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Cuidemos el agua

jueves, 17 de agosto de 2023
Después de la genialidad que se me ocurrió días pasados, seguí cada vez más obsesionado con el agua. Ayer me fui a duchar, ignorando a esos expertos y expertas de Oxford que dicen, roñosos ellos, que hay que lavarse y muy rapidito una vez a la semana o mejor cada quince días, porque el agua arrastra los microbios que nos protegen de las enfermedades. Imagino que tan sesuda afirmación cuenta con el auspicio y financiación de fabricantes de perfumes de la otra orilla del Canal de la Mancha.

Sugeriría a los desconfiados gallegos que se den una vueltita por la Plaza del Obradoiro, al final de una tarde calurosa, cuando arriban toneladas de peregrinos y peregrinas, y aspiren hondo. Pero bien hondo. Se hincharán tanto de vida que no necesitarán cenar. Por tema de responsabilidad, se ruega a los padres y madres de familia mantenerse alejado de aquellos se se quitan las botas, y hasta los calcetines. Podrían dejar algún huérfano. Pero estaríamos protegiendo el universo microbiano aunque la humanidad se extinga.

Volviendo a la ducha, tuve otra genialidad. Coloqué un barreño bajo la ducha y recogí el agua que suelo desperdiciar esperando que llegue a la temperatura deseada. Me resultó chico el barreño, que llené con agua potable, recogida en un pantano, trasportada a través de kilómetros, potabilizada con complejos y costosos procedimientos, bombeada y distribuida por infinitas tuberías hasta llegar a la alcachofa de mi ducha. Y que después de ese estéril y extenso paseo iba a volver a mar, atravesando otra red de canalizaciones y rodeada de caca, sin haber tocado piel humana o calmado la sed de nadie o nadia. Como decían en mi pueblo, al pedo como oreja de sordo. Cogí el barreño y se me saltaban las lágrimas. Con mi heroico acto había salvado a un montón de litros de agua potable. Tendrían otra oportunidad. Eché una parte a la cisterna en vez de tocar el botón, ya que la solidez del contenido del inodoro complicaba su introducción en un bidón, y el resto a la olla para hervir las patatas. Estaba tan emocionado que casi salgo al balcón a pregonar el descubrimiento y derrocho otro montón de agua dejando la ducha abierta.

Pero no terminó ahí la cosa. Al acabar, dibujé un esquema que llevaré a patentar. Cuando se ducha el señor del cuarto, por ejemplo, luego de recuperar el agua limpia, el resto del agua y el jabón utilizado, se recogería en un gran recipiente ubicado en el techo del baño del piso inferior. Luego de la decantación y filtrado, el líquido ya enjabonado saldría por la ducha del la señora del tercero, y así sucesivamente. Es decir, que si el edificio tiene nueve plantas, se usa el agua de una sola ducha por bajante. El ayuntamiento compensaría a los vecinos de las primeras plantas con un bono que le cubriera un lavado, enjuague y encerado en un lavacoches (los que usan rodillos son estupendos) para quitarse las costras producidas por los sedimentos, una vez a la semana.

Como hay gente para todo, los que opten por el método Oxford, recibirán un frasco de eau de cologne francés semanal y una pegatina para colocarse en la espalda con la inscripción "Atención. Yo amo Oxford. Por su seguridad guarde la máxima distancia posible".

Avanzando en el desarrollo de mi idea, se conectarían los lavabos, fregaderos, lavadoras y lavavajillas a depósitos ubicados en las entreplantas con la misma metodología que las duchas. La señora del primero sería obsequiada con un kit de espátula, lijas y viruta de acero para repasar la vajilla delicada.

Para futuras construcciones, se exigiría que todas las aguas grises de una planta llenen las cisternas de la que está debajo, y así sucesivamente. El IBI contaría con una reducción cada vez mayor a medida que se acerca a la planta baja, llegando al 100 % en los edificios de más de 10 alturas.

Consejos útiles: cada vez que se cepille los dientes, coloque un pequeño recipiente en el lavabo. Verá la cantidad de agua que es capaz de ahorrar al final del día. Con el contenido puede lavar la vajilla, llenar el cubo de la fregona o lavarse los pies y sobacos, si le gusta el método Oxford pero sin fanatismo. Lo mismo cuando se lava la cara, las manos y cualquier parte del cuerpo que llegue al lavabo. Para recuperar agua del bidet, en el caso de personas y personos tradicionales, es más complicado. Es necesario un recipiente especial o una esponja para escurrir frecuentemente.

Y para mejorar la ducha ecológica, se aconseja vaciar el barreño en un cubo y volverlo a colocar en su posición mientras nos duchamos. Para ello debemos practicar la postura de la torre (la de París), abiertos de piernas, permitiendo que el agua con jabón en vez de suicidarse en el desagüe sea recolectada en el recipiente plástico. Ideal para el riego (el jabón es un estupendo antiparasitario) o acompañamiento hídrico de desechos humanos orgánicos del inodoro.
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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