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¿Que lle debemos os galegos ao Sao Martinho de Dume? (2)

martes, 02 de abril de 2024
Isto é o que aprendín por aló abaixo:

Faleceu sobre o 579-580, e foi enterrado na capela de San Martín de Tours, do mosteiro de Dume.

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CRONOLOXÍA

Martinho de Dume (518-579) foi unha figura influente nos últimos tempos do reino suevo. A igrexa, implantada in uicino e in pago, para citar o Parochiale suévico, estaría ¿Que lle debemos os galegos ao Sao Martinho de Dume? (2)xunto do centro palatino da corte, e funcionou como basílica, monasterium e sede de bispado; de grande riqueza e influencia chegou a ter 500 servos, pero nunca xerou un aglomerado poboacional dada a súa proximidade coa Bracara.
A construción do templo ensártase nunha promesa feita polo rei suevo: se o seu fillo fose curado de lepra, o rei suevo obrigábase a construír unha basílica xunto da súa corte, e nela gardaría as reliquias de São Martinho de Tours, consagradas segundo as normas litúrxicas (De miraculis Sancti Martini, Patrologia Latina 71, 993-994).

A basílica de Dume ten así uns significados profundos: simboliza a unidade do reino suevo, a ligazón coa comunidade hispano-romana na construción dunha fe común, e os eixos de comunicación e de influencia cultural coa Gália e Ravenna, denunciando un certo cosmopolitismo da corte sueva.
O elemento mais significativo é a existencia de textos escritos que describen a consagración da basílica no 558, que poden ser comparados co monumento actual. As primeiras referencias son do propio Martinho de Dume nun poema celebratorio que, segundo afirma Gregório de Tours, encontrábase na porta sur (Historia Francorum, V, 37). O epitafio de S. Martinho explica que se procedeu ao seu enterramento no local, contrariando as disposicións do Canon XVIII do I Concilio de Braga en 561, no que o propio Martinho participou, que prohibía os enterramentos intra basílica sanctorum.
Aínda no 866, o abade Sararico abandonou o local, que sería recuperado no 877. En pleno contexto da Reconquista, a basílica tería sufrido importantes obras de remodelación, procurando revitalizar o culto do santo. En torno ao Século IX, pola acción de Afonso III (que reocupa a cidade de Bracara no 873), será emprendida unha relevante campaña de traballos no local reforzando a compoñente monástica. Esta fase de reedificación foi confirmada polas intervencións arqueolóxicas no local, que conducirán ao proceso de musealización (Fontes, 2006). A principios do século XII (1103), recupera a súa autonomía en canto diocese propia, retomándose o culto do santo. Desta época data o túmulo de S. Martinho de Dume, unha emblemática peza funeraria que actualmente se encontra exposta no centro interpretativo. A mediados do século XVIII, a edificación da actual igrexa conduce á demolición do templo anterior, situación rexistrada con pena por Valério Pinto de Sá.


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¡Ai, Santiago, como o permitiches?
El arrianismo entre los suevos. -Su conversión por San Martín Dumiense (560)

