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Talento para gobernar

martes, 29 de agosto de 2023
Hubo un tiempo que señalaba hombres de Estado. Ahora sólo algunos historiadores los recuerdan casi de pasada. El recorrido de la inmensa mayoría de los políticos es muy corto. Su capacidad consiste en mantenerse a toda costa. Su ruta en la gestión apenas se desliza más allá de mantenerse en el poder día a día. A tal extremo llega la "maldición" que el que llega a la cúpula hace bueno al anterior y además se rodea de una curia mediocre o mequetrefe.
Es verdad que de la sociedad civil tampoco llegan a la política los mejores. O la decadencia en la civilización occidental no promueve gentes -hombres y mujeres- que en sus respectivos espacios en la sociedad se distingan por un perfil profesional que más allá de ilusionar momentáneamente lleguen a emocionar con sus aportaciones. Aquí sí que la historia nos trae a colación pasajes semejantes en los que parece haberse agotado el talento.
En las proximidades de mi residencia galaico mariñana no encuentro a nadie que se parezca al emprendedor y soñador Marqués de Sargadelos -tras su muerte un dos de febrero en 1809- Nadie de los conocidos será capaz de crear un complejo industrial como aquel Sargadelos que hubo de enfrentarse como ilustración a la reacción del vulgo en una huelga un 30 de abril de 1798, y que una vez superada dio lugar a Reales Fábricas de Armas y Fábrica de Loza hasta 1875. En mi caso lo noto cada vez que paseo por sus hermosas ruinas y les cuento a los "bárbaros alumineros" que la Plaza de los Campos era el Puerto de aquellas Reales Fábricas a las que se accedía a través de un camino de peaje. Es más, cuando el tiempo se lleve al gallego Amancio Ortega -que sufre la misma miserable envidia que sufrió Ibáñez- me temo que nos quedaremos huérfanos de talento emprendedor con acento gallego.
Hace poco me sentí dos veces mal. Primero con ese fuego provocado en las últimas carpinterías de rivera en la ría del Lieiro o Covo, dónde el último mohicano de la familia Frá, sigue construyendo embarcaciones de madera y enseñando con orgullo doscientos años de historia. Después tuve que oír a determinados bárbaros que rinden pleitesía sindical a la bauxita que dónde trabaja Fran y enseña como era el proceso para crear un barco, constituye un estorbo para el paseo bordeando la ría camino de ese Lieiro que ignoran debe su nombre al lino gallego capaz de competir con el de Riga y borrado por una decisión gubernamental que apostó por la industria textil en Cataluña. Sólo a mi amigo Damián le brillan los ojos cuando me cuenta como era el rito artesano creativo que iba desde la plantación de linaza hasta su llegada al telar que lo convertía en hermosas y elegantes prendas para vestir a gallegos de lluvia y calma.
Y es que Damián que quiso recuperar las tradicionales fiestas romerías en la Rigueira del Concello en Xove, también reunió una colección sorprendente de artilugios propios del campesino gallego en su afán para sobre vivir de la tierra. Y lo compartió con nosotros en una singular taberna dónde el vino en aquellas mesas tenía tratamiento de usía por el ambiente entre piezas del solar galaico cargado por los años y los recuerdos que desgraciadamente se van perdiendo. Como en política la memoria apenas dura un soplo del nordeste o se pone al servicio del desenterrador que busca restos de violencia entre hermanos del mismo pueblo. Eso también debe ser la versión siglo XXI, junto al concepto de feminismo y machismo, del talento mandarín.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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