una programación previa. Cada quince días realizamos actividades en el aula. Hablamos del Camino, de los albergues, de otros caminos jacobeos, de su historia, del apóstol, de realidades y leyendas, de la música y el arte en el Camino, de poetas y reyes, de famosos peregrinos, de los peligros de la ruta durante la Edad Media... ¡de tantas cosas relacionadas con el Camino que vamos a recorrer!
Me admiraba la capacidad de aquella profesora, la ilusión puesta en cada palabra, la forma de transmitir su alegría de vivir.
- ¡Casi treinta años de Camino con niños! ¿Conoce otras experiencias semejantes?
- No, pero supongo que las habrá. Muchos docentes sentirán el Camino como yo lo siento. Ahí donde los ve, cada niña y niño son portadores y responsables de su Credencial. La sellan durante el Camino y con ella recibe cada uno su Compostelana, a su llegada a Santiago. Visitamos la catedral, abrazan al Apóstol, escuchamos la misa del peregrino y, si hay suerte, disfrutan con la visión del botafumeiro que, como un péndulo cargado de aromas, recorre el templo de lado a lado, perfumándolo. No pocas veces hemos bajado a la cripta para ver el Sepulcro del apóstol, visitado el Museo de las Peregrinaciones o visitado el edificio y el interior del Parlamento gallego. ¿Qué le parece?
- ¡Admirable! Cuántas experiencias ha vivido usted recorriendo el Camino Francés durante tantos años.
- Lo cierto es que El Camino Francés, desde Sarria, lo recorrimos durante los primeros años de docencia en Rábade, pero luego, como miembro activo de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de la provincia de Lugo, comencé a realizar el Camino Primitivo desde la ciudad amurallada y ahí seguimos. Sólo la pandemia y sus estrictas prohibiciones de movilidad pudieron detener las piernas de todos nosotros durante dos años.
- Conozco el Primitivo, un bello camino Patrimonio de la Humanidad, que volveré a realizar. No sé bien cuándo, pero quiero hacerlo como ahora, en solitario. Pastizales, vacas, montañas, ganado semisalvaje, riachuelos, pueblos de climatología extrema, gente hospitalaria y gastronomía de antaño ¡Qué hermosos recuerdos!
Observé al grueso del grupo de alumnos a lo lejos. Se habían detenido esperando por los más rezagados. La mayoría, incansable, jugaba a la cogida persiguiéndose unos a otros.
- ¿Cuántos kilómetros recorren en cada etapa?
- Una media de trece kilómetros. Comenzamos con diez en las primeras etapas y vamos aumentando hasta un máximo de quince en las etapas finales. Al término de cada una, almuerzan en un parque urbano o una plaza que disponga de juegos infantiles. No han terminado de devorar la comida que traen de sus casas y ya los ve usted corriendo y jugando sin descanso. Es difícl creer que acaban de realizar una etapa del Camino de Santiago.
La profesora se había retrasado y su compañero docente esperaba en la lejanía, apremiándola con sus brazos a forzar el paso.
- Ha sido un placer conocerle -verbalizó la maestra- ¿De dónde viene usted?
- De una isla de nombre Gran Canaria. También allí disfrutamos de un Camino Jacobeo. Lo conocemos como "Camino de Santiago entre volcanes". Tiene usted que recorrerlo algun día. En menos de setenta kilómetros transitará sobre doradas dunas donde el desierto no es un espejismo, barrancos cuyas laderas sobrecogen, elevándose hasta el infinito, senderos de montaña donde la sensación de vértigo la sugiere el ganado de cabras pastando en riscos inaccesibles y fugas imposibles, sobre verdes pastizales norteños que en invierno, en nada envidian en belleza a los observados en estas tierras galaicas. Un recorrido inolvidable para encontrar en el Camino dos templos jacobeos: la iglesia de San Bartolomé de Tirajana, más conocida como iglesia de Tunte y el templo matriz y arciprestal de Santiago de Los Caballeros de Gáldar, que muestran orgullosos en sus imágenes y devoción, siglos de historia. Por cierto, mi nombre es José Manuel, ¿cómo se llama usted? -finalicé, sonriendo.
- María Jesús. Estoy archivando en mi memoria tan hermoso como sugerente Camino canario del que no había oído hablar. Ya estoy pensando en las amigas que querrán acompañarme y al periplo grancanario sólo le faltará añadirle las fechas. Buscaré tres días para recorrerlo.
- Le recomiendo una semana. Nada tiene que ver su perfil con este camino llano que estamos transitando. Allí se suceden los barrancos y las montañas y el ascenso y descenso continuo exige un ritmo firme y pausado, pero sobre todo bastante esfuerzo. La belleza de los paisajes, la singularidad de su fauna, flora y costumbres de los habitantes de cada pago le llevarán a querer realizarlo con calma a lo largo de una semana. Con diez o quince kilómetros diarios tienen más que suficiente si quieren disfrutarlo.
- Seguiremos su consejo y así lo haremos. Ha sido un placer conocerle. A mi regreso al centro buscaré información sobre ese camino insular. Perdóneme ahora la prisa, pero voy agilizar el paso para unirme al grupo. ¡Buen Camino!
Sonreí, al tiempo que observaba como se distanciaba en un santiamén. Era una mujer de piernas fuertes y marcados gemelos, forjados en cientos de caminos y miles de kilómetros. Sus tres alumnos acompañantes, contrariados, a duras penas conseguían seguirla.
Me hice una promesa. A mi regreso a la isla le enviaría un regalo sorpresa. Llegaría a su centro educativo un paquete con varios ejemplares de mis dos publicaciones editadas sobre el Camino de Santiago entre volcanes, aquellas que en su día el Gobierno de Canarias había considerado interesante publicar: "Ayram y el apóstol" y "Un camino de leyenda".
- CEIP Otero Pedrayo en Rábade, Lugo -recordé en voz alta para archivarlo en mi memoria. -No puedo olvidarme.
Aún tuve tiempo para elevar la voz y desearle en la distancia:
- Buen Camino, peregrina.
Sin volver la vista, la mujer levantó un brazo en señal de despedida. Niñas y niños del grupo del profesor, correteaban ahora felices a su lado.
- Si los ángeles existen -pensé-, acabo de conocer a uno de ellos.