(Extracto del libro ‘Historia de los heterodoxos españoles’, de Marcelino Menéndez y Pelayo)
Singular espectáculo vamos a presenciar en este capítulo. Una nación idólatra que pasa al cristianismo, y de aquí a la herejía, y vuelve a la ortodoxia, en términos de extinguirse totalmente el error antiguo, y todo esto en menos de ciento cincuenta años. ¡Lástima que tengamos tan pocas noticias de este prodigioso acaecimiento! Pero la monarquía sueva ha sido casi olvidada por nuestros historiadores, atentos sólo al esplendor de la visigoda.
Cuando los suevos posaron su planta en Galicia eran gentiles. Así permanecieron hasta la época de Rechiario, que reinó desde 448 a 456 y que antes de casarse con una hija del godo Teodoredo recibió el bautismo; catholicus factus, dice San Isidoro. Siguióle en la conversión su pueblo; pero no les duró mucho el catolicismo, que debían de tener mal aprendido, dado que en tiempo de Remismundo vino a Galicia, como enviado del rey godo Teodorico, un cierto Ayax, de nación gálata y de religión arriano, con lo cual bastó para que todos los suevos, comenzando por el rey, aceptasen, con la misma facilidad que el antiguo, el nuevo dogma, impuesto quizá por Teodorico como condición para el matrimonio de su hija con Remismundo. Aconteció esta apostasía en la era 502; de Cristo, 464.
Duró el arrianismo entre los suevos noventa y seis años, con escasa diferencia, hasta el reinado de Charrarico, según refiere San Gregorio Turonense, o hasta el de Teodomiro, conforme a la crónica de San Isidoro. De esta manera narra el Turonense aquella conversión prodigiosa. Tiene su relato cierto sabor de piadosa leyenda, que perdería traducido en el árido estilo de nuestra historia:
«No alcanza mi lengua a decir tan extrañas virtudes. Estaba gravemente enfermo el hijo de Charrarico, rey de Galicia…, y en aquella región había gran peste de leprosos. El rey, con todos sus vasallos, seguía la fétida secta arriana. Pero, viendo a su hijo en el último peligro, habló a los suyos de esta suerte: ‘Aquel Martín de las Galias que dicen que resplandeció en virtudes, ¿de qué religión era? ¿Sabéislo?’ y fuéle respondido: ‘Gobernó en la fe católica su grey, afirmando y creyendo la igualdad de sustancias y omnipotencia entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, y por eso hoy está en los cielos y vela sin cesar por su pueblo.’ Repuso el monarca: ‘Si verdad es lo que decís, vayan hasta su templo mis fieles amigos, llevando muchos dones, y si alcanzan la curación de mi hijo, aprenderé la fe católica y seguiréla.’ Envió, pues, al sepulcro del santo tanta cantidad de oro y de plata como pesaba el cuerpo de su hijo, pero quedaba en el pecho del rey amor a la antigua secta, y por eso no logró la merced que pedía. Y, volviendo los enviados, le contaron las maravillas que presenciaron en la tumba del beato Martín, y dijeron: ‘No sabemos por qué no ha sanado tu hijo.’ Pero él, entendiendo que no sanaría hasta que confesase la divinidad del Verbo, labró un templo en honor de San Martín, y exclamó: Si merezco recibir las reliquias de este santo varón, creeré cuanto predican los sacerdotes. Y tornó a enviar a sus criados con grandes ofrendas, para que pidiesen las reliquias. Ofreciéronselas, según costumbre; pero ellos replicaron: ‘Dadnos licencia para ponerlas aquí y tomarlas mañana.’ Y, tendiendo sobre el sepulcro un manto de seda, en él colocaron las reliquias, después de besarlas, diciendo: ‘Si hallamos gracia cerca del santo patrono, pesarán mañana doble y serán puestas para bendición, besadas por fe.’ Velaron toda aquella noche y a la mañana volvieron a pesarlas, y fue tanta la gracia del santo, que subieron cuanto pudo demostrar la balanza. Levantadas con gran triunfo las reliquias, llegaron las voces de los que cantaban a oídos de los encarcelados de la ciudad, y, admirando lo suave de aquellos sones, preguntaban a los guardas cuál fuese la ocasión de tanto júbilo. Ellos dijeron: ‘Llevan a Galicia las reliquias de San Martín, y por eso son los himnos.’ Lloraban los presos invocando a San Martín para que los librase de la cárcel. Aterráronse y huyeron, impelidos por fuerza sobrenatural, los guardas; rompiéronse las cadenas, y aquella multitud salió libre de las prisiones para besar las santas reliquias y dar gracias a San Martín, que se dignó salvarlos… Y, viendo este prodigio, los que llevaban las reliquias alegráronse mucho en su corazón y dijeron: ‘Ahora conocemos que se digna el santo obispo mostrarse benévolo con nosotros pecadores.’ Y entre acciones de gracias, navegando con viento próspero, so el amparo celeste, mansas las ondas, reposados los vientos, pendientes las velas, tranquilo el mar, aportaron felizmente a Galicia. El hijo del rey, milagrosamente y del todo sano, salió a recibir aquel tesoro… Entonces llegó también de lejanas regiones, movido por divina inspiración, un sacerdote llamado Martín… El rey, con todos los de su casa, confesó la unidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo y recibió el crisma. El pueblo quedó libre de la lepra hasta el día de hoy y todos los enfermos fueron salvos… Y aquel pueblo arde ahora tanto en el amor de Cristo, que todos irían gozosos al martirio si llegasen tiempos de persecución.»
Tal es la hermosa tradición que en el siglo VI explicaba el súbito tornar de los suevos al catolicismo. La historia, por boca de San Isidoro, nos dice mucho menos. El rey converso no fue Charrarico, sino Teudemiro, y el catequista, San Martín Dumiense o Bracarense, gloria de nuestra Iglesia, aunque nacido en Pannonia y educado en Oriente. El mismo escribió:
Pannoniis genitus, transcendens aequora vasta

