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Montaña Rajada

domingo, 24 de septiembre de 2023
Dedicado a Pepe Santana, estimado amigo y miembro fundador del colectivo Turcón, de quien he aprendido,
a través de sus palabras y hechos que en la vida, trabajo, alegría y cariño hacen buenas personas.

- Aquí la conocemos como La Barqueta -me corrije mi amigo Pepe Santana, vecino afincado en Hoya Niebla, al pie mismo de este joven cono volcánico y de otro más antiguo y más alto, Montaña Pelada.

- La montaña Rajada que ves en la cartografía consultada, es La Barqueta para los vecinos de estas hoyas y calderetas -puntualiza mi amigo Gilberto Martel, porque la forma que tiene su cima sugiere la forma de un barquillo.

El término barqueta no guarda relación alguna con el significado de embarcación en el Montaña RajadaDiccionario de la Real Academia Española, pero sí aparece registrado en el Diccionario Histórico del español en Canarias como barco pequeño o barquillo.
Lo cierto es que siempre me atrajo este cono surgido en la vertiente este de un volcán antiguo, formado en el Pleistoceno: la montaña Pelada. Y me cautivó porque esa cima recuerda a un pan recién horneado, cuya masa se ha abierto por el centro para dar escape a los gases acumulados en su interior.
Acaso sea esta la razón del porqué este volcán está partido, porqué presenta fracturada su cima. Sea esta u otra la razón de su singularidad, deseo explorarlo en profundidad, visitar cada uno de sus recovecos, recorrer sus laderas, disfrutarlo.
Para ello existe un fácil acceso de apenas quince minutos de pateo y nos encontraremos en su cima. Se inicia en el comienzo de la senda peatonal existente junto a la iglesia de Lomo Blanco y el Depósito Municipal de agua potable, ruta que ya les recomendé a la hora de abordar la subida a la montaña Pelada. La senda es la misma porque, a medio camino de la ascensión, un desvío a nuestra izquierda nos llevará sin perdida posible a la montaña Rajada.
Va a ser este cono el primero en que no les aburriré con una exhaustiva lectura del paisaje, algo que he realizado en la veintena de conos volcánicos tratados, la mayoría teldenses y algún que otro limítrofe, que vengo presentándoles desde el pasado año. Y no lo haré porque es éste una especie de hermano menor de montaña Pelada y siendo esta montaña con sus 343 metros de altitud un mirador excepcional del que les di precisa cuenta en uno de mis últimos artículos publicados, lo considero innecesario.
Esto hará también que el tratamiento de este cono sea más breve y por lo tanto les será más amena y rápida su lectura.
En dirección noroeste se eleva la cima de montaña Pelada. La suave ladera que observo en la vaguada formada por ambos conos, se encuentra cultivada. Se trata de una finca plantada de olivos y frondosos viñedos. Por encima de esta cuña verde, elevando la vista en busca de su cima, el rabo de gato vestía con tonalidades pajizas el color de la ladera cuando realizaba mi última visita a finales de agosto, momento en que asistíamos a los tórridos coletazos veraniegos.
Sobresale de este sustrato herbáceo, una vegetación arbustiva de sustitución, claramente favorecida por el ser humano, con predominio de pitas y tuneras, ocupando el espacio propio de la vegetación original. Sobre esta franja botánica, un poco más arriba, ya próxima la cima de la montaña, verodes, vinagreras, balillos, tabaibas amargas, bejeques rosados... representan la flora autóctona del cono. Es en esta formación arbustiva donde observo una bandada de canarios de monte de una veintena de ejemplares, desplazándose entre la vegetación de la montaña y los cultivos limítrofes.
En dirección este-nordeste la montaña presenta una peligrosa pendiente. Bajo la misma, un enorme socavón genera un vacío de varias decenas de metros, fruto de las sistemáticas extracciones que durante décadas se han llevado a cabo en el manto de cenizas. En esta pared vertical, producto de los desmontes, vinagreras y tajinastes blancos desafían la gravedad colonizando las grietas formadas en estos materiales escoriáceos.
La industria extractiva, prácticamente rodeó el cono en esta vertiente este-nordeste, desde el barranquillo de los Cascajos hasta la cañada que discurre al pie de Lomo Blanco y el Lomo de San José. En la actualidad, culminadas al parecer las extracciones en dicho sector, observamos la llegada continua de camiones cargados de escombros, materiales inertes que son depositados en esta especie de gigantesca cubeta.
