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La montaña de las Triguerillas

domingo, 14 de abril de 2024
Dedicado a Marieta Placeres, quien me acompañó a esta montaña y disfrutó del campo de volcanes,
por su amor a la naturaleza y la pasión que siente por conocer la isla paso a paso.

La montaña de las Triguerillas
Con sus 670 metros de altitud, no es la montaña más alta del campo de volcanes de Rosiana pero, sin lugar a dudas, la montaña de las Triguerillas por su singular ubicación, dispone de la más amplia visión de todo el territorio volcánico.
Y así es. A excepción de la montaña de Cuatro Puertas, oculta tras las siluetas de los volcanes de Topino, El Gallego y montaña Herrero, su posición privilegiada le permite otear los restantes conos, como veremos al realizar la correspondiente lectura del paisaje.
No sé bien a que obedece el topónimo de Las Triguerillas pero no hay duda que en la parte baja de sus laderas, zona donde la pendiente se torna menos pronunciada, en tiempos no muy lejanos fue cultivada con plantas propias de cultivos de secano, pues es tierra de cereales. Hay quien lo relaciona con los trigueros, pequeñas aves granívoras que se encuentran, anidan y observan en la zona y hay quien asocia su nombre a las triguerillas, pequeña planta herbácea conocida por pastores y gente del campo, aunque en los diccionarios de la RAE y la Academia Canaria de la Lengua no registren significado preciso para dicho término. Sea como fuere, ahí quedan estas hipótesis para que ustedes diluciden cual es la respuesta más apropiada o que presente una mayor coherencia a la hora de interpretar su sentido.
Para abordarla, es una montaña de fácil accesibilidad tanto por su vertiente oeste -la que les recomendaré sin duda-, como por las vertientes este y sur, existiendo un camino que asciende recto hasta su cima y que tiene su origen en la carretera de tierra que discurre entre este volcán y el de Calderetas. Dicha pista, ideal para caminar pero en regular estado para los coches, discurre entre los volcanes de la zona permitiendo abordar cualquiera de ellos. Al salir de aquí, en dirección sur, va en busca de la montaña de Juan Santiago, pero dejando a su derecha una pista que se acerca al pozo de El Draguillo, recorriendo para ello la cara sur de la montaña de Calderetas. Si hemos segjuido hacia el este, dejando atrás este desvío, la pista se bifurca, bien rodeando un poco la montaña de Juan Tello hasta terminar en una propiedad privada, bien rodeando la montaña de Triguerillas dirección montaña Herrero donde esta pista volverá a bifurcarse dirigiéndose por su derecha, en busca de la GC-100 discurriendo para ello próxima al barranco del Draguillo, entre las montañas de la Majada, la Montañetilla, Herrero y Topino y saliendo a la carretera general en El Aulagar y el barranquillo de los Ovejeros, próximo al linde municipal de Ingenio, o por la izquierda rodeando la montaña Herrero para discurrir su trazado entre la montaña de El Gallego y Topino, también en dirección a la GC-100, sólo que esta vez saldrá a la altura de la montaña y del núcleo urbano de Cuatro Puertas.
Volviendo nuestros pasos a la montaña de las Triguerillas, la senda que les recomiendo discurre por su cara oeste y la cima se encuentra apenas a diez minutos. Si giramos la La montaña de las Triguerillascabeza y observamos durante nuestro ascenso, observaremos que al otro lado de la pista, una senda similar asciende de igual modo por la ladera este de la montaña de Calderetas. Ambas sendas fueron formadas y son utilizadas por bicicletas de montaña y motos de trial. Esa es la razón de este trazado sin sentido que discurre de la forma más erosiva, cuyos efectos inmediatos son la formación de nuevas barranqueras, más dificultosa para caminar pues no permite el descanso que procura un trazado más sosegado, realizado como los caminos de antaño, en zig-zag.
Tanto la cara este de Las Triguerillas como la misma cara del volcán que observamos, Calderetas, sufren un proceso erosivo galopante y el uso continuo de este tipo de vehículos convierten el daño en irreparable ya que la cubierta arbustiva ha desaparecido y con ello el suelo que mantenía firme, observándose la roca madre, lavada por las ocasionales lluvias.
