Al nuevo cruceiro de Colmenar del Arroyo (3.IX.2000)

Así cantaba, queridos amigos, al "cruceiro", al crucero, el pontevedrés Luis Amado Carballo, desaparecido joven (a sus veintiséis años) a comienzos del siglo XX, en este breve poema gallego:

O xesto monacal da pedra
benzoa o acougo da aldea...

Axiónllanse os camiños
abrazados ao cruceiro,
nunha azul eternidade
de pedra e ceo.
Que vertido al castellano, suena así:

El gesto monacal de la piedra
bendice el descanso de la aldea...

Se arrodillan los caminos
abrazados al crucero,
en azul eternidad
de piedra y cielo.
Sí, el "cruceiro" gallego, queridos oyentes, nace y vive en las encrucijadas de vías y caminos: es en las dudas y dilemas de la vida cuando se yergue Dios como faro que ilumina.
El crucero es mástil enhiesto que sostiene velas hinchadas de esperanzas para el vivir.
Es índice que apunta al cielo y orienta la mirada de hombres y mujeres hacia su meta y origen.
Es espada de paz clavada en tierra, renunciando a ser blandida contra nadie.
Es pararrayos de las iras de Dios, construido por Él mismo, y monumento, a un tiempo, de la tierra a las misericordias del cielo.
Es cuna granito limpio y virgen para el Dios desnudo, y testigo al mismo tiempo, hecho arte hermoso, de la afrenta de los hombres al Dios vivo.
Es brazos abiertos del padre Dios, forjando universal fraternidad.
Es árbol, el "árbol de la cruz", floreciente de promesas, trasplantado aquí desde tierras de Galicia.
Es crucero emigrante que, como otros hijos de Galicia, encuentra cobijo acogedor en nueva tierra: abeja reina que, tras vuelo celestial, desciende a construir sus mieles de oro en su nuevo colmenar, su nuevo hogar de ensueño, Colmenar del Arroyo.
Te deseo, cruceiro amigo, que cuando líquenes de siglos cubran tu rostro, puedas desde tu altura seguir contemplando niñas y niños de esta sierra madrileña, alegres danzando a la vera de tus piedras monacales.

[Palabras pronunciadas junto al cruceiro gallego de Colmenar del Arroyo (Madrid) el 3 de setiembre del año 2000, día de su erección].