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Última hora: Málaga está siendo invadida

lunes, 28 de agosto de 2023
En estos días Málaga sufre una invasión por partida doble. Una, la producen la hormigas rojas pequeñitas, las que se aparecen por todos lados; en las alacenas, en los cajones, dándose un garbeo por la pared, en el contenedor de los cubiertos, dentro de las ollas, en el envoltorio de los caramelos, en el lavabo del baño, inspeccionando el inodoro (y lo que se suele depositar arriba), dentro de la tostadora y para guarecerse de la ola de calor, en el interior de la nevera. En todos lados. Por su número, color e inteligencia, supongo que es la avanzadilla de los marcianos, que según dicen los expertos de Massachusetts, existen. Imagino que cada hormiguita puñetera es portadora de un chis a través del cual los extraterrestres están confeccionando un mapa en 9G para invadirnos con poco esfuerzo. Y como incluye nuestras partes íntimas, no me atrevo a descartar ninguna hipótesis sobre sus intenciones.
La otra invasión está a cargo de las maletas. De esas que antiguamente te dejaban llevar sin cargo en la cabina de los aviones. Me las encuentro en la calle, yendo o viniendo, en los ascensores, en los rellanos de las escaleras, en los trenes, en los autobuses, bajando de una furgoneta o subiendo a un taxi. Siempre fieles detrás de una turista o un turisto. Aunque hoy me ha parecido ver una liberada e independiente, recorrer la acera debajo de mi piso con ese roar tan delicioso, antes de amanecer. Lozana, exultante y empoderada, sin necesidad de lazarillo alguno. Reemplazando el canto de los gallos con el canto de las rueditas de esa puñetera maleta.
Fastidiado, me puse a pensar qué co... lleva la gente y lo gento en esos odiosos envoltorios de plástico, aunque de seguir así volveremos a la moda vintage con maletas de cartón, totalmente degradables. Un par de bragas o calzoncillos según los hábitos y costumbres del dueño o la dueña, unas chanclas para la playa, un abrigo, una camiseta vieja para usar de pijama, sola o con el complemento inferior ad hoc o, en fanáticos protectores de los océanos, el lienzo del día anterior. Quizás unos calcetines, una pomada para las hemorroides y poco más. Todos artículos comunes que se hallan en venta en cualquier centro comercial o tiendas del barrio. Y me pregunté, aún bajo la amargura del sueño interrumpido, ¿Será imprescindible acarrear esas prendas a través de miles de kilómetros, cruzando océanos, pasando controles, machacando pies infantiles, obstruyendo escaleras mecánicas, incomodando a pasajeros de autobuses? Y otra vez fui iluminado por el Señor (no recuerdo si fue el de Wuwel o el de Amenazón). Voy a crear una aplicación, una pepé (si me lo permite el señor Bendodo), que facilite la vida a los viajeros y las viajeras.
Por ejemplo, si decido ir con mi mujer a Hamburgo, entro en la pepé y pongo día de llegada y partida, nuestras medidas, necesidades y en el capítulo opcional, nuestros gustos. Total, que algún hamburgués y alguna hamburguesa, simple o doble queso, de medidas parecidas a las nuestras, nos dejarán una bolsa en la consigna de la Estación Central, donde las volveremos a depositar antes de ir al aeropuerto. Genial, no cargamos con maletas ni tampoco engordamos las cuentas de las aerolíneas abusivas.
Cuando el gentil hamburgués y la amable hamburguesa viajen a Málaga, los recibiremos con dos bolsas con todos los artículos que necesitarán durante su estadía. Limpitos y perfumados.
Al volverse a su país, si tenemos tiempo lavaremos todo, sino, así como las recibimos, se las pasaremos al pequinés y la pequinesa que están por llegar, ya que tenemos planeado visitar China. El tufillo propio del uso de las prendas en días calurosos de la Costa del Sol, los orientales lo confundirán con los publicitados “Olores de Málaga”, que tanta atracción suscita en el extranjero.
Otra opción de negocio será abrir un rentabragas en cada ciudad. Uselas y devuélvalas, nosotros nos ocupamos del resto.

Andrés Montesanto. Un viajero podrido de acarrear maletas. Y de las hormiguitas.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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