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La Montañetilla

domingo, 10 de diciembre de 2023

Dedicado a cada uno de los dragos que prosperan en la ladera sur de esta pequeña
elevación, fruto de la voluntad de repobladores anónimos, aves o humanos, con semillas
procedentes de los centenarios dragos del Gamonal que observamos en el llano.

¿Qué es en verdad La Montañetilla? No creo que sea un cono secundario surgido en la ladera sur de la montaña Herrero y actualmente muy degradado, pues no hay elevación alguna que lo confirme, ni siquiera una boca efusiva que haya dado lugar a esta extensión de la montaña Herrero en dirección sur. Puede que sea la extensión de un manto piroclástico más espeso, capaz de generar al enfriarse esta lomada que se extiende hacia los llanos de El Gamonal pero, sea uno de éstos el origen o cualquier otro que desconozco, lo cierto es que, a nivel cartográfico, esta pequeña elevación se registra como La Montañetilla y, aunque podría ser tratada en el conjunto del cono volcánico de la montaña Herrero, al igual que me sucedió con montaña Ruano, surgida en la falda este de la montaña Águeda, y con la montaña Colorada surgida en la falda de la montaña de las Tabaibas, opté por visitarla unas cuantas veces, disfrutar de sus vertientes y dedicarle, finalmente, un artículo.
La Montañetilla
Más breve, es cierto, pero no por ello deja de ser una visita interesante, no sólo por la elevación en sí, sino por el rescate visual y analítico de una vivienda tradicional en avanzado estado de ruina.
Es fácil acceder a esta montañeta desde cualquiera de las pistas que la circundan. Yo les recomiendo hacerlo por la cara sur, pues encontraremos junto a ella una vieja casa canaria, muy en la línea de la arquitectura tradicional de casas humildes, presentes tanto en este campo de volcanes como en el de Jinámar. Me viene a la memoria en este momento la casa que observaba con mis alumnos hace cuarenta años, en la ladera sur de la montaña Rajada, frente a la Sima de Jinámar, justo al lado de la muralla de materiales escoriáceos que limitan propiedades, dividiendo en dos este cono volcánico. En mis recuerdos aquella casa presentaba cubierta a dos aguas, con una techumbre en buen estado y puerta de madera de tea, pero en la actualidad está en ruinas. Cuestión de tiempo y abandono el inevitable deterioro. Agentes atmosféricos y la depredación humana sobre aquellos materiales que podían tener un segundo uso: sillares, vigas de tea, quicialeras de puertas, marcos de ventanas, tejas... así como la ocupación esporádica de la misma y malintencionados e incomprensibles incendios de su techumbre contribuyeron activamente a la imagen que presenta ahora.
Volviendo a la Montañetilla, los muros de ésta que les hablo ahora son de mampostería, gruesos muros de piedra del lugar, con irregulares sillares y bloques realizados con material escoriáceo, talladas burdamente sus caras exteriores para conseguir una pared vertical pero, como observamos en las fotos, su interior conserva la forma original de las piedras empleadas, idónea para el relleno y ensamble de cascajos y tierras que aportarían al conjunto de la pared, mayor resistencia. Misma observación podemos realizar en la cara interior de la pared. Es normal tal proceder pues el espacio entre estas dos caras lo observamos con mayor detalle en las paredes derruidas de la habitación contigua. Están rellenas de cascajos y tierra apelmazada que dan mayor fortaleza al conjunto pétreo. Se terminaba luego con un grueso e irregular encalado por ambas caras, del que permanecen restos en algunas de las paredes observadas y, una vez más o menos lisas, se impermeabilizaban y embellecían con un enjalbegado de cal.
El suelo fue de tierra pisada en un comienzo, recubierto más adelante con una losa de cemento lavado. Aún quedan retazos del mismo, rotos y levantados.
La orientación de la única ventana que dispone la habitación es hacia el sur, la puerta hacia el este y al norte y al oeste las paredes no disponen de abertura alguna. La inteligencia del campesino basada en eficientes observaciones así como el conocimiento transmitido de unas generaciones a otras obtienen un resultado manifiesto: una casa fresca, ventilada y soleada.
