El "cubismo" en versión lucense como una muestra más del surrealismo en la gestión pública
En Lugo estamos de enhorabuena. La exposición temporal de cubismo que ha protagonizado durante años las ventanas arqueológicas de la calle Doctor Castro parece que lleva camino de convertirse en permanente.
La vanguardia de la cultura local se hace patente al tapar unos viejos mosaicos romanos y cuatro tonterías más que no hacían más que afear el entorno con unos espectaculares receptáculos de diversas formas y colores llamativos para recoger el agua de la lluvia, que entiendo que, en una ciudad ecológica, verde, moderna y sostenible como es el Lugo gestionado por el gobierno de Lara Méndez, será destinada a regar los muchos árboles del casco histórico o a rellenar las exitosas Caldas, donde hay más colas que en la Zouk en fin de año.
Es una muestra más del inteligente destino de los fondos municipales, que se usan para reparar las calles destrozadas durante unas obras muy bien organizadas y que no causan molestia alguna (salvo a los exagerados que van al hospital por caídas o los negocios que protestan por facturar un 40% menos, como si eso fuera importante) o a mantener edificios vacíos como puede ser el denominado Impulso Verde o el nuevo Auditorio, que, con gran acierto, no se usan porque es mejor conservar esas cosas limpias de pisadas del público.
Podríamos hablar de otros fantásticos destinos del dinero público, como arreglar calles con casas en ruinas, talar árboles que no hacen más que estorbar la vista, o comprar mobiliario urbano para una inexistente playa fluvial, pero esto último es porque la gente no se entera: la intención es crear un espacio zen de meditación contemplativa del agua del río, que transcurre como el tiempo y se lleva nuestras oportunidades perdidas.
El diseño de unos huertos urbanos, en una ciudad como la nuestra tan distante de la zona rural, es otro de los grandes proyectos que sólo se llevará algo más de 700.000 euros, a los que sumamos los 180.000 euros que costará el cementerio de mascotas. Vale que sumándolos hasta se podría hacer una nueva protectora, pero ¿quién prefiere acariciar a un perro que plantar una lechuga o una calabaza? ¿a quién le importa cuidar de los pobres perros cuando se les puede enterrar dignamente? Es cuestión de prioridades.
La construcción de una mastodóntica estación de trenes sin trenes sigue esta estela de aciertos indiscutibles en una ciudad que día a día progresa bajo la infalible dirección de quienes brillan por su capacidad de diálogo, su propensión a la participación o la transparencia en el gasto.
¡Todo es maravilloso!
