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José Luis González-Ruano, el escritor (7)

miércoles, 20 de marzo de 2024
"Chelonia en Orchilla y el cuaderno de Tindaya"

"Las tortugas marinas pueden llegar a hacer cosas sorprendentes cuando divisan una isla. Chelonia es una tortuga marina que logró llegar a Orchilla, el primer o el último faro que ilumina desde la isla de El Hierro la ruta de los navegantes atlánticos."

Así comienza su entrañable libro: "Chelonia en Orchilla y el cuaderno de Tindaya". Enamorado del mar, José Luis González-Ruano, el escritor (7)sentía admiración por esos simpáticos reptiles marinos del orden de los quelónidos, capaces de cruzar océanos para desovar en las playas que les vieron nacer. No lo hacen todas las especies, pero la que fue un referente para la obra poética de José Luis, la plasmada en el titulo, Chelonia, por el autor, sí es una tortuga que tras grandes migraciones marinas, regresa a su playa natal para responder así al misterio de la vida.

"Siempre intento recordar cómo entró el mar en mi vida y cada vez quiero saber algo más sobre ese mismo mar que me rodea. Me he acercado a los puertos perdidos en los confines del mundo, he arribado a playas secretas y he contado el tiempo en la arena como si fuera un ave marina".

Publicado en el año 1998, nuestro escritor iniciaba la década de los cuarenta años con la misma pasión que en los tiempos en que lo había conocido, -quince años atrás- pero mayor experiencia y una soberbia destreza literaria. Esa interrogante se la ha formulado el autor una y otra vez, durante toda su vida. Pienso que la reflexión que plantea tras la búsqueda de tal recuerdo es profunda y sólo él podría encontrar la respuesta apropiada. Para mi entender, el mar formaba parte de él, de su sangre, de su cuerpo, de la memoria desde su más tierna infancia: -Jose -me reveló un día-, de pequeño conciliaba el sueño con el rodar de los callaos en las subidas y bajadas de la marea, mi habitación se encontraba justo en la trasera de la casa, al pie de donde rompía el mar.

"Chelonia es una semilla desangrada
flotando en el idioma del agua.
Viene con las olas lunares
brillando en la espuma y el sudor
que emana de una estela perseguida.
Trae el frío de una cópula marina,
y sin más gemido que el del aire
hundiéndose en la arena de la noche,
y sin más rumor que el de una lágrima,
cava lentamente la fosa natal
para cien huevos blancos de tortugas verdes.
Chelonia es nombre de hembra fecunda,
piel de estrella dura y silenciosa
con ojos amargos de sal en la orilla.
..."

Escrita en la playa de Tortuguero, en Costa Rica, tres años antes de la edición de este poemario.

El mismo año en que se publica esta obra, 1998, José Luis González-Ruano sería seleccionado por el jurado del "Premio de Poesía Pedro García Cabrera" y premiado con un Accésit. Habla de su calidad como poeta el hecho de que fuera a un concurso de tal prestigio por primera vez, con una selección de estrofas y versos de su amplia producción inédita, y se le reconociera de inmediato. Publicada en el año 2000 por la entidad bancaria que patrocinaba dicho certamen, le dedicaremos un capítulo, el octavo de este atrevido compendio que intenta acercarles la obra del autor.

"Esta es la arena que hace mundos,
que fue roca y montaña
sembrada grano a grano
para trazar orillas en los mapas
y buscar la huella de un pie desnudo."

Titula: "Los tiempos de la arena" la historia del mundo, del génesis, del ser humano. Cinco versos, nada más, necesita el autor para dejarnos una profunda reflexión sobre la eternidad de los efímero o lo efímero de la eternidad. Que cada cual reflexione sobre la dimensión de ambos términos en el discurrir de la tierra y de la vida, más allá de la perspectiva temporal del ser humano.

"Éstas son las antiguas piedras,
éste es el barro centenario
y esos son los huesos desconocidos
que labraron las piedras y el barro.
Aquí yace también el secreto
del primer fuego que invocó a la luna,
de la canción perdida del viento
y del árbol que fue ceniza y tumba.
Baja un sendero húmedo hasta el mar,
a un naufragio de olas azules,
y una rama aún verde esconde el miedo
de unos ojos que en ese mar se hunden.
Y el sol marca su oración irritada
en círculos de piedra de liquen
con sangre de aves que en invierno
sonoras invaden las oquedades libres".