El tratamiento que se le está dando a este lugar es similar al ejecutado en la cercana zona de extracción de la Caldereta -actualmente clausurada-, situada al pie de la Sima de Jinámar y donde avanza un plan de restauración paisajística basado en la generación de una escombrera de inertes hasta la colmatación del vaso de extracción, luego cubriendo el conjunto con una buena capa de tierra vegetal y finalizando la operación con una capa más fina de cenizas volcánicas, que tapiza el conjunto en un intento de integración en el paisaje circundante. Con una generosa plantación de flora canaria se da por terminada la intervención.
Aquí aún se está en los inicios, queda mucho vaso por rellenar y hay depósito para varios años, mientras tanto, toda precaución del caminante al paso por esta montaña Rajada es poca pues no hay indicación alguna ni valla que alerte del talud generado.
Con enorme cuidado transito sobre el labio superior de la montaña, por esta ladera orientada al naciente que, aunque de elevada pendiente, muestra firmeza a la hora de afianzar el calzado de montaña pues su superficie de materiales escoriáceos fuertemente soldados favorece una pisada firme y segura. Claro está, este discurrir sobre la crestería sólo es factible si además de poseer confianza y seguridad en nuestro tránsito, no sentimos vértigo.
Aquí, los emplastes lávicos no presentan los bordes cortantes, ni las aristas afiladas. La influencia de los alisios y el aporte de humedad, el viento, el sol y otros factores erosivos, entre los que se encuentran la labor lenta pero incesante de la colonización liquénica, han vuelto más amables las rocas. Aeonium percarneum y Euphorbia canariensis son las especies capaces de colonizar este duro sustrato, en general Montaña Rajadacarente de tierra. Es cierto que son ejemplares de reducido tamaño que nos recuerdan más a un cultivo de bonsais que a una generosa colonización del espacio, pero forman parte del avance botánico sobre la roca, sus poblaciones son numerosas y cubren esta ladera del volcán.
El geógrafo Alex Hansen Machin nos presenta la montaña Rajada de este modo: "Es este un ejemplo de volcán yuxtapuesto sobre uno de los arcos de volcanes más antiguos. Se trata de un pequeño aparato de emplastes soldados, abierto por la mitad por una fractura norte-sur (la misma que lo alinea con la Sima), respondiendo más a la conceptualización de un 'hornito' dispuesto como una boca adventicia, que a la de un cono piroclástico, lo cual lo diferencia considerablemente del resto de los aparatos eruptivos de Gran Canaria", cita extraída de la página 93 de su publicación "Los volcanes recientes de Gran Canaria".
El dibujo que Alex presenta en la página 94, bajo el epígrafe: Figura 3, nos acerca la belleza y singularidad de este 'hornito', en la actualidad, desmantelado en su recorrido en lo que supone el derrame en busca del barranco de Las Cascajos.
Personalmente, a mí me ha impactado la fractura. Son tan vívidos los colores que presentan los emplastes lávicos, son tan afiladas sus aristas, que transmite la sensación de que este cono volcánico acaba de surgir. Siento como si me encontrara sobre el estado más virginal imaginable de la lava o de las cenizas recién expulsadas, recién enfriada la superficie del cráter del volcán.
Me sorpende en primer lugar, en esta entrada que realizo por el norte de la fractura, la existencia de un tubo volcánico, hundido parcialmente.
Corrobora la imagen de un mundo geológico acabado de crearse, el hecho de que la colonización vegetal en el interior de la fractura, está en marcha, pero es escasa, prácticamente inexistente.
Identifico algunos bejeques (Aeonium percarneum). Se trata de ejemplares muy pequeños, como si les costase sobrevivir ante la ausencia de suelo. La misma razón justifica la presencia de contados ejemplares de ratonera (Forskaolea angustifolia), siendo como es ésta, una planta con una valencia ecológica brutal, capaz de prosperar en los sitios más díficiles. Acompañan un par de vinagreras y un minúsculo ejemplar de cardón.
Predomina el paisaje de escorias de aristas afiladas que cortan sólo con colocar la palma de la mano sobre ellas. En este escaso centenar de metros cuadrados es imprescindible mucha prudencia, mucho cuidado a la hora de observar, reconocer e investigar el lugar, si queremos terminar nuestra ruta sin dañarnos.