Es posible que toda la parte baja de la ladera oeste, sin presencia arbustiva alguna y sí en cambio cubierta de plantas herbáceas, tenga que ver con antiguas zonas de cultivo de cereales de secano. El caso es que la cubierta vegetal actual de sus vertientes es un tabaibal degradado en buena parte del cono y mejor conservado en las zonas más rocosas, justo aquellas que no fueron sometidas a un aprovechamiento agrícola.
La cima presenta una cubierta rocosa, con grandes rocas fragmentadas y redondeadas por la erosión, labor incansable que ejercen el sol, el viento y el agua.
Observo el paisaje en dirección norte y llama la atención la perfecta alineación de cuatro volcanes. Justo donde me encuentro, la montaña de las Triguerillas, la montañeta de Cubas, la montaña Las Palmas y el pico de Bandama se encuentran en una línea que no puede ser más recta, pues unos conos solapan la imagen de los restantes.
Las laderas norte y noroeste presentan su base desaparecida por la acción de las aguas de una barranquera que, aunque de corto recorrido, revela la fuerza de sus avenidas, descubriendo el alma pétrea del volcán. Es esta pared de acusada pendiente quien hace inviable el ascenso por estas zonas. A esta barranquera sin nombre se le une otra que llega por su izquierda para, una vez unidas, formar la cañada de Flores. Ésta a su vez se unirá un poco más abajo con la cañada de las Haciendas, cañada surgida en el cráter o salida natural de las aguas de la Montañeta Fría. Ambas reciben, aguas abajo, las procedentes de otra barranquera, la cañada de los Hinojos que discurre entre la montaña de Santidad y la montañeta de Cubas para convertirse entonces en el barranco de Cazorla. Asi se denomina este tramo de gran barranco hasta la altura de la montaña de Rosiana y El Melosal. Aquí recupera el nombre de Cañada de las Haciendas hasta la altura de Lomo Pollo y la montaña de El Gallego y, justo antes de pasar bajo la carretera GC-100, recibe su nombre definitivo, Barranco de Silva que mantendrá ya hasta su desembocadura, en la playa de la Hullera.
Es importante este apunte informativo sobre la red hídrica pues son muchas las barranqueras que van definiéndose entre todos los conos volcánicos, unos apenas visibles, otros con mayor entidad, pero todos importantes a la hora de entender e interpretar la existencia de tantos pozos en la cabecera de varios de estos barrancos.
Volviendo a la ladera norte, en su cima encontramos un llano limpio de arbustos, en otro tiempo sometido a cultivo y que ahora sólo presenta herbáceas azotadas por el viento. El resto de la ladera hasta el barranquillo, está cubierta por un tabaibal amargo muy bien conservado, sin apenas presencia de tunera alguna. Cierto es que, azotada continuamente por el viento, las plantas tienen tendencia a inclinarse en su dirección y así observamos en las espigas florales de los hinojos, pero esto es sólo en su parte alta, más abajo las especies alcanzan buen tamaño, creando una vegetación arbustiva con alta densidad de ejemplares. Esparragueras, tabaibas amargas, beroles, bejeque rosados, cornicales, inciensos, azaigos de risco, algunos matos de risco y la presencia de esporádicas retamas de cumbre y algún acebuche son las especies más destacadas. Es en esta orientación norte donde encuentro una planta que no conocía. Se trata de un cardillo (Pallenis spinosa), al parecer una planta mediterránea, nativa en las islas.
Ya en su confluencia con la cañada de Flores, la vegetación se vuelve más espesa y la cubierta arbórea hace acto de presencia. Un bosquete de acebuches ocupa el cauce y asciende un centenar de metros por la laders. Sorprende el encuentro con estas islas de vegetación y justifica su presencia la incansable lucha que todos debemos tener para conservar estos espacios libres de las extracciones de áridos y del feísmo e ilegalidad que suponen variadas construcciones sin estética ni permiso alguno -ver foto adjunta-.
