Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

'El mejor asilo, el medio rural y sus gentes'

lunes, 07 de agosto de 2023
Una mujer huyendo con su hijita de una terrible guerra que asolaba su país llegó en su forzado exilio a la capital de nuestro estado. En esa población la corporación municipal, consciente de su penosa situación, le proporcionó toda clase de ayudas, tales como sufragándole el alquiler de un inmueble y proporcionándole un mínimo subsidio. Agradecida estaba la mujer al ayuntamiento madrileño y a asociaciones humanitarias que le proporcionaban recursos alimenticios. Pero no todas las necesidades se cubren gozando de un hogar y comida; son necesarias otras ayudas que notaba en falta esa señora. En Madrid había otras circunstancias que hacían que tanto esa exiliada como su hija lo pasaran muy mal. Os preguntaréis cuales eran esas con las que no gozaban la buena mujer y su descendiente y les hacía daño en su alma. Si habéis vivido algún tiempo en una metrópoli lo habréis comprobado sin siquiera ser extranjero. La vida en las urbes es muy solitaria si no tienes un círculo de amigos, pues, la mayor de las ocasiones, se reduce a vivir encerrado en un piso como le pasaba a la protagonista de esta historia. También estás inmerso en un ambiente ruidoso, de inseguridad y la polución es grande, sumado a que resulta dificultoso, por muchos currículos que entregues, encontrar un puesto laboral. Con estas problemáticas la mujer lo pasaba muy mal y, para colmo, su hija empezó a sufrir acoso escolar por parte de algún compañer@ en el centro donde recibía las clases esa pequeña. La mujer soportaba todo lo demás pero, lo que no estaba dispuesta era a ver sufrir a quien más quería. Lo comentó con la asistenta social del barrio en el que vivía y ella le preguntó:
- "¿Sabe por qué yo me adapto a vivir en la gran ciudad?"
Ella, con el escaso vocabulario que poseía de nuestra lengua, le responde:
- "No, señora"
La funcionaria le explica:
- "Es muy sencillo, para poder sobrevivir en las urbes hay que tener cargadas las pilas..."
Iba a proseguir pero entendió que su interlocutora aquella expresión no la comprendió e intentó resumirlo y aclararlo:
- "Vaya, que si no fuera porque voy todos los fines de semana y vacaciones a mi aldea me resultaría imposible soportar tanto estrés. Por eso, como en la villa palentina de la que soy natural tengo micasa a la que procuro ir en mi tiempo de ocio, con todo mi respeto deseo ayudarle. Le ofrezco que si acepta mi propuesta se venga conmigo el próximo sábado y, como allí aún, por suerte, tenemos una escuela unitaria puede cursar los estudios primarios su hija, pueden quedar a vivir en esa casita. La vida en el rural es la salvación y veo que ustedes necesitan esa ayuda. Yo nada les cobraré y pueden residir allí cuanto tiempo deseen, al menos hasta que vean que se han recuperado. Aunque ya le anticipó que la ayuda campesina se necesita siempre y cuando conozcan el campo no marcharán de él."
La mujer le dice:
- "Sí, pero me gustaría trabajar para ganar algo de dinero".
La que le ofrece la ayuda responde:
- "Trabajará cuidándome la casa, ayudando con su presencia a que ese inmueble no quede en ruinas, y si lo desea puede cultivar las tierras que tengo. Esa labor bien merece una remuneración, así que si acepta a quedar allí le haré por escrito un contrato para abonarle un merecido y justo salario."
La ucraniana, pues esa era su nacionalidad, llorosa le dice:
- "Señora, gracias por acogernos, acepto y este mismo fin de semana marchamos con usted."
Así ocurrió y aquel viernes por la tarde marcharon con la palentina que era soltera y no tenía familia alguna, sus padres ya muy longevos, cosa propia en los habitantes del rural, habían fallecido. Cuando llegaron a aquella aldea de Saldaña, tanto la pequeña como su progenitora quedaron sorprendidas con la belleza del paisaje. Al descender del vehículo le exclamó a su hospitalaria amiga:
- "!Qué bonito es respirar aire puro y no contaminado!."
Al llegar a la casita salieron los vecinos a recibirles y la propietaria de aquella vivienda les dijo:
- "Queridos amig@s, aquí tenéis unas nuevas vecinas. Son ucranianas y vienen aquí a curar su tristeza, el estar lejos de su país por culpa de esa cruel guerra."
A lo que le contestaron:
- "Bienvenidas sean, aquí pueden contar con nosotros para todo lo que necesiten."
A la mujer se le saltaron las lágrimas con la emoción de ese recibimiento pero la palentina le dijo:
- "Tranquila, esto no es nada, las gentes del rural son los salvadores de todo aquel que precisa de ayuda. Ya irás viendo lo solidarios y cooperativos que somos. Aquí nadie trabaja en solitario, las faenas agrícolas son llevadas con los hombros de todos, por eso si decides quedar seréis, tu hija y tú, unas queridas vecinas más."
Al llegar a la entrada de la modesta morada las recién llegadas quedaron observando un mosaico que había por encima del dintel, no era blasón ni escudo nobiliario alguno; se trataba de una pintura que representaba la figura bucólica de San Isidro Labrador y, bordeando el campo de esa pieza se hallaba la siguiente leyenda: "San Isidro, guía de la vida campesina."
La dueña de la casa al ver que llamó la atención de sus huéspedes esa pieza decorativa le dijo:
- "Me olvidé comentarte que dentro de este hogar hay cuadros y piezas escultóricas alusivas a San Isidro. Tú puedes decorar la vivienda como te guste pero te ruego que no muevas de sitio todo lo referente a nuestro santo benefactor. En todas estas casas hay, al menos en la entrada de las mismas, réplicas de ese mosaico. Mi padre, gran devoto y artista, obsequió a todos sus vecinos con una pieza igual a esta. Cuando llega Mayo sacamos al santo de la capilla y pasa los días de ese mes en todas y cada una de las casas para que conviva con nosotros en nuestros hogares. Subsisto en Madrid gracias a la aldea y a que San Isidro, patrono de esa capital, le aporta algo de aire natural."
La mujer de nacionalidad ucraniana y su pequeña se acoplaron bien a la vida aldeana y allí comprendieron que es donde los valores humanos se manifiestan en su plenitud. Ninguna familia hacía las labores del campo en solitario, todos se ayudaban en la preparación de las tierras de labor de cada uno, incluso el pastoreo de las ovejas se realizaba comunitariamente. Era una vida de ambiente solidario y totalmente pacificador por eso, pasado un tiempo, cuando ya tenían en regla su documentación de residencia decidieron quedar para siempre con esa señora que fue para ellas una bendita salvadora y con los vecinos del rural que les proporcionaron en esa aldea de Saldaña lo más grande, sociabilizarse en valores. Como no tenían familiares en Ucrania decidieron que ese pueblecito todo era su única familia y a San Isidro diariamente agradecían el haberles ofrecido benefactor asilo en el medio rural.

Finalista en el Certamen de relatos en torno a San Isidro, Saldaña (Palencia) 2023.
Pol, Pepe
Pol, Pepe


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES