Ahora que en la Catedral de Santiago pueden verse tantos detalles, gracias a las últimas reformas y restauraciones, que espero nos duren muchos años si no la dañamos con factores externos innecesarios -léase, orquestas a sus alrededores-, casi parece anacrónico escribir sobre su historia. Presente y futuro tienen más fuelle.
Un gran conocedor de la catedral,
A. López Ferreiro (1837-1910) narró la historia del templo en diez volúmenes, dejando en prensa otro, como obra póstuma. Se centró en lo que afectó de manera más inmediata a su vida interna como lugar sagrado y de encuentro, pero no hay historiador ni musicólogo que no haya ido a buscar ahí datos e interpretaciones para otro tipo de investigaciones sobre Compostela.
En
1985 se puso en marcha una excelente idea: conceder cada año a una capital de Europa el título de
"Ciudad Cultural Europea", siendo Atenas la primera en ostentarlo. Tener ese título conlleva programar actividades que deben

mostrar su honda cultura y su historia. En el año 2000, de tránsito al nuevo milenio, fueron seis las elegidas: Aviñón, Bergen, Bolonia, Bruselas, Cracovia, Helsinki, Praga, Reykiavik y Santiago de Compostela. Se organizó entonces el
Festival Kraków 2000, desde esa ciudad polaca con rica tradición, que centró su atención en la música del
Códice Calixtino.
Quizás en Santiago estemos habituados a oír hablar de este libro o de analizarlo. Es loable que fuese desde un lugar lejano y ajeno a Santiago, desde donde, en ese emblemático año, se pusieran a disposición medios para un fin aparentemente tan distante a su cultura, cual era la 'divulgación' de melodías de dicho Codex.
Conservo el folleto del concierto en Santiago y, además de aseverar que es bellísimo, con ilustraciones y folios en color de las melodías, tuvo el acierto de editarse en varios idiomas, contando con colaboradores cracovianos.
Incluye cuatro textos. Dos de ellos pertenecen a
K. Lepkowska de la
Universidad Jaguelona, la más importante de Polonia. Otro es de
R.M. Zawadzki, miembro de la
Academia Teológica Papal de Cracovia. Y el cuarto, más breve, lo firma el autor del proyecto,
Maciej Kazinski.
Este último recuerda que la reconstrucción de la
Misa incluida en ese concierto, extraída del
Calixtino, había durado casi dos años de trabajo. Al hilo de esto añado que, si difícil fue preservar, como se sabe, la tradición de los textos evangélicos que ahora conocemos, de igual modo lo fue la música de los primeros siglos del cristianismo.
Bien es cierto, como señala
Kazinski, el siguiente hecho:
La música, que al principio se transmitía por vía oral y después empezó a copiarse, nos ha llegado a través de los siglos en forma gráfica, para su ejecución. Los demás elementos (el ritmo, los ornamentos, las escalas y el carácter del timbre de la voz) necesitaban ser reconstruidos, para poder dar a la totalidad una forma homogénea, sometida al espíritu de la liturgia.
Para llegar a tal grado de precisión en la búsqueda de la mejor transcripción de las notas del
Calixtino, investigaron todo lo pertinente para un resultado más fehaciente. Y lo hicieron en Santiago, en Al-Sourian (Egipto), en Córcega y en Grecia.
Para la interpretación en vivo eligieron seis solistas y, al llegar al resto de las ciudades culturales europeas ya citadas, se le fueron uniendo coros locales para darle más realce. En Santiago fue el
Orfeón 'Terra a Nosa', dirigido por Miro Moreira el encargado de la actuación en la catedral, precisamente el
10 de mayo. Un buen trabajo, resultado de obrar filigranas hasta dar con el punto exacto o, al menos, el más idóneo y cercano a la realidad en la que surgió y se copió cada pieza del
Calixtino.
Cuando ahora Europa se empeña en desangrarse y dispersarse como si el pasado no hubiera existido, pienso que desde Cracovia y desde el resto de ciudades culturales europeas (en 2023 eran ya 66) cobra todavía más significado un párrafo del autor del proyecto del 2000, que alude al canto, pero es extrapolable a otras facetas del hacer humano:
Cada una de las ejecuciones (...) tendrá un carácter particular e irrepetible, puesto que en cada una de las Ciudades existen tradiciones del canto específicas, enraizadas en la historia, y que darán a la ejecución un colorido distinto, propio de las respectivas regiones de Europa.
Cuando ahora Europa, insisto, se tiñe de símbolos y distintivos, tanto en un bando como en el contrario, se está destruyendo esa unión que emana de los sonidos y de sus gentes.
Dos siglos antes del reconocimiento al que hacía alusión al comenzar -
"Ciudad Cultural Europea"-, en
1785, el alemán
Friedrich Schiller escribía la
"Oda de la alegría", como saben, convertida en símbolo de hermandad y concordia entre la humanidad. ¿Quién no conoce su musicalización en el cuarto movimiento de la
Novena Sinfonía de Beethoven? El pasado
7 de mayo celebrábamos el
200 aniversario de su estreno, poniendo de manifiesto que sirvió como bandera, símbolo o escudo, de bandos políticos contrarios... Ya se ve que la música discurre por caminos que, aunque transiten por lugares peligrosos, no se impregna de polvos procedentes de lodos que lleguen a salpicarle y afectarle en su esencia.
¡Si ya se lee en
El Quijote!:
-
"Señora, donde hay música no puede haber cosa mala.
Tampoco donde hay luces y claridad -respondió la duquesa.
- A lo que replicó Sancho:
Luz da el fuego, y claridad las hogueras, como lo vemos en las que nos cercan y bien podría ser que nos abrasasen; pero la música siempre es indicio de regocijos y de fiestas".
Aun así, hoy se ponen fronteras y se restringen los espacios,
politizando algo

que es etéreo y se escapa a cualquier cerco. Lamentable es que incluso en grandes festivales, como es el de
Eurovisión 2024 (de capa caída, pero ahí sigue, dando el cante desde el 'Malmö Arena' de Suecia), haya incidentes chirriantes que acaparen titulares.
No se trata de privar a las gentes de polonesas, romerías y demás festejos, sino de que NO haya músicos alienados o condenados por un régimen adverso, o piezas vetadas en tales o cuales zonas o eventos.
Da ganas de cantar con
Camilo Sesto:
"(...) ya no puedo más / siempre se repite esta misma historia".
Lo que ha unido el camino y la música (¡la Cultura!) que NO lo haga la guerra ni el rencor, ni la impotencia que a raíz de ello se genera.
Pilar Alén, Profesora de la USC.