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Cuándo terminarán las guerras de y en la humanidad

viernes, 06 de octubre de 2023
En Europa que ya nos creíamos que había desaparecido esta epidemia y flagelo de la humanidad, al menos presente desde el Neolítico, ahora estamos insertos en otra.

No podemos olvidar lo de la Exyugoslavia. Y, pienso que está presente, en todos los poderes de la columna vertebral de esta Europa, de este deseo de los Estados Unidos de Europa. Pero ya que creíamos que de alguna manera, ya hemos sufrido cientos, posiblemente miles, desde los romanos hasta ahora. Ya, pensábamos que nos merecíamos la paz, si no la paz perpetua de Kant, si la paz de generaciones...

¡Pero el suelo siempre se rompe...! Dicen los predicadores del cristianismo, en una de sus Encíclicas, que la guerra está en el corazón de los hombres, y, es ahí, dónde hay que luchar para que ésta no crezca, no florezca con sus flores de sangre y dolor y multitud de derechos mínimos y humanos que se rompen en mil pedazos. Detrás de las guerras hay niños y niñas con lágrimas, niños y niñas que se quedan sin padre o madre, niños o niñas que ya no comprenderán del todo el mundo que les ha tocado vivir y existir.

Muchos autores, piensan que hemos sido capaces de avanzar enormemente en las técnicas y ciencias sobre lo natural y la naturaleza, pero sobre el corazón humano, aunque hemos avanzado también mucho, no es suficiente... El siglo veinte en el tema de la guerra fue catastrófico, especialmente, en Europa. Dos guerras mundiales en el suelo europeo, algunos indican, que solo una, que duró de 1914 a 1945, otros indican solo una, desde 1905 hasta la década de 1950, con multitud de pequeñas o medianas guerras en medio o al lado...

En La Esfera del día 24 de junio de 1916, el gran escritor y articulista Blasco Ibañez, publica un artículo titulado: Cuentos de la Guerra. El Empleado del coche-cama. En el que nos narra algo de la guerra, de todas las guerras, del padre o madre o abuelo o abuela o hijo o hija o nieto o nieta que espera lo que sucederá. Porque en las guerras se pierde todo y casi todo, especialmente, la esperanza y la bondad y la verdad en los hombres...

Ahora, en la misma Europa, dos sociedades-países-naciones-Estados de la misma Europa, Rusia y Ucrania están en guerra. Una guerra real y convencional. Una guerra con pepinazos, como el clamor popular indica. Una guerra que nos ha despertado del sueño, que creíamos que este episodio no se volvería a realizar y materializar y cristalizar en la misma Europa, con y en los mismos europeos. Creíamos que ya habíamos aprendido y aprehendido, incluso de la guerra fría, que fue demasiado caliente. Al final, Ucrania es Europa, al final, Rusia es Europa, aunque muchos no quieran reconocerlo. Otra guerra en Europa, que nadie sabe como va a terminar, aunque bien, habría sido que no hubiese empezado...

Somos, nadie se ofenda, pero eso es lo que pienso, somos unos seres primitivos, en las organizaciones de las sociedades, naciones, Estados. Somos eso. En todo ese sistema de organización, aunque se haya avanzado mucho, en esencia, continuamos con las ideas, teóricas y prácticas de griegos y romanos y cartagineses. Y, en eso estamos, hemos avanzado formas y estructuras, pero accidentales. No hemos sido capaces de encontrar ideas y conceptos y enunciados y preguntas, que nos lleven a una organización racional más profunda de la realidad, del ser humano, del corazón del ser humano...

El empleado del coche-cama del ferrocarril que nos narra Blasco Ibañez, lloraba y añoraba por su hijo. ¡Qué sería de su hijo! -se preguntaba con ojos con luces de brillo del agua-. No olvidemos, que noticias buenas o malas, en aquellos tiempos, no se recibían al día siguiente, podrían estar varios días o algunas semanas. Además de la niebla de la guerra de Clausewitz.

Nunca sabremos cómo terminó y vivió y existió en la vida, lo que le quedase, al empleado del coche-cama, nunca sabremos lo que le sucedería a su hijo. Nunca sabremos si volvió de la guerra, totalmente sano en su cuerpo, porque en su psique y mente y alma, posiblemente no. Nunca sabremos si quizás vivió su existencia hasta los años cincuenta o setenta o noventa del siglo anterior al actual. Nunca lo sabremos...

Pero me pregunto muchas veces, qué pensarían y qué sentirían y qué se dolerían aquellas madres y padres, que sus hijos, por mil razones de la vida, se enrolaban en las legiones romanas o en las tropas de los cartagineses... Qué sentirían, sabiendo que sus hijos estaban en las filas de algún ejército de alguna potencia de su momento.

Siempre la misma historia cambia los nombres y cambian los poderes y los grandes poderes. Pero siempre es la misma historia, una madre ve como su hijo, sin querer, es un actor de una guerra, y, la madre solo le queda esperar las noticias... quizás, unos días, unas semanas, unos meses, unos años, unos lustros, unas décadas, sin saber si ha muerto o no ha muerto, si vive o no vive, si está herido o está prisionero, si está con heridas graves o no, si tiene nietos o no tiene...

Recuerdo a esas madres y padres que sus hijos se marcharon a los ejércitos de Roma o de Cartago. Recuerdo a esas madres y padres de la Rusia y Ucrania, que esperan todos los días, con las radios encendidas permanentemente, esperando alguna noticia -cosa que he oído el testimonio que es real-. Espero que un día exista un monumento en algún lugar del mundo, en homenaje a las madres y padres y hermanos y hermanas e hijos e hijas y nietos y nietas de esos que murieron con alguna bandera en sus ojos...

¡Qué puedo decirles y escribirles, yo, modesto articulista para consolar a esas madres y padres y hermanos y hermanas y nietos y nietas, que saben que trozos de sus carnes y corazones están en algún campo de batalla, de algún lugar de este mundo, bajo una bandera ideológica u otra, díganme, qué puede un modesto columnista decirles, para que al menos, sigan esperando con espera y esperanza...! ¡Dime Blasco Ibañez que le dijiste tú, al empleado del coche-cama...!
Caminero, Jmm
Caminero, Jmm


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