La visión desde la ventana es inmejorable: los campos de cultivo que se extenderían en el pasado por estos llanos del Gamonal y en uno de ellos sorprende gratamente la presencia imponente de dos extraordinarios y longevos dragos canarios. Desgraciadamente ya es historia un tercero, tan viejo como los que observamos, pero la vida tiene eso, que es finita. Sólo el máximo respeto a cada una de ellas permitirá que organismos -en este caso árboles- mucho mas longevos que el ser humano, puedan continuar su periplo vital en condiciones favorables.
Si salimos de la casa, delante de la puerta encontramos una llanada cultivable. Sin embargo, hablar de grandes llanos cultivados es hablar del pasado. Ahora el tabaibal se ha apropiado de lo que fueron tierras de cultivo.
La MontañetillaEstá claro que las casas se ubicaban en los arrifes, respetando el suelo idóneo para ser plantado -justo al contrario de lo que sucede actualmente, las tierras de cultivo dejaron de tener el valor de antaño y el crecimiento urbano de Telde -siguiendo similar tendencia en otros municipios-, se extiende sobre las mejores tierras de cultivo: la Vega Grande, los Llanos de El Goro, El Calero, Las Huesas...-, construyéndose próximas a las zonas de cultivo, por eficiencia en el trabajo, mejor vigilancia de lo cultivado y más cómodo mantenimiento.
Se está fresco en el interior de la habitación que se conserva aún techada. Un espacio diáfano con techo plano y pequeña inclinación para favorecer la escorrentía de las poco habituales lluvias, techo habilitado sobre un entramado de vigas de madera, una veintena, de sección prismática rectangular al que se le añadió un sólido armazón de astillas de tea. Luego argamasa sobre el mismo y ahí tenemos el resultado, muchas décadas aguantando la estructura. Argamasa y losas de piedra que observamos en los huecos que delatan la incipiente ruina de la techumbre.
Fuera, a la izquierda, dándole la espalda al norte y la cara vista al sur, la pila o destiladera canaria. No hay piedra de filtrar el agua -pila-, ni hay talla para recibir el agua -bernegal- ni culantrillos en sus paredes. Sólo la esencia de lo que algún día fue. Antaño llena de vida, guardiana del preciado líquido, el agua destilada, y ahora sólo el esqueleto vacío, sin vida, solo una estructura tan muerta como las ruinas que le acompañan.
Junto a esta habitación hay otra que en su día dispuso de tejado a dos aguas, ahora desaparecido. Y remarco desaparecido porque no hay teja alguna ni vestigio de ellas en el suelo, ni de las maderas que conformaron algún día el armazón del techo. Esto no lo hace el tiempo ni la erosión sino el desprecio a lo ajeno, la rabiosa depredación del ser humano sobre todo aquello que huele a abandono o no se encuentra vigilado.
Dos veroles colonizan este espacio de tierra y herbáceas. Se le une una escuálida tabaiba salvaje que prospera entre ellos. Un ejemplo más de que los espacios abandonados se transforman en lugares colonizados por la vegetación circundante. Las plantas respetan aún la habitación grande porque, a pesar del estado de abandono, el suelo está firme y no disponen de luz suficiente para prosperar. Dentro de la casa, permanece un claro vestigio de su pasado: un desperdigado montón de lana de oveja, vieja y sucia, que nos recuerda prácticas pastoriles y tiempo de ganados.
Justo en la entrada, frente a la puerta, dos enormes eucaliptos. Uno de ellos, el más anciano y robusto, luce un soberbio y retorcido tronco que necesita los brazos de, al menos dos personas, para poderlo abrazar.
A la derecha de la casa se encuentra el aljibe. Tiene arruinada su entrada pero el vientre interior se ve bien conservado, es amplio y con gran capacidad. Es fruto del esfuerzo y la necesidad del ser humano y mucho pico. Horadado con paciencia e infinito trabajo en el vientre de la montaña, es el corazón de la vivienda, el agua necesaria para la vida de las personas, del ganado y de las plasntas asociadas.