En este poema, bautizado con un término que lo expresa todo: "Yacimiento", el poeta hace mención expresa a la ausencia de nuestros antepasados, por extensión de todos los antepasados aborígenes de la Tierra, pero es una ausencia dolorosa pues surge la poesía tras decenas de visitas a muchos yacimientos insulares. Abandono, desidia, suciedad, destrucción, expolio es lo que encontrábamos en la visita a muchos de ellos. Hablamos de las últimas décadas del pasado siglo. ¿Ha cambiado algo en estas dos décadas del nuevo milenio? Ahí queda la pregunta. Del pasado aborigen, en nuestras visitas, sólo encontrábamos silencio y olvido. A nadie se le oculta que actualmente, la mayoría se encuentran aún inmersos en un sangrante silencio.

"Me nació aire azul y profundo
frente a la orilla blanca
de un mar estremecido,
fuego de espuma ardiendo
en la mirada del agua desnuda.
..."

Cuarenta y cinco hermosas páginas que albergan veintitrés poemas son el preludio de un manifiesto épico "El cuaderno de Tindaya", para mí el más bello cuento -en apenas tres páginas- y el poema épico más emocionante que se haya escrito, no solo en defensa de la montaña sagrada, sino de cada uno de nosotros como seres humanos, garantes de un equilibrio ecológico que ni defendemos ni respetamos.

Es tan bello que acercarles sólo las estrofas que inician cada capítulo es una forma de mutilarlo, pero al mismo tiempo es una provocación al lector en la búsqueda de la obra y la lectura sosegada del mismo. Si con estos versos consigo, al menos, mostrar la fuerza y la denuncia del poeta, su poesía sin gritos ni algaradas, la pasión que despertó en él, el silencio y la majestuosidad de la montaña, mi atrevimiento estará justificado, pues grande es mi afán en acercarles la belleza de la épica narrada. Sirvan pues las estrofas iniciales de los cuatro poemas que componen el canto para plasmar las profundas reflexiones de su autor, el canto desgarrador a la esperanza. Y si despierto al menos interés en rescatar la obra ya agotada, satisfecho estaré, alegre no, pues el poema hay que sentirlo todo... o nada.

I
"Acaso yo también soy un salvaje
y es así como entiendo las cosas.
He visto la montaña sin ojos
para mirar la paz azul
que derrama el horizonte.
Y he visto el Sol y la Luna
iluminando a la vez
su corazón geológico.
..."
II
"Los hombres aparecen y desaparecen
como las olas del Mar.
La Montaña es tierra encarnizada
y permanece severa.
Y los hombres quieren tocarla
una última vez.
¡Siempre una última vez,
para dejar a la intemperie
la eternidad de su alma!
...
III
"Cada parte de esta montaña
es sagrada para mi pueblo,
cada huella en su cima,
cada paso ascendiendo hacia el altar del Sol.
Mientras escribo llega a Tindaya
la última flor de la maresía
y la piedra se agita
como un olivo de agua negra.
Cada hoja de aire profundo
es sangre verde para la Montaña.
..."
IV
"Para que respeten la Montaña,
contadles que la Montaña contiene
las almas de nuestros antepasados.
Contadles que no pueden quitarnos
la mirada interior de nuestros dioses.
..."


Nota breve de última hora:
Ayer, catorce de noviembre, celebré mi sesenta y cuatro cumpleaños. Como todos los días, recorrí el sendero del litoral teldense. Junto al charco grande de El Rincón del Castellano extendí sobre los riscos un pequeño mantel para dos personas, saqué pan de centeno y miel de los Ancares y observé el entorno de la rasa, plagado de charcones. Una garza real mariscaba en los mismos, ajena a mi presencia. Sin molestarla, disfruté de un frugal desayuno lleno de recuerdos y añoranzas. Sentí tu presencia. Al recoger las cosas para seguir el periplo, la hermosa garza levantó su vuelo en dirección a las rasas del Bufadero y La Garita...

José Manuel Espiño Meilán, lector agradecido de su obra, amante y defensor de la vida y del camino, ecologista y docente, buen amigo.


Domingo 15 de noviembre 2020.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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