Es en la cima donde observo, entre las desnudas rocas, los primeros ejemplares de tunera americana. Estas serán luego una plaga pues se extienden por la cara oeste formando un importante mancha de tuneras americanas, asilvestradas ya y que supone de facto un serio hándicap para la recuperación de la vegetación arbustiva de la ladera.
Hacia el este la vegetación es similar. Es en esta cara donde se observa una especie de hoya y donde la suavidad de la ladera favorece el asentamiento de unas pocas fincas que presentan algunos frutales y cultivos de subsistencia. La zona es conocida como La Rocona y Las Tarayuelas. Es en las Tarayuelas donde se asienta un importante colmenar pues el número de colmenas presentes en el mismo se acerca al medio centenar. No será el único pues este campo de volcanes es ideal para la cría y la alimentacion de abejas y ahora, principios de abril, las encontramos libando en las flores de las salvias, almendros aislados y las flores más rezagadas de los tajinastes blancos.
Un estanque vallado a media ladera habla del ingenio del hombre del campo a la hora de recoger y almacenar el preciado líquido. Una excavación hacia el interior, en la falda de la montaña. Luego un aislamiento interior a base de cemento y cal y la colocación de una valla metálica a su alrededor para proterger su boca y evitar convertirla en trampa mortal. Más abajo una cueva habilitada como vivienda o como cuarto de aperos. Y más abajo, a mi izquierda, otra vivienda asociada a otra finca, se encuentra tras la Rocona, casi en el llano.
La Rocona es una elevación surgida en la cara este del cono volcánico de las Triguerillas. Es por esta zona donde las motos de montaña -ver foto adjunta-, se procuraron un camino inexistente destrozando el paisaje y creando una nueva vía que, en sus tramos medio y alto, tiene entre tres y cinco metros de anchura, en cuya superficie la tierra prácticamente ha desaparecido. Las motos no entienden de camino abierto sino que lo siguen ampliando a ambos lados llevándose la vegetación con sus ruedas dentadas y levantando la tierra.
Plantaciones de olivos, más de un centenar de árboles, un pozo abandonado, un estanque y pequeñas sendas en propiedades particulares es lo que observamos al desviarnos partiendo de la cima de la montaña, con la intención de alcanzar la pista que discurre a sus pies.
Sigo la pista hasta la Rocona y esta segunda elevación tiene sus laderas cubiertas de tuneras y pitas y se encuentra vallada en gran parte de la misma.
Elevo la vista y observo el paisaje en dirección naciente, en un amplio abanico visual que partiendo de dirección nordeste me permita observar una sucesión nada desdeñable de conos volcánicos. Comenzamos con los volcanes del campo de Jinámar. En él identificamos la montaña Pelada, la montaña Rajada, el volcán de la Sima de Jinámar, la montaña del Rosso. Siguiendo la vista, ya en clara orientación naciente, todos los volcanes de este campo de Rosiana que se encuentran en dirección costa: El Melosal, Herrero, El Gallego, Topino, La Montañetilla, La Majada, Juan Tello, Juan Santiago. Más hacia la costa, pasada la carretera GC-100, observamos El Melosal, María Ojeda, Tabaibas, Ámbar, Gando, el roque de Gando y, fuera ya del ámbito municipal: Malfú, montaña de Agüimes, La Cerca, Los Vélez, El Camello, El Infiernillo, y la montaña de Arinaga. ¡Casi nada!
Como núcleos poblacionales, Ingenio y Agüimes nos sitúa, con las torres de sus templos parroquiales, sus corazones históricos pero se observan de igual modo los barrios que se alejan o aproximan a la costa formándose en su conjunto un entramado urbano cada vez más extenso.
Es dejando llevar la vista hasta la costa como observo, ya en dirección sureste, el barrio costero de Pozo Izquierdo y los llanos de Vecindario. Junto a su extenso territorio urbanizado, observo decenas de aerogeneradores destacando en su espacio aéreo.