El P. Flórez procuró resolver la contradicción admitiendo dos conversiones: una del rey y su corte, en tiempo de Charrarico, y otra de todo el pueblo en el reinado de Teudemiro, merced a las exhortaciones de San Martín, el húngaro. Sin embargo, expreso está el texto de San Isidoro, que alude a una sola conversión: Multis deinde Suevorum regibus in Ariana haeresi permanentibus, tandem regni potestatem Theudemirus suscepit. Qui confestim, Arianae impietatis errore destructo, Suevos catholicae fidei reddidit, innitente Martino Monasterii Dumiensis Episcopo, fide et scientia claro: cuius studio et pax Ecclesiae ampliata est et multa in Ecclesiasticis disciplinis Gallaeciae regionibus instituta.
San Martín Dumiense fue el apóstol de Galicia. (O segundo, máis, ben, diría eu!). No sólo convirtió a los arrianos, y es de suponer que lidiase con los priscilianistas, sino que atajó las supersticiones del vulgo en el curiosísimo tratado De correctione rusticorum. Era docto en letras griegas y en humana filosofía: tradujo y ordenó las sentencias de los Padres egipcios y compuso buen número de tratados morales (Formula vitae honestae, De moribus, Pro repellenda iactantia, Exhortatio humilitatis, De ira, etc.), tejidos en su mayor parte de conceptos y sentencias de Séneca. Es el más antiguo de los senequistas de la península Ibérica.
En honra de su apostólico celo cantó el trevisano Venancio Fortunato:
Martino servata novo, Gallicia plaude.

Fundó San Martín cerca de Braga el monasterio Dumiense; y tanto adelantó la conversión de los suevos, que en el concilio Bracarense, ya citado, no fue necesario pronunciar nuevo anatema contra el arrianismo, limitándose los Padres a leer la decretal de Vigilio y extractar de ella su canon 5, en que mandan administrar el bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Tan completa había sido la abjuración de los bárbaros establecidos en Galicia! Triunfo natural de la cultura de los hispanorromanos, que al cabo constituían la parte mayor y más ilustrada de la población, sobre todo en aquella comarca, donde habían nacido el priscilianismo y sus impugnadores (indicios todos de gran movimiento intelectual), donde habían escrito los Orosios, Bacchiarios, Avitos, Idacios y Toribios, dignos predecesores de San Martín. También los suevos, con el candoroso anhelo del neófito, quisieron acercarse a aquella luz, y viose al rey Miro, con insaciable sed de sabiduría, correr a los manantiales de la ciencia moral y pedir al obispo bracarense las enseñanzas y consuelos del antiguo saber.
Cuando la usurpación de Andeca y las armas de Leovigildo dieron al traste con el pequeño reino galaico, la fusión romano-sueva estaba casi terminada. El catolicismo, la ciencia clásico-eclesiástica y el gigante espíritu latino iban a alcanzar muy pronto nueva y más disputada victoria. Conviene fijarnos en el arrianismo visigodo.
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Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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