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Telde y su rambla costera: La belleza de un paisaje arbolado

domingo, 05 de noviembre de 2023
Al parecer respetarán la rambla, pues lo que proponía el primer proyecto no era más que un simple parterre para dividir la circulación y no tendría uso peatonal.
Me alegra muchísimo cuando encuentro capacidad de escucha en unos gobernantes y aún más cuando viene acompañada de un talante ejemplar.
La no asistencia a la reunión celebrada en Salinetas entre la corporación y los vecinos por encontrarme de viaje, me permite ser más objetivo y reconocer que el encuentro dejó muy buen sabor de boca a todos. Ambas partes quieren mejoras para la zona pero estas mejoras tendrán en cuenta el respeto a la rambla y a los árboles. Es una tarea que necesita de un trabajo mutuo y eso es, precisamente, lo que ofertaron los munícipes presentes. Enhorabuena a todos.
A partir de aquí, en este artículo soy yo quien habla, un maestro jubilado, vecino -también de toda la vida, pero con los mismos derechos y obligaciones que tiene el último vecino recién llegado-, ecologista y escritor. Había preparado una serie de artículos sobre el tema y éste, el tercero, cierra la trilogía iniciada. Dependerá de las circunstancias y del respeto al acuerdo verbal alcanzado en el atardecer del pasado miércoles que esta serie tenga su fin o no.
Respeten los árboles y si necesitan ampliar la acera, hágase a cuenta de la fila de aparcamientos que hay frente a ella. No es esta una propuesta sólo propia sino que por la prensa escrita observo que salió también de algunos vecinos en la reunión que, al igual que yo, considera que la rambla no se puede ni debe tocar. Respeten de igual modo los árboles existentes ya en las aceras. Nadie desea más aparcamientos a cuenta de eliminar la rambla, menos árboles y más ruido. En la reunión se barajaron otras alternativas, todas ellas dignas de consideración. No es necesario aparcar junto a la playa, véase el caso de Las Canteras y cientos de playas del Mediterráneo y Atlántico, tal vez la respuesta se encuetre bastante cerca, en el polígono industrial de Salinetas o en Melenara.
Salinetas no necesita más coches, ni más aparcamientos, ni más ruido, necesita se respete el espacio público conquistado y a los ciudadanos que vivien allí. Debemos recordar que no es habitual negociar un generoso terreno para desarrollar una rambla y obtenerlo, a la propiedad y a los constructores, sólo por esa razón, que es un espacio público verde ya consolidado, no puede arrebatársele al pueblo.
Telde y su rambla costera: La belleza de un paisaje arbolado
La rambla de Salinetas es de todos los ciudadanos, el centenar y medio largo de árboles que hay en ella y que pocas veces recibieron cuidado, también.
Continúen con la limpieza -razón por la que les felicité recientemente y ratifico mi agrado tras las recientes actuaciones donde la rambla brilló en limpieza como jamás había sucedido-, y dignifiquen su actuación con el mantenimiento, cuidado y gestión del arbolado urbano, algo propio de cualquier ciudad avanzada -véase fotos de otros arbolados urbanos isleños-. Diseñen un plan para la reducción de la colonia de tórtolas turcas -especie invasora causante de la aversión que algunos vecinos tienen a los árboles que las cobijan-, pero tengan altura de miras, den la talla que se les espera y respeten la vida.
Ya está bien de talar árboles sanos que llevan décadas sobreviviendo sin cuidado alguno. Riéguenlos pues es culpa del abandono al que estuvieron sometidos durante años las decenas de árboles muertos que hay en todas las calles del municipio. Eliminen éstos pero con la intención futura de plantar en cada parterre una especie botánica más apropiada, no parchear con cemento.
Si queremos avanzar en un Telde sostenible, con mayor calidad de aire y calidad de vida, observen todos los alcorques y parterres privados de sus árboles y, tras un estudio técnico en el que se analice y valore las especies más adecuadas e idóneas para evitar los problemas asociados a un potente desarrollo radicular o a la altura que dichas plantas puedan alcanzar a la hora de valorar la seguridad en las viviendas o la dificultad en el tránsito peatonal, reforesten de nuevo pues ese es el futuro que nos espera, devuelvan a Telde la imagen que tenía -algo que no es singular ni novedoso pues así se lleva haciendo en todas las ciudades españolas y europeas que tienen en consideración a sus vecinos-, una ciudad verde donde sus calles luzcan con una vegetación capaz de generar sombras y mitigar de ese modo los efectos nocivos del recalentamiento atmosférico y de la contaminación consecuente al aumento imparable de vehículos de combustión.