No es necesario andar mucho para descubrir frente a la puerta de la casa, a medio centenar de metros, el empedrado de una era. Hay que fijarse bien y buscarla en el interior de un campo de tabaibas salvajes. La vegetación de la zona es fuerte y la colonización de estos llanos abandonados, rápida y continua.
Tras la casa un goro para el ganado. Es rústico, realizado con grandes bloques de piedra extraídos de la misma finca. Uno se pregunta como es posible afianzar bloques del tamaño de una persona hasta conformar un muro que sirva de redil para el ganado. Pero aquello que la fuerza humana no puede, lo facilita el ingenio, la maña y la cabeza.
En un lateral, destaca la presencia de un extraordinario cardón -ver fotografía-, enorme ejemplar de euforbia capaz de alcanzar los tres metros de altura y la decena de metros de diámetro. Integrado en una de las paredes del goro, su crecimiento hacia el interior del mismo nos proporciona una imagen muy poderosa, tanto por su singularidad como por su belleza.
Junto a la pila, la roca desnuda incita a asomarnos a la cima de la Montañetilla, pues una especie de senda no dibujada conduce sin pérdida hasta lo más alto de la lomada. Pero, más que una cima, es una loma a la espera de ser cultivada. Una tierra roja que en un pasado cercano debió estar plantada de cereales de secano.
Justo en esta loma se encuentra una segunda construcción que me cuesta considerar vivienda, pero que también dispone de una pila canaria.
Se trata de un pequeño habitáculo tipo cajón, cerrado con una puerta metálica y anexas a él, otros dos realizados con muros de piedra sin concierto alguno, en estado precario y poca estabilidad, más pequeños aún y cuyos techos han desaparecido. Ninguno de ellos llegó a disponer de cuatro metros cuadrados de superficie. A su lado, esta vez con orientación norte, una pila reciente fabricada con estructura de hormigón. Se encuentra en mal estado pues sus componentes férreos presentan un avanzado estado de corrosión, capaz de arruinar su estructura. También esta pila está huérfana de destiladera, bernegal o cualquier otro elemento asociado al agua.
Delante de esta especie de cuartos asociados, se eleva un muro realizado con materiales escoriáceos de buen tamaño y un metro de altura, que, al no presentar puerta o cancilla y no delimitar espacio alguno, desconozco la función del mismo.
Está claro que, ambas viviendas o estructuras, sometidas ahora al abandono, guardaban relación y sentido con el cultivo de estas fértiles lomadas.
Esta lomada llana se une con la ladera sur de montaña Herrero. Haremos desde aquí una sencilla lectura del paisaje.
Así, en dirección norte sólo observamos la ladera sureña de la montaña Herrero, ladera cubierta en la actualidad no sólo por tabaibas salvajes, inciensos sino por una buena mancha de tuneras americanas y tuneras indias.
Desviando un poco la vista hacia el noroeste, nos encontramos con la figura del volcán del Melosal y es en esta dirección donde se observa una espléndida imagen de este volcán, del cráter y de la salida de su derrame lávico en dirección al naciente -ver foto desde la Montañetilla y un ejemplar de Aeonium arboreum. Tristemente no sorprende, pues es un mal que afectó a muchos de estos volcanes, la extracción llevada a cabo en su cara sur. No sorprende pero duele. Duele la herida sangrante que en forma de "mordida", de tajo vertical que rompe la suavidad de la loma, deja al descubierto el alma negra del volcán y las cenizas más superficiales, de color amarillento como consecuencia de las alteraciones químicas de las mismas y de su evolución hacia suelo cultivable.
Sobre la ladera de la montaña Herrero destaca una masiva plantación de tunera americana y festoneando la cresta una prieta fila de pitas de las que destacan sus enhiestos pitones. Forman parte del cierre de la finca que le puso una valla alambrada al cráter.
