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Navidad de 1982

miércoles, 03 de enero de 2024
En diciembre de 1982, a las puertas de las Navidades, estando en mi casa de piedra en el Miramar de San Ciprián, mi puerto natal estaba conmocionado. Mal tiempo con fuerte marejada. Un buque de consignataria holandesa -Carabeka VIII- había encallado en Los Farillóns y se estaba partiendo en dos por efecto de la mar Cantábrica. Un Navidad de 1982descuido a la espera de entrar en el puerto de Alúmina Aluminio para descarga lo arrojó contra esas rocas del Escaramelado que son afiladas como cuchillos. Aquellas vísperas de la Noche Buena tuvo tintes amargos. La buena noticia fue el salvamento de la tripulación. La mala el hundimiento del buque con el capitán Wan Pool que no quiso abandonar la nave.

Al día siguiente trataron de sacar al capitán pero la sorpresa fue que había desaparecido. Era un tributo misterioso que los marineros de San Ciprián sabían se cobraba la mar de vez en cuando y así en esos mismos fondos yacen los pecios del Carmelita, Castillo Moncada, Mari Fran, Carmelina y otras embarcaciones de menor tamaño.

A partir de ahí y como sucede en las historias de la mar se desató la leyenda. La desaparición del marino holandés tenía que ver con esa mitología de las sirenas que habitan en los archipiélagos y que con sus cantos se llevan a los soñadores mareantes, en este caso se trata de esa Maruxaina de antaño, la de mi infancia, que nada tiene que ver con la probable hija de Dionisio que desencadena un creciente botellón un sábado agosteño y permite a ciertas damas poco aseadas y muy ignorantes justificar sus defecaciones en la puerta de un edificio creado en el siglo XVII como Hospital de peregrinos en el camino de San Andrés de Teixido. ¡Qué vergüenza!.

Y es que hay quienes lo que no saben se lo inventan. Alguno que acude al Museo de Puerto de Vega, dónde hay una sala dedicada a la caza de ballenas y tras saludar al encargado municipal de la instalaciones cultural, le deja una tarjeta dónde reza ser generante del Museo Provincial del Mar. El mismo que se inventa que A Cova de Ouro es un topónimo nacido por la presencia en tal lugar de un lingote. O quien afirma todo lleno de conocimiento que aquella lancha motora denominada Calista, quedó al albur del tiempo pudriendo en la ría de San Ciprián, cuando estuvo navegando por mares del Concejo de Tapia, con una tripulación que la compró a su dueño Manolo de Rego. La imaginación de unos y el atrevimiento de otros suele ser aquello que se decía hace muchos años... "como dice el pueblo...".
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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