Ciudadanía activa

Sería muy triste volver a caer en los mismos errores, unos quince años después de comenzar la crisis económica. En todo este tiempo, todo se ha puesto en cuestión a la hora de gestionar las diferentes situaciones. Estos difíciles años nos han dejado una gran bolsa de pobreza y de desigualdad social, quedando fuera del sistema millones de familias y desapareciendo la clase media.

Se ha preferido rescatar al sector financiero, en especial a la banca, con ayudas directas en vez de proteger y defender a las personas. Se ha priorizado el pago de la deuda por delante de cualquier otra cuestión, pasando por encima de nuestros derechos más básicos, como el derecho a la alimentación, a un salario social o renta básica, a la sanidad, a la educación, a un trabajo digno o a una vivienda. Derechos Fundamentales que se han visto pisoteados con la disculpa de la presión ejercida por la dictadura de los mercados financieros y el rescate a las entidades financieras y fondos de inversión.

A estas alturas ya pocos pueden dudar de que es necesario una mayor participación ciudadana activa y exigente; de una mayor justicia social, basada en la redistribución de la riqueza así como la construcción de un mundo más justo, equitativo y sostenible.

Recuerdo que cuando era pequeño deseaba saber lo que quería. Ahora soy consciente de lo que no quiero, y desde luego no quiero vivir ajeno a la realidad más cercana, enfrentándome (dentro de las limitaciones evidentes) con compromiso y valentía a las injusticias. Quiero una sociedad civil que no siga pecando de indiferencia ante el dolor ajeno y que también se comprometa a ayudar a la construcción de una nueva realidad, basada en la idea del propio sentido común. Nunca podemos olvidarnos de donde venimos y de quienes somos; si lo conseguimos ayudaremos a construir un mundo mejor para las futuras generaciones.