Dicen que para muestra un botón, pues bien, el ejemplo que les voy a mostrar es el que conforman los núcleos urbanos de Salinetas y Clavellinas, desde la rotonda del barco abandonado hasta la última rotonda donde se inicia el polígono industrial de Salinetas.
Me van a permitir que comience con esa joya de la corona que tiene Telde y que sólo mentes alejadas de la belleza, de la vida de las zonas ajardinadas y forestadas y de la calidad de vida y ciudadana, pueden pensar en eliminar.
¿En aras a qué había tanto emperramiento? En aras a un mayor trasiego de vehículos, más ruido, mayor contaminación, mayor número de aparcamientos -eso dicen, pero si analizamos el proyecto con calma, a mi no me salen más plazas, acaso media docena, si prometen respetar los árboles que ya hay-, más asfalto y más hormigón en aceras y medianas.
Si no me engaño, todo ello iba en contra de mitigar el cambio climático y en contra del Pacto de alcaldes, firmado con más de un millar de regidores europeos, a favor del clima y en el que, incomprensiblemente con actuaciones como la proyectada, iríamos en dirección contraria.
Paso pues a radiografiarles la realidad de esta zona costera urbana con respecto al arbolado.
Faltan nuevos tarajales en la rambla con césped, esa primera rambla que se inicia a partir de la rotonda de Melenara, la del barco. Algunos de los existentes fueron talados, al igual que algún pino marítimo, pero los que quedan, muy bien desarrollados, ofertan una imagen única, alegre y fresca, en contraste a tanto cemento costero.
En este parterre central, que recibe al visitante y residente con una imagen verde, de césped y árboles, se contabilizan aún dieciocho tarajales bien desarrollados y tres pinos marítimos de buena altura y elevada frondosidad. Había seis, pero tres de estos gigantes fueron talados, tal vez justificando un hipotético riesgo pues no observo en sus tocones, vestigios de enfermedad alguna y si un sólido y compacto tronco leñoso.
Dieciocho palmeras canarias con diferente grado de desarrollo y altura ocupan la rotonda del barco. Estas palmeras tienen su continuidad en una fila que en dirección a la playa de Melenara lucen en el parterre central que separa el tráfico de sendos carriles. Son ocho soberbias palmeras canarias las que aún observamos, pero entre ellas lamentamos ver los tocones de otras cinco tan desarrolladas como ellas y que fueron taladas.
De igual modo, bordean orgullosas el que fue campo de fútbol de Melenara y posteriormente zona de aparcamientos, y al mal llamado parque de Melenara -esa plaza con lona cuyo calor bajo ella es igual o superior al existente en el espacio exterior, debido al efecto rebote y acumulación de calor, propio de las superficies de hormigón, provocando el consiguiente efecto invernadero-, veintinueve altas y gruesas palmeras canarias, pero en estos mismo parterres otras dioecisiete de igual porte y desarrollo fueron taladas y permanecen sus tocones, acusando con su presencia la no reposición de nuevas palmeras.
Siguiendo con la rambla que define el paseo hacia la playa de Salinetas, en el tramo que se encuentra entre las calles Sebastián Elcano y La Pinta, la anterior corporación tuvo la ocurrente idea de sustituir los árboles existentes por arbustos de flor, en concreto hibiscos. Ocupan pues los parterres un total de treinta y siete hibiscos que jamás darán sombra alguna. Eso ha llevado a que los ciudadanos utilicen muy poco el paso por este tramo de la rambla. El sol, inmisericorde, no lo permite. A esto hay que añadir el abandono de los arbustos en cuanto a mantenimiento -inexistente- y limpieza lo que llevó a la muerte de varios de ellos y que nueve alcorques se encuentren vacíos. Ninguna planta hay en ellos, ocupando su lugar plásticos y basuras varias que, tal vez las traiga el viento o el incívico comportamiento de algunos ciudadanos.
A la rotonda de entrada en Salinetas le suceden tres tramos de la rambla que son los que ahora mismo estan en el meollo del proyecto a ejecutar y son motivo de atención de la prensa y otros medios de comunicación. Entiendo el enfado generalizado de la población canaria en general a la hora de plantear siquiera el disparate inicial.
Telde y su rambla costera: La belleza de un paisaje arboladoY digo disparate porque voy a relatar someramente la vida que albergan estos tres tramos de ramblas que, a diferencia de las anteriores que no están habilitadas para su uso peatonal, sí son utilizadas continuamente por los vecinos y usuarios de la playa, especialmente cuando se encuentran limpias y cuidadas.