Observo una cueva a mi derecha en dirección norte-sur. Sobre ella, restos de alambrada. Mucha arista y nada de basura. Prudencia en el paso.
En verdad que parece que este volcán acaba de apagarse. No hay gases, es cierto, no hay calor en el subsuelo, pero las cenizas solidificadas se conservan tal cual se formaron.
El amanecer del día del Pino me encontró sobre La Barqueta. Un radiante día donde el sol vistió de rojo el litoral teldense, sin viento alguno, augurando un extraordinario día de playa y la jornada perfecta para agasajar en Teror, a la patrona de la isla.
Quería comprobar las dimensiones de la enorme extracción de áridos en la cara orientada al naciente de las montañas Rajada y Pelada. Hay que estar en su interior para hacerse una idea de su tamaño. Algunas de sus paredes superan la treintena de metros de caída libre. Activa aún las industria minera, explota todo tipo de materiales, desde tierra de montaña pasando por picón de diferente granulometría hasta grandes bloques de piedra procedentes del derrame lávico que, en dirección al barranco de los Cascajos existía, pero ha sido desmantelado. La superficie de la explotación se extiende ladera abajo, desmontando gram parte de la misma hasta detenerse a la altura de las primeras fincas de plataneras que se ven en el cauce del barranco.
Los escombros que se están depósitando en su interior ocupan una ínfima parte del socavón que, tal y como podemos apreciar en una de las fotos que adjunto, semeja una enorme caldera.
Para abordar esta zona, partí esta vez de la sima de Jinámar. Deseaba realizar el descenso al cauce del barranco de los Cascajos y, una vez en él, transitando entre un mar de cardones, iniciar el ascenso por la ladera opuesta, la vista puesta en la cima de la montaña Rajada o de la Barqueta.
Es esta una ruta de díficil tránsito pues no existe una senda definida, si acaso se vislumbran zonas por donde algún senderista atípico -cuando no encuentro a persona alguna en muchos de los conos y barrancos perdidos que visito, me pregunto si yo no formo parte de ese grupo de 'raritos'-, que ha pasado con bastante dificultad y que sonrío ahora al recordar tiempos de exploración pasados, a cuyo período -más de dos décadas-, pertenecen los dibujos que acompañan a las fotografías adjuntas.
Las señales que hablan del peligro de la cantera y de los acusados desniveles vienen acompañadas de una prohibición de paso. Es por ello que si quieren ir a la Barqueta, asciendan por la izquierda de la cantera, próximos a la valla que cierra el antiguo depósito de escombros y que, actualmente, se encuentra en fase de restauración.
Un muro de piedra, realizada con grandes cascajos, de un metro de altura de media y medio metro de grosor, desciende desde la boca del cráter en busca del cauce del barranco de los Cascajos. Es este valor etnográfico un buen ejemplo de la dureza en las labores agrícolas y del sacrificio que soportaron nuestros antepasados más cercanos, pues las aristas de cada una de estos materiales escoriáceos cortan como cuchillos y dañan la piel apenas rozándola. Este muro, ahora, nos sirve como un referente orientativo, a la hora de ascender sin mayor peligro y evitar caídas o pasos imposibles entre tuneras indias.
A los canarios de monte que ya había escuchado en otras ocasiones se unieron ahora avistamientos de mirlos, chirreras, herrerillos, un par de alpispas sobre el estanque que hay próximo al barranco, varias perdices y un aguililla.
La vegetación, en estos primeros días de septiembre, está agostada y se observa en las escasas hojas verdiamarillentas de las plantas el ansia por la llegada de las primeras lluvias.
Quiero señalar para terminar, que las administraciones deberían ser más rigurosas a la hora de llevar a cabo sus labores de vigilancia y control y hacer cumplir las normativas que sobre vallados y cierres de la propiedad privada en espacios naturales o en elementos geomorfológicos de especial valor, se contemplan.
No es lógico que existiendo variadas técnicas de cierre o control de lindes, en el lugar observemos, sobre el labio del volcán que se encuentra orientado al oeste, una antiestética valla metálica vieja y oxidada, anclados sus postes metálicos sobre la roca, dañando la imagen del volcán y alterando el paisaje visual del conjunto. Esta alteración ha sido perfectamente registrada por el ilustrador Jaime Checa Gimeno a quien agradezco, una vez más, su generosidad, su calidad artística y su tiempo a la hora de plasmar en color los diferentes conos volcánicos que le sugiero.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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