En dirección oeste observamos, en primar plano, los llanos del El Gamonal y ampliando la visión una serie de conos volcánicos y paisaje de cumbres que detallo con profusión al tratar la montaña Herrero, el volcán con mayor altitud y que se encuentra asociada esta montañetilla. Recomiendo la lectura de este cono que trataré próximamente, para recrearnos con sus espléndidas vistas.
Es interesante destacar en esta orientación la existencia de media docena de dragos -acaso más-, dispersos por la ladera que desciende en busca de la vaguada del Gamonal. Sorprende porque están bien desarrollados, porque no tienen mantenimiento alguno y porque enriquecen la población de dragos que, presentes en diversas vaguadas y laderas del conjunto de volcanes, imprimen fortaleza y valor a la diversidad botánica de este espacio necesitado de una mayor protección. Un árbol introducido, un especiero, crece frondoso cerca de los dragos, en la llanura que hay tras las desvencijadas construcciones.
Si nos aventuramos por la ladera hasta las proximidades del cauce del barranquillo Martín Mayor, el regalo visual botánico tiene la forma de un soberbio almácigo. No es el único de la zona y al menos dos ejemplares tienen una copa de varios metros de diámetro. Las botoneras (Asteriscus graveolens) se extienden por esta ladera siendo pues una especie endémica con una buena presencia en este campo de volcanes.
En dirección sur, la montaña de la Majada y las estribaciones de la ladera de solana del barranco de Umbría, dejan ver entre ellas retazos de las zonas urbanas de los municipios de Ingenio y Agüimes. Tras ellos la recortada silueta de la montaña de Agüimes y, más allá aún, los llanos costeros de los municipios de Santa Lucía de Tirajana y San Bartolomé de Tirajana, destacando la gran cantidad de aerogeneradores y la chimenea de la central térmica de Juan Grande y el océano.
En orientación este, el paisaje visualizado viene definido por una especie de "ventana" enmarcada por las imponentes siluetas de, a mi izquierda la montaña Águeda y a mi derecha la montaña de La Majada. Ambas ocultan gran parte del paisaje de la llanura aluvial. Telde y el aeropuerto desaparecen de la vista, al igual que la mayor parte de la costa sur. No obstante observamos una extensa superficie cultivada bajo plástico perteneciente al municipio de Ingenio, la montaña de Malfú y las urbanizaciones de El Carrizal y Vargas en la costa, la montaña de la Cerca, la montaña del Camello y la del Infiernillo, salpicando esta extensa llanura. En un plano más lejano, entre la neblina que forma la calima reinante, terminamos con la visión de la bahía, la Punta y la montaña de Arinaga.
A mis pies, justo donde ahora estoy pisando, se extiende una pequeña llanura de suave pendiente y tierra roja, cargada de excrementos de conejo. Colonizan este espacio aulagas, inciensos, veroles, cornicales, salvias, tabaibas salvajes y algún que otro ejemplar de tunera india.
Una pista de tierra discurre entre esta Montañetilla y la parte más alta de montaña Herrero. Es una pista que está flanqueada de pitas en su unión con la Montañetilla. Cruzando la pista podemos subir con facilidad a la cima de montaña Herrero. Observamos que entre el mar de tuneras plantadas, balillos, bejeques y mamitas prosperan sin dificultad aparente sobre un sustrato escoriáceo, escaso suelo y muchos materiales sueltos.
Un reciente paseo, a finales de noviembre, me permitió observar las primeras inflorescencias amarillas de los bejeques (Aeonium arboreum arboreum). En flor seguían los balillos y lucían los cornicales sus primeras flores, en notable contraste con las vainas secas y marrones de sus "cuernos vegetales".
En la ladera este surgen pequeñas barranqueras que se unirán para formar el barranquillo que discurre entre la montaña de la Majada y Topino, mientras que por la vertiente sur se forma otra barranquera que unirá sus aguas al barranquillo de Martin Mayor. Es esta ladera la que mayor número de tuneras americanas posee y es esta zona la única impracticable de la Montañetilla.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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