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Tal día como hoy, hace cuatro años

domingo, 21 de enero de 2024
A la memoria de un buen escritor y gran amigo, José Luis González Ruano

Tal día como hoy, hace cuatro años
Curiosas son las efemérides como curiosas son las circunstancias que envuelven cualquier fenómeno cotidiano. La razón de estas líneas obedece precisamente a un hecho curioso que no por ello deja de ser anecdótico para unos, digno de consideración para otros.
Hace quince días, día cuatro de enero, tras regresar de un gozoso paseo siguiendo la senda que desde la playa de San Agustín, en la zona urbana de El Burrero de Ingenio recorre la costa este de nuestra isla, acercándonos a la Punta y a la montaña de Arinaga, en el término municipal de Agüimes, curioseando en la observación de los cambios, unos positivos, otros negativos, llevados a cabo en esta franja litoral sometida a una alta presión humana, estimé conveniente culminar tan interesante periplo recuperando una vieja costumbre: disfrutar con una sosegada lectura de la prensa local en una cafetería de Telde -¡tras la pandemia, qué pocas cafeterías quedan que oferten entre sus servicios la prensa escrita!-. Nada hay para mí más relajante y satisfactorio que buscar la sección cultural o de naturaleza y disfrutar con su lectura.
Y así fue como mis ojos se encontraron con un interesante y emocional artículo de doña Yolanda Arencibia, catedrática de Filología en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria y Directora de la cátedra Benito Pérez Galdós, en la sección de Literatura del diario La Provincia, sobre la efemérides del día. Bajo el título: "Tal día como hoy, hace cuatro años" rememoraba a un Galdós que jamás estará condenado al olvido porque los genios nunca mueren.
Fue entonces cuando me percaté de una curiosa coincidencia. El 4 de enero del año 1920 fallecía en Madrid el egregio escritor, referente universal de la literatura española pero justo en ese mismo mes, cierto que una veintena de días más tarde pero justo un siglo después, en el año 2020, un escritor canario con estilo propio, con una producción mucho más reducida pero cuya decena de obras publicadas eran dueñas de una cuidada elaboración, un autor de textos muy meditados, para quien las palabras debían ser utilizadas con una precisión absoluta, cuidada su forma y estudiado significado, también se mudaba a los Campos Elíseos.
Sirvan estas líneas como recuerdo y homenaje a este escritor de nombre José Luis González Ruano, nativo y residente en su isla, Gran Canaria, cuyos escritos no se circunscriben exclusivamente a su isla y las de su archipiélago, sino que nos hablan de un universo viajero, el recorrido y vivenciado por un corazón abierto a otros mundos, a otras gentes, a otras islas.
Tambien el era, como experto entendido en el mundo literario, un profundo admirador de don Benito y su obra.
No fue casual que su editorial Azulia, reeditara una obra suya: "La casa de Shakespeare. Un viaje a Londres", obra presentada el jueves 30 de junio del año 2016 a las 20.00 horas en la casa museo León y Castillo de Telde. En ella Tal día como hoy, hace cuatro añosGaldós recogía sus impresiones del viaje que le llevó hasta el lugar de nacimiento de uno de sus escritores más admirados y referente literario: William Shakespeare.
Precisamente Yolanda Arencibia, autora del reciente artículo en la Provincia y el periódico El Día, afirmaba del escritor canario: "fue un gran viajero que viajaba movido por su curiosidad cuando casi ninguno de sus coetáneos lo hacía, algo que es propio de los isleños". Añadiría yo, sin ánimo alguno de enmendar palabra alguna a tan distinguida filóloga, que si don Benito fue uno de los más grandes escritores de ese siglo XIX, un paisano de mi tierra natal, nacido pocos años antes de la muerte de Pérez Galdós, el escritor mindoniense don Álvaro Cunqueiro, fue uno de los más grandes del siglo XX. Y lo traigo a colación porque los viajes que don Álvaro no realizó en persona, los inventó con ese imaginario tan extraordinario que lo catapultó como uno de los más grandes narradores de la literatura de su tiempo y, no son casualidades de la vida, era también Álvaro Cunqueiro uno de los referentes literarios de José Luis González Ruano hasta tal punto que no cejó en sus viajes -nuestros, pues todos ellos tenían un componente jacobeo-, hasta sentarse junto a él, en Mondoñedo, su lugar de nacimiento. Un sentarse real, junto a un Cunqueiro en bronce, observando ambos la excelsa catedral mindoniense.
