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Las rotondas, los escultores y Concha Espina

viernes, 17 de noviembre de 2023
Dialogamos del arte y de la pintura, y, raramente de los escultores y de la escultura en nuestro suelo y terruño y parte y lagar...

Deben de existir cientos de escultores, por nuestro terruño, en distinto grado de profesionalidad. Deben haber existido cientos y miles, que han debido dejar sus vocaciones y profesiones por la falta de encargos. Ya que la escultura, tiene un problema grave de almacenamiento, y, por consecuencia, el autor o autora, escultor o escultora, debe disponer de un taller, un almacén importante, y, todo eso no pueden tenerlo todas las personas. Por otro lado, los materiales son caros. Y, ya hechas y realizadas las esculturas, si no tienen salida, dónde se dejan o donde se quedan o... Ya, con la pintura y el dibujo y los grabados y todo el arte plástico bidimensional es un problema, en el caso de la escultura es enormemente complejo -por utilizar un adjetivo suave y dulce y piadoso y no trágico y no dramático...-.

Siempre que paso por algún pueblo o ciudad o barrio de cualquier lugar de esta Celtiberia tan antigua, me surge del fondo del interior, la observación de que la mayoría de las rotondas, y, en todos existen, al menos, tres o cuatro hasta las grandes ciudades que tienen docenas. Todas están adornadas con algún grupo escultórico o un friso o una frase o algo semejante. Pero casi siempre me acuerdo de Miguel Ángel, cuándo diseño las escaleras en forma de ojeras, para entrar en palacios, de puertas estrechas, y así, aparentaba más espacio y más monumentalidad -en otros tiempos, recordaría el nombre de dicho palacio, pero ahora, creo que la idea es lo importante...-.

Eso me lleva a pensar, que posiblemente existen cientos y miles de autores y autoras escultores, que están en sus despachos, estudios, talleres esperando encargos. Pero estos no llegan. Quizás, hacen pequeñas esculturas de diez o veinte o treinta centímetros y las van acumulando y regalando para poder continuar construyendo el sueño de tres dimensiones. Quizás, con materiales modestos y humildes y no demasiados caros en dinero y que no ocupen demasiado espacio... Dicho de otro modo, creo que los escultores y semejantes en este país están casi olvidados...

Por un lado, disponemos de cientos de rotondas, que potencialmente, se podrían insertar, con los adornos y estética que ahora disponen, esculturas, cientos de esculturas, miles de esculturas, y, por otro lado, disponemos, posiblemente, de cientos y miles de escultores, y, personas dedicadas a las artes plásticas, que harían esculturas, quizás, solo por un precio módico, incluso, solo pagando los materiales...

Y, digo yo, no se podrían juntar las dos necesidades. Por un lado, los entes administrativos, o, incluso entes privados de esas localidades, ciudades, aldeas, pueblos, barrios, otorgasen becas para realizar esculturas, para que después estuviesen en los lugares públicos de su ciudad o aldea o pueblo o barrio. Sean en rotondas, que hemos indicado proliferan más que los árboles llenos de setas, sea en plazas, calles, etc. Y, los escultores tendrían una razón de construir obras plásticas escultóricas. Se harían pequeños certámenes, se presentarían bocetos y diseños y se escogerían y seleccionarían por comités de valoración...

España, que cada vez, dicen, tiende más a la industria del turismo. Llenar y rellenar hasta el último hueco de esculturas, rellenar de vino de hierros y aceros y aluminios y plásticos y barros cocidos y los mil materiales posibles, hasta el último rincón de nuestra geografía. Podría ser el país o la sociedad de la escultura. En todos los lugares, existir alguna escultura. Hasta en el pueblo más pequeño disponer, en sus pequeñas plazas o anchos de las calles de esculturas. Sería un imán de atractivo. Esculturas de todos los estilos y formas y alturas y conceptos e ideas, esculturas, que han sido seleccionadas por equipos de personas que existen en cualquier provincia que tendrían la capacidad de hacerlo digna y honesta y moralmente... España se convertiría en el museo de la escultura al aire libre del mundo.

Cuando paseo, con y sobre las cuatro ruedas de la caja con motor de combustión por las autovías y autopistas, siempre me acuerdo de lo mismo. Cuánto cambiaría el paisaje y el país y la autoconcepción personal, de belleza y estética, si cada kilómetro en los márgenes hubiese unas esculturas. Con el mismo procedimiento -que no hubiese peligro para las personas y los vehículos, por tanto en lugares sin riesgos-. Siempre cuando percibo documentales de Australia. Me digo, en esas carreteras de cientos de kilómetros sin una curva, podrían situarse, cientos y miles de esculturas, en los márgenes, de cientos y miles de escultores del mundo o del Pacífico o de Australia.

Todo esto, y, muchas más cosas que llevo encerradas en el óvalo de mi mente, durante muchos años y lustros, me ha recordado al enfrentarme y confrontarme en el espejo del artículo que Concha Espina, redactó y publicó, en La Esfera, el 05 de abril de 1930, titulado: Anna Hyatt de Huntington, escultora que realizó, supongo, que seguirá existiendo, una estatua y escultura del Cid en Sevilla.
Caminero, Jmm
Caminero, Jmm


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