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El secuestro

jueves, 07 de septiembre de 2023
Cuando pasaron unos meses y la lactancia materna era solo testimonial, consultaron con el ginecólogo. Al terminar el examen dijo que estaba todo normal y la iba a poner en tratamiento para regularizar el ciclo, pero antes, por puro protocolo le pidió una prueba de embarazo. Al pedo como bocina de avión, pensó el esposo.
Se encargó de llevar la orina y retirar el resultado, esta vez en voz alta y sin necesidad de señas. El mismo bioquímico le dio el mismo resultado, pero esta vez escrito. Positivo.
Salió disparado para la calle Molinari y abrazó a una madre sorprendida.
- ¡Se va la segunda! -dijo como si bailara la chacarera-.
- Me engañaste como a una de quince -Protestó asustada la re-embarazada-.
A las dobles sesiones del cine Coliseo iban los tres. Milagritos, sentada en brazos de su padre e hipnotizada por la luminosa pantalla, se engullía una pequeña mamadera de leche y se dormía en el mejor de los mundos. También la pareja visitaba la casa de algunos amigos y partía de excursión por los alrededores, paseando una canasta con el mejor regalo del mundo que les había dado la vida.
Entre otras actividades para ocupar las tardes o noches, la pareja se apuntó a un grupo de teatro concurriendo a los ensayos con el moisés donde dormía Milagritos, la niña más buena del mundo. Llegado el momento, el director teatral, contratado por Cultura de la Provincia, comenzó a ensayar una obra para estrenarla ese verano. El subdirector fue elegido para el papel protagónico junto a una mina recién llegada. Estos personajes se separaban para encontrarse un tiempo después en el hipódromo, por eso debían ensayar una relación directa.
Antonio, en estado de demencia transitoria provocada por los sucesos vividos, no reparó en las frecuentes visitas que le hacía a su despacho esta dama separada y bien armada. Con cualquier pretexto se aparecía luciendo sus piernas perfectas en el invierno esquelense, durante el cual no se veía una gamba femenina ni en las revistas. Inocente o sencillamente pelotudo, no reparó en el detalle. La que sí olfateó la jugada y le sacó la tarjeta amarilla al actor fue su esposa, iniciando un control efectivo. La obra finalmente no se pudo estrenar por el abandono de los padres de Milagritos, que tenían que empezar a actuar en un nuevo escenario.
Al final de la primavera decidieron hacer un viaje en el coche a Buenos Aires. Llegaron a Buenos Aires después de la medianoche, doblaron en la General Paz y agarraron Beiró, que estaba completamente desierta. Por la hora y ausencia de tráfico no respetaba ningún semáforo rojo, había más riesgo a ser asaltado que ser multado. Se conocían casos que dejaban al conductor desnudo en la calle y se llevaban el coche con todo lo que había adentro. Según el estado de nervios, borrachera o hijoputez de los chorros podían pegarle un tiro o violar a la mujer.
Cansado, centrando todas sus neuronas en la conducción, notó un coche a su lado. Sin mirar aceleró. El otro coche aceleró. Disminuyó la velocidad para dejarlo pasar y el otro hizo lo mismo. Esperando una desagradable sorpresa giró la cabeza. Era un patrullero de la federal y lo estaban apuntado con una ametralladora. Frenó, y de la ventanilla un oficial canoso le preguntó:
- ¿Está muy apurado señor? Se ha saltado cuatro semáforos rojos.
- Disculpe oficial, vengo manejando desde Esquel, llevo a mi familia y estoy un poco cansado. ¿Le muestro los papeles?
- No hace falta. Bájese con las manos siempre a la vista y abra el baúl.
Se bajaron el oficial y otros dos canas sin dejar de apuntarle, miraron por arriba de las cajas, bolsos y paquetes y lo dejaron ir advirtiéndole que tuviera cuidado, quizás otra patrulla hubiera disparado antes de preguntar.
El riesgo de ser secuestrado era alto. Por un "grupo operativo" del ejército, marina, gendarmería, aeronáutica o policía, en busca de un guerrillero, enlace, amigo o conocido. También por una célula de la guerrilla buscando a un integrante o colaborador de las fuerzas represivas, o por unos simples chorros que aprovechaban la confusión.
Nunca pensaron que podían secuestrar a Milagritos, pero ocurrió. En la mañana llegó la suegra en tren y dos días mas tarde secuestró a su nieta para llevársela a la estancia, con la promesa de devolvérsela cuando terminara la cosecha y viajaran al sur de vacaciones.
En los días que estuvieron solos aprovecharon para visitar gente e ir al teatro. Él, gracias a un dato que le pasaron sus amigos fue a las oficinas de la consultora de un profesor de la escuela, donde estaban buscando un sanitarista para dirigir un hospital nuevo en la provincia de Neuquén. Llevó el currículum y el profe-consultor lo miró desde arriba del caballo. Querían otra cosa, alguien con experiencia, no tan joven. Le habló de liderazgo, de imponer presencia, cosas que él no tenía. Por lo tanto salió desilusionado.
Esa misma mañana ella fue a ver su ex para arreglar un tema económico. Antes de la ruptura unilateral habían comprado a medias un equipo dental completo, la mitad la pusieron sus padres exprimiendo los ahorros.
Todo el mundo sabe ganar, pero son pocos los que aceptan las pérdidas como una posibilidad natural en la vida. Juancito, que ya había cumplido con los seis meses de colimba no se resignaba. Ofreció el perdón divino y el reconocimiento de la hija engendrada en el pecado si volvía con él. Si ella no reconocía su error y dejaba al que la había seducido, el sillón dental que el honesto muchacho había retirado sin avisar, siguiendo los sabios consejos de su padre, quedaría como botín de guerra. En compensación por la traición y la ofensa cometida.
Cuando se lo contó a su marido con mucha rabia y a punto de soltar el llanto, él, aprovechando la ocasión para abrazarla, la consoló.
- No le des bola. Te afanó el dinero que te dieron tus viejos, sí, pero la guita es lo más fácil de recuperar en la vida. Dentro de poco te vas a comprar otro equipo, y más moderno. El que está jodido es ese pelotudo, que te perdió a vos, que sos única, lo más valioso que hay en el mundo, y que vas a estar siempre conmigo. Es un pobre boludo que te demostró lo que vale como persona, él y toda su familia cómplice, que presumían de cristianos y buenas personas.

Andrés Montesanto. Fragmento de "Buscando a Elena". 2021.
andresmontesanto@gmail.com
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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