Entre la calle la Niña y la barranquera de Salinetas -prefiero llamarle desembocadura del barranco de Sacateclas-, contabilizamos treinta árboles sanos y once parterres vacíos. La razón, la de siempre, hubo árboles en esos parterres pero se talaron o arrancaron.
No es baladí reconocer el servicio popular que presta este espacio, pues, sin ir mas lejos, el pasado miércoles sirvió para celebrar la importante reunión entre el consistorio, vecinos, representantes de asociaciones vecinales y medios de comunicación. Para eso sirven las ramblas para favorecer la convivencia.
El siguiente tramo, en dirección al polígono industrial de Salinetas, es el que presenta el dosel árboreo mejor conservado Lo conforman cuarenta laureles de Indias (Ficus benjamina), -sólo hay que lamentar la ausencia de uno-, justo a la entrada de la playa. Una rotonda y le sigue el último tramo de la rambla donde otros cuarenta árboles están desarrollándose muy bien, formando otro dosel arbóreo, hasta la confluencia con la calle Valencia. Aquí aparecen otros cuatro parterres vacíos, tienen menor altura estos árboles, unos tres metros, -este tramo es un ejemplo vivo de cómo podría ser toda la avenida si la labor de poda se hubiera hecho bien desde un principio, con criterios estándar para el mantenimiento de las superficies arboladas en ramblas y no pondríamos en cuestión la posibilidad de eliminar alguno de ellos a causa del levantamiento de aceras y asfalto por la dimensión de sus raíces.
En esta última parte de la rambla, la presencia de tórtolas es mínima o inexistente y los bancos se encuentran en perfecto estado. ¿Acaso nadie realizó en tantos años que llevan plantados un mínimo estudio sobre el comportamiento de la población de tórtolas en esta zona de la costa teldense, a sabiendas de que en zonas definidas su presencia se convirtió en plaga? ¿Nadie se preguntó por qué hay tórtolas en unas zonas y en esos árboles y en otras no? ¿Por qué no se encuentran tórtolas turcas en otras zonas teldenses que cuentan con esta misma especie arbórea?
Estas preguntas básicas que se haría un ciudadano cualquiera, pone en tela de juicio el trabajo y la gestión que deberían tener los responsables del área en todos y cada uno de los mandatos sucesivos. Tiene uno la extraña impresión de que la desidia impera a la hora de controlar el crecimiento de las plantas y cuando hay protestas vecinales o el problema se torna difícil de tratar, surgen respuestas rápidas, nunca las más acertadas, como talas salvajes o inaceptables propuestas.
No quiero ser prolijo y reseñar como faltan la mayoría de los árboles que en su día reverdecieron las aceras de las calles Valencia, La Niña, Palos de Moguer, Cristóbal Colón, Doce de Octubre, Vasco Núñez de Balboa, Vasco de Gama, La Pinta, Diego de Almagro, Sebastián Elcano, Hermanos Pinzón y tantas otras, todas ellas calles de Clavellinas y Salinetas. Observen las fotos adjuntas o, mejor aún, den un paseo sosegado y observarán que hay calles como La Pinta, Núñez de Balboa o Vasco de Gama que de una decena de árboles en cada calle, queda uno o ninguno. La masacre ha sido continua durante muchos años hasta contabilizar un centenar de parterres sin árbol. ¿Cuántos se han plantado de nuevo en su lugar? Ninguno.
No podemos tirar del refranero: "muerto el perro se acabó la rabia", y ante un problema que se puede resolver, la respuesta la encontremos en cortar el árbol de raiz. No son éstas respuestas propias de personas civilizadas, personas que se les estima madurez y respeto hacia la vida, sea ésta la de una planta, un animal o un ser humano.
Ahora que en cierto modo realicé una breve diagnosis del estado de nuestros árboles en estos núcleos urbanos costeros, que sea cada uno de los lectores, cada vecino de Telde, quien haga una radiografía similar en su barrio y sobre lo observado que saque las conclusiones pertinentes.
Qué triste es pensar que aquellas palabras de la viajera británica Olivia Stone cuando, al llegar a Telde, manifestó que le parecía como si se hubiese volcado el carro de la Primavera, ante el verdor y esplendor de sus paisajes, pierdan su sentido por actuaciones insensatas como las que se están llevando a cabo cuando talamos árboles en cualquiera de los barrios del municipio y cuando se nos antoja posible la desaparición de espacios arbolados como el de las ramblas de Salinetas. Es así como Telde, ciudad que deseamos con identidad propia, viva y atractiva, se transforma, poco a poco, en la ciudad dormitorio que nadie quiere ver.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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