Dirigiendo la vista al sur nos encontramos con la ladera de umbría del barranco del Draguillo, los llanos que se extienden sobre ella, en territorio municipal de Ingenio y ascendiendo por la carretera que discurre sobre ellos, el pago de La Pasadilla, ya en clara dirección suroeste.
A mis pies, por la ladera discurre un tabaibal que baja por La Rocona y las Tarayuelas hasta las escasas parcelas cultivadas, asociadas a las tres propiedades y casas que hay en lo que se supone debió ser el cráter de este cono. Algunos olivos, alguna higuera y algún acebuche en esta zona de cultivos o en el suave barranquillo.
Hacia el oeste, aunque el paisaje visual es más limitado, observamos los conos volcánicos restantes, es decir, frente a nosotros la ladera este del cono volcánico de Calderetas, a su izquierda el barranco del Draguillo y a su derecha, la Montañeta Fría y el Pico de la Hoya del Moral.
Si desviamos la vista en dirección noroeste, le siguen la montaña del Plato, las tres elevaciones que conforman el conjunto vulcanológico de Santidad a quien le sigue la montañeta de Cubas y la montaña de Rosiana -esta ya en dirección norte-, y en segundo plano aparecen las montañas ya señaladas y que se encuentran alineadas con este cono -montaña las Palmas, montañeta de Cubas y Caldera y Pico de Bandama-, y otras más alejadas como montaña de Tafira, la Atalaya, cerrando el cuadro, en dirección norte, los volcanes de la Isleta. Impresionante, ¿no les parece?
Si volvemos la vista al oeste y la elevamos, distinguiremos los espesos manchones de acebuches que se encuentran en la parte alta del barranco de Cazorra o Cazorla y más arriba, tras agrestes zonas de montaña que tienen escasa presencia humana, se observa la recortada silueta de las cumbres de Gran Canaria. En ellas destaca el complejo de antenas de telecomunicaciones de El Pico de La Gorra y el Pozo de las Nieves.
Es en esta dirección, en la ladera de la montaña, donde un manchón de tunera americana desciende desde la cima hasta mediana altura, mezclándose con la vegetación arbustiva autóctona de la montaña. Algunos ejemplares de bejeque arbóreo (Aeonium arboreum), balillos, tederas, flor de mayo se encuentran entre la vegetación asociada a la parte rocosa de la cúspide.
La parte baja de este cono está libre de vegetación arbustiva. Un extenso herbazal ocupa lo que sería antaño zona de cultivos, ahora quedan relictuales muros de piedra en avanzado estado de deterioro. Algunas tabaibas amargas y algunos pies de incienso son los únicos arbutos que salpican, muy dispersos, este campo herbáceo. Grupos pequeños de pitas en la base marcan antiguas lindes o se han asilvestrado en grupos pequeños.
Parece que el feísmo quiere también adueñarse de este cono volcánico y es aquí, en estos herbazales donde una nueva construcción realizada con madera, se yergue bajo una cubierta de plástico negro que pretende,no hay duda, disimular su desarrollo -ver foto adjunta-.
En fin, no es nada nuevo en el campo de volcanes. Si la figura de espacio natural no lo remedia y, sobre todo, si no hay un control más riguroso y actuaciones ejemplarizantes, veremos crecer construcciones ilegales por todo el territorio. Esta es una más en un suelo con la categoría de no urbanizable pero que la falta de mayor rigor en hacer cumplir la legalidad vigente, facilita el estado actual de estas construcciones, su crecimiento en número ante la falsa impunidad que observan, escudados en la falta de férreas decisiones sobre la ejecución y derribo de las mismas y la obligatoriedad de devolver el espacio dañado en condiciones similares a como se encontraba.
Más allá de esta reflexión que a veces se me antoja cansina ante la realidad observada, sin duda alguna merece la pena una visita a este cono volcánico de fácil accesibilidad, tanto por el breve paseo por la senda que permite alcanzar su cima como por las excepcionales panoránicas de su extraordinario mirador.

José Manuel Espiño Meilán, incansable caminante, apasionado escritor.
Espiño Meilán, José Manuel
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