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Día Internacional de las Migraciones, 18 de diciembre de 2023

jueves, 21 de diciembre de 2023
Palabras pronunciadas en la conmemoración del décimo aniversario del Monumento a los Migrantes, en el Muelle Uno del Puerto de Málaga.

La migración de las personas es, para mí, como la Luna, tiene dos caras. Y la visible, a su vez, presenta distintas fases, unas más luminosas y otras más oscuras.
Esta escultura está compuesta por esas dos caras de la migración. La visible para todos, está dedicada a los inmigrantes, los que quieren venir. Son los que figuran en las Día Internacional de las Migraciones, 18 de diciembre de 2023estadísticas y los que son recordados con actos y monumentos. Es la escena de la derecha.
Se observa a una pareja en la soledad del cuadro (como ven, la obra cumple con la cuota de la nueva ley de paridad), junto a una maleta que contiene sus sueños y esperanzas. Están solos porque han dejado todo lo que tenían en su lugar de origen, hogar, familia, amigos, trabajos, aficiones, y a veces hasta deben aprender otro idioma.
En estos días se habla mucho de inmigración, somos espectadores como los medios, los políticos y los tertulianos hablan solamente del aspecto dramático de la llegada de personas a nuestras costas, ignorando que mientras tanto ciudadanos de todos los rincones del mundo llegan a España, Andalucía, Málaga, en silencio, sin pedir ni recibir nada. Buscando seguridad y un futuro mejor. Informáticos, médicos, albañiles, limpiadores, cuidadores, jóvenes que pedalean con entusiasmo... Solamente quieren un trabajo. Paulatinamente tendrán que reconstruir su entorno, su nuevo hogar, sus redes afectivas, y lo hacen sin crear conflictos, integrándose en la sociedad que los acoge, aportando todos sus conocimientos y su hacer. Es muy importante cómo los recibe la sociedad local, y yo, como la gran mayoría de inmigrantes, no tengo más que palabras de agradecimiento a esta Ciudad. Nunca nos sentimos extranjeros. Y algo debe tener Málaga porque cada vez son más los que quieren venir.
Pero la migración, como la Luna, tiene también una cara oculta que nadie ve. Cada persona que tiene que emigrar deja un vacío en su familia, en sus amigos, en su barrio, en su trabajo, en su país. Un vacío que no se llenará nunca. Representado por el hueco de la escena izquierda, a través del cual podemos observar la Farola recortada en el cielo. Imagen que yo, como tantos malagueños, espero que se siga viendo siempre así. La familia queda como si a una fotografía le recortamos una de la figuras centrales. Y tal vez se da el caso que la emigración de un miembro puede dejar su familia rota, desamparada.
Por ejemplo, han llegado a España, y a Málaga, muchas mujeres latinoamericanas para acompañar a nuestros ancianos, a cuidar a nuestros hijos y a limpiar nuestras casas. Algunas de ellas han tenido que dejar a sus propios hijos al cuidado de los abuelos, a los que verán crecer a través de la pantalla del móvil. Traten de comprender lo que puede doler a una madre dejar a sus hijos para ir a trabajar al otro lado del océano. Son familias que van a estar esperando el ansiado reencuentro. Pero nadie las ve.
Con las temporeras marroquíes pasa algo parecido. No piden ni reciben nada, y se vuelven a su país con lo ahorrado. En silencio. Tampoco se ven, salvo que tengan un accidente.
Día Internacional de las Migraciones, 18 de diciembre de 2023También las mujeres y niños ucranianos que huyeron de la guerra. Otras familias partidas.
Esta situación no es de ahora, la sufrieron muchas familias españolas cuando los hombres salieron a ganarse el pan lejos de su hogar, décadas atrás, y las mujeres, siempre las mujeres, se tuvieron que multiplicar como solo ellas saben hacerlo, para que no se notara ese hueco, esa ausencia, mientras esperaban la carta con el giro. Ningún monumento las recuerda. Fueron invisibles.
Cuando veo en el telediario que en una semana llegaron mil hombres jóvenes a nuestras costas, yo no pienso en ellos. Pienso que, quizás, mil familias están más desamparadas porque perdieron un miembro que debería ser importante. Pienso que, tal vez, mil mujeres se quedaron solas. Mujeres que no pueden subirse a una patera ni saltar vallas, porque tienen que acarrear agua, hacer la comida, cuidar a los niños, atender a los mayores, hacer el huerto, cuidar los animales,... en fin, todo. Porque sobre los hombros de la mujeres africanas descansa la familia y toda la sociedad. Y junto a ellas veo también a niños que se han quedado sin su hermano mayor y van a crecer soñando con paraísos inexistentes. También son invisibles, no figuran en las estadísticas, ni están presentes en el discurso de ningún político.
A esas mujeres y a esos niños, que están como la otra cara de la Luna, invisibles, está dedicada la imagen izquierda de la escultura.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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