Profesionales
El chico del niki rojo - miércoles, 29 de mayo de 2024
Si hay algo que echo de menos muchas veces es la existencia de auténticos profesionales. Por ejemplo, en el negocio de hostelería me fastidia que me atiendan tarde, mal o nunca, que me den el cambio equivocado, los vasos y tazas con carmín o mal lavados, y el plato de comida con algún pelo.
También podría referirme a la labor de los trabajadores de talleres de reparación de automóviles, instaladores de carpintería de aluminio o de aparatos de aire acondicionado. Los empresarios han de tomar conciencia de que un cliente satisfecho puede ser una mina, mediante la conocida transmisión del "boca a boca".
Porque cuando percibes que los operarios han hecho un buen trabajo y se han dejado la piel para que quedes contento con su labor, enseguida se lo cuentas a tus familiares, amigos o compañeros de la oficina. Como ya no es algo demasiado habitual que exista gente que no se dedica a realizar verdaderas chapuzas, cobrándote encima un ojo de la cara; pues, ante una correcta ejecución, se corre rápido la voz y esas mejores empresas tienen siempre una mayor demanda y es mucho menos probable que se vean abocadas al cierre patronal.
En ese sentido, yo le doy una gran importancia a la Formación Profesional que durante decenios ha estado un tanto denostada en nuestra sociedad, de manera injusta. Prefiero mil veces a un buen electricista, un mecánico o un fontanero que me solucione un problema de manera satisfactoria y definitiva, que a un graduado en paro por haber elegido estudiar, en una universidad pública, una carrera para la que no tenía vocación, aptitudes, o no le gustaba.
Los alemanes lo vieron claro hace muchos años. Su economía industrial estaba basada en la tecnología, y, por ello, demandaban todos los técnicos disponibles dentro y fuera del país. No solían pedir filósofos ni humanistas o geógrafos. Se siente, pero ellos buscaban otros perfiles. Justo los que necesitaban para seguir tirando del carro de la Unión Europea, mal que nos pesase a los demás.
En lo que respecta a los funcionarios públicos, también hemos de exigir su profesionalidad. A mí no me convencen los actuales procesos selectivos, que considero un tanto arcaicos y poco compatibles con el devenir de la sociedad actual. Hace tiempo que defiendo que, en el caso de las oposiciones de plazas de funcionario de carrera para las que se exige un título universitario, debería ofertarse una parte de los puestos de trabajo vacantes en los Cuerpos Superiores a estudiantes que tuviesen el mejor expediente académico, obtenido en una universidad pública, para la especialidad convocada por la Administración General del Estado, la Comunidad Autónoma o el Ayuntamiento de que se trate.
En el caso de que la persona no estuviera interesada en la plaza en cuestión, se ofrecería a la siguiente. De esa manera, el gasto de la Administración realizado en la educación universitaria pública revertiría en la Función Pública, exigiéndose siempre un compromiso mínimo de permanencia de, por ejemplo, 10 o 15 años.
Así, quien desease llevar a cabo su vida profesional en la actividad privada sería, por supuesto, libre de hacerlo, pero no a costa de haberse formado en el sector público, trabajando en el mismo durante un corto plazo de tiempo. De esa manera, se evitaría que abogados del Estado, registradores de la Propiedad o inspectores de Hacienda se pasaran al sector privado al poco de aprobar su oposición.
Estas cuestiones tienen bastante relevancia, teniendo en cuenta la necesidad de un relevo generacional en la Función Pública que suponga una cierta estabilidad, ya que se calcula que la mitad del funcionariado se jubilará en los próximos diez años y que la duración media de los actuales procesos selectivos es de unos tres años.

El chico del niki rojo
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