Para mí, amigo personal de José Luis, las tres pérdidas son igual de sentidas. La alta consideración de los escritores consagrados, reconocidos como grandes novelistas tanto por el volumen como la calidad literaria de sus obras, se une en mi interior a la que profeso a la obra literaria de José Luis González Ruano. ¡Qué quieren que les diga!, en el universo literario de cada persona hay decenas de autores que enriquecen su vida aportando emociones, viviencias, conocimientos y valores.
A don Benito Pérez Galdós y a don Álvaro Cunqueiro Mora, las referencias y honores que multitud de estudiosos y lectores les hacen, difundiendo y refrendando su universal valía, son innumerables.
Yo, desde la humildad y la modestia, pues a poco más alcanzan mis conocimientos, hago referencia y honor a la obra del amigo que se fue, de la persona que dejó un importante vacío en el corazón de las personas que lo conocieron y en los lectores que esperaban con expectación sus nuevas entregas literarias, un poemario que estaba corrigiendo y una obra narrativa que estaba en marcha.
Para poner en valor el recuerdo en el cuarto aniversario de su fallecimiento, nada mejor que sus palabras, Para ello he seleccionado su última obra, editada en 2018 bajo el titulo: "El archipiélago nómada. Un viaje libre y salvaje por las islas Canarias".
Hay una intención doble en ello: La primera invitarles, tras su lectura, al descubrimiento de las islas desde una perspectiva diferente, alejada de la vorágine turística y masificadora de las grandes ciudades, acompañando al escritor en un periplo donde los elementos geográficos referenciados son difíciles de encontrar en una cartografía al uso -turística, básica, promocional-, y hay que buscarlas en aquellas sendas a donde nos lleva el corazón y en las palabras de la gente que habita dichos lugares. Maribunda, Ambra, Vigocho, Tufia, Guayonje, Arguamul, Guelguén, Orchilla...
La segunda es compartir la aventura de José Luis a través de otra lectura, invitándoles a disfrutar de una ruta atípica por un GR atípico. El periplo necesario para realizar el GR 131 -ruta que parte de Órzola en Lanzarote y culmina en Orchilla en El Hierro-, isla a isla, con la incorporación al mismo de las islas de La Graciosa y Lobos.
Siempre cautivó a José Luis este gran recorrido y de hecho, tuvo contactos y reuniones con senderistas y montañeros que estaban realizándolo o lo habían realizado ya, compartiendo con ellos tardes de tertulia y analizando los pros y los contras de una posible edición. Yo, con la ayuda de queridos amigos, compañeros de docencia y senderistas, acabo de iniciar esta aventura hace apenas un par de días en este mes de enero. Según lo vaya recorriendo les daré cumplida cuenta de su transcurso y de las emociones asociadas a tan singular como exigente recorrido, un periplo que discurre por paisajes tan cambiantes como diversos. Más de seiscientos kilómetros a pie separan Punta Gorda y la playa de las Conchas en La Graciosa de la Punta de Orchilla en la isla del Hierro. Un mínimo de treinta etapas que convertirán este gran recorrido en un interesante reto personal. No hay prisa, no se trata de una carrera, se trata de disfrutarlo al ritmo del grupo y la temporalización será tan larga como así lo acuerden la mayoría.
En este periplo me acompañará un libro de viajes, precisamente al que hago referencia en este artículo: "El archipiélago nómada. Un viaje libre y salvaje a las islas Canarias". Siempre es bueno llevar cerca del corazón el sentir salvaje del amigo en cada isla.
Y aquí les dejo con dos párrafos del mismo:
"He llegado a Tufia para mirar más allá. Desde la orilla se ve el roque aislado sobre el que un día descubrí que también se había levantado un refugio de piedra. Una isla íntima para la extrañeza. Las ruinas allí narran físicamente la leyenda de la princesa cautiva y el guerrero aborigen que nadaba cada noche al encuentro de su amada. Otra vez la obsesiva soledad. Haber amado un horizonte es insularidad, confirma poéticamente Derek Walcott. Y mi espíritu todavía está anhelante, perdida la noción del tiempo."
Del capítulo: "Antes de que la noche caiga irresistible sobre el mar de Tufia".
"La escritura es el viaje. La isla fecunda una inspiración indecible y ese viaje se escribe como un relato inequívocamente metafórico. Así sucede. La literatura es una forma de vida inagotable y el mito es una emoción indeterminada que anima la floración de la memoria creativa. No hay otro camino. La montaña aislada y el horizonte, hitos del paisaje, insisten en añadir sus alusiones al misterio de la isla ardorosa. No hay fronteras en la mente vagabunda. Escribo la verdad visible en las rocas antiguas y me doy cuenta de que el arte de escribir responde a una llamada primitiva".
Del capítulo: "La ruta del naufragio hasta el desierto de Vigocho".
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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