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Otra vez, Viveiro y yo

martes, 22 de agosto de 2023
A mis amigos de la diáspora.

Me decía un joven estudiante que desde que estudiaba fuera comenzaba a ver Viveiro de una manera distinta y que su visión había cambiado y no era tan idílica como la había tenido hasta poco tiempo atrás. Hará un año, un empleado del Concello, de los que intuyo que no da palo al agua, me vendía la moto de que Viveiro es el Paraíso y así lo afirma la hermosa canción del Sr. Holguín. Evidentemente son opiniones como la mía. Si el Sr. Holguín volcó su mejor ternura para su pueblo de esa manera, desde aquí mil gracias, pues refleja su gran amor al mismo y me alegro por él; pero, por desgracia, mi visión es más ácida, más amarga, más triste... por más que viva con la ilusión de pintar los sueños con flores de luz y alegría.
Quizás dicho enfoque también tenga que ver con responsabilidades asumidas o no. Y si uno trata de ser crítico, no por molestar a nadie, sino por defender el patrimonio común- por cierto, bien haría Patrimonio en informarse bien y no caer en las garras de la golfería- sabe que conlleva peaje de maledicencia, enemigos y criticas despiadadas, ataques e indefensión que dan pocas razones para luchar. Y luchar supone hacer frente al depredador, sea alcalde o constructor, sea viejo cacique o nuevo, sea rico o rico, porque el pobre, ya lo sabe, no tiene permiso. Pero el rico puede edificar, especular, conseguir concesiones de Portos o Costas, y hasta presumir en las procesiones como edificante cristiano. En caso de ser ateo, tiene a su disposición "la pasarela de las vanidades", también del arte del birlibirloque, siempre con el beneplácito de las correspondientes administraciones. De hipocresía y jeta estamos servidos. Y no, no es cuestión de siglas, sino de otras cosas mucho más crematísticas.
Valga un sólo ejemplo: Si decimos que en Viveiro un río es una corriente de agua que desemboca en un bar, causa gracia; pero la "M" de mar se convirtió en B como le pasa al dinero. Que también lo hay en B y se lava; y si acaso, sirve para comprar conciencias, alimentar aduladores, callar a pusilánimes y comprar a quien sea menester. Aquí nunca pasa nada, ni siquiera llega "Equipo de investigación". Si acaso, quien lo descubre recibe represalias ante la pasividad de quien teóricamente tiene como trabajo velar por sus derechos y hacer cumplir la ley. Bien lo sufrió un amigo mío.
Pero mientras eso ocurre, mis ilustre paisanos- lo de ilustres lo cuelgo yo en la cesta de Caperucita- callan, buscan argumentos para justificar las tropelías de sus amigos o conocidos, y hasta se atreven a dar conferencias sobre los desastres urbanísticos y aportan los genios de la lámpara para hablar de Pepris, Feísmo y un sinfín de eteces. Si hablar no tiene límites, la prudencia y el pudor convienen ser usados y la valentía se demuestra. Los fuegos de artificio para el día de san Roque.
Pero la cosa no acaba aquí. Somos tan guais que hasta tenemos profesores de ciencia política que, aunque hayan empufado al Concello hasta el Más allá, se atreven a enseñar a sus cachorros los recovecos de la perversidad y como así poder irse de rositas. Es la autocrítica de esta gente que dedican su buena vida -su patrimonio a buen recaudo- al servicio cívico de los amigos y seres queridos. ¡Cuánta generosidad con sus semejantes! El resto que se las apañen. Y venga estatuas y reconocimientos. Y mientras, los que no comulgamos, nos vemos como la Marieta de la canción: Con la flor haciendo el gilipollas.
Hombre, caro Colega, hay mucho zombi, pero imbéciles no somos todos. De cuando en cuando alguno piensa, observa, escucha, ve y saca sus conclusiones y recuerda que conviene la reflexión, la autocrítica, utilizar el pudor... y sentir un poquito de respeto por los semejantes.
Porque para dar clases de conciencia cívica, enseñar a los jóvenes a interesarse por los demás independientemente de ideologías, lograr que aprendan las herramientas básicas como verdad, honradez, valentía, respeto, generosidad, autocrítica y demás virtudes que luego les exigiremos, es necesario dar ejemplo y eso requiere mucha higiene personal que no alimenta precisamente la desconfianza. Me parece que sobra osadía y falta saberse ir con dignidad. A mi no se me ocurriría.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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