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El escabel de terciopelo rojo. Un encuentro inesperado.

domingo, 02 de julio de 2023
Dedicado al profesor Baltasar Medina Peñate, autor de la novela, amigo y compañero en la defensa del medioambiente y valores etnográficos, destacado activista medioambiental en la defensa y protección del campo de volcanes de Rosiana y espacios asociados.

El pasado viernes día dieciséis, al atardecer, en una noche clara y serena que se presagiaba extraordinaria, una persona plétorica, llena de ilusión y alegría, recibía a sus invitados a las puertas del hermosísimo patio de la Casa Condal o casa Ruiz de Vergara, en Telde, palacete de mediados del siglo XVII, actualmente de propiedad municipal.
El escritor, Baltasar Medina Peñate, guardaba celosamente los entresijos de su primera El escabel de terciopelo rojo. Un encuentro inesperado.novela. Era el momento de salutaciones, de besos y abrazos, de encuentros con las amigas y amigos cotidianos, con los compañeros de trabajo en la docencia, con los familiares del autor y, cómo no, con los amigos de siempre, personas que forman parte de la familia emocional de Baltasar, de su compromiso con el medioambiente y que no querían perderse el poder compartir con él, tan mágico momento.
Era una noche para recibirla bajo un cielo de estrellas. Era una noche preludio de una noche sanjuanera. En el tiempo y en el espacio se conjugaban dos actos culturales de interés singular. Uno, mimado hasta el último detalle por el anfitrión y, una hora y media más tarde, la lectura del pregón de San Juan, en el recoleto espacio ajardinado, conocido como Rincón de Plácido Fleitas -apenas a una veintena de metros del histórico patio de la casa Condal-.
Una presentación diferente, pensó el autor, debe gozar de una distribución espacial distinta. Y así se hizo, mesas y sillas se encontraban distribuidas creando un espacio singular, dotándolo de un aire de tertulia café, algo que sin duda aportaba originalidad a la presentación pues el autor -protagonista del evento- se encontraba más próximo a los asistentes, alejado de un planteamiento más formal, propio de una exposición magistral.
Se trataba de favorecer el encuentro entre los asistentes y el autor, en provocar manifestaciones de júbilo, propiciar conversaciones entre ellos, emocionar a través de la cercanía y la música. Y así, como en un viejo café al aire libre, una decena de mesas y rodeando cada una de ellas, media docena de sillas, permitieron ubicar cómodamente al publico asistente. Sobre cada mesa una rosa y un pequeño enyesque, adecuado al acto que se iba a celebrar. Una perfecta combinación de dulce y salado y una armonía cromática en la presentación de los productos, diversidad de bebidas al gusto de los asistentes y, tras la zona de presentación, dos elementos a destacar: a la derecha, un escabel y una ventana invitaban a curiosear tras ella, en la penumbra que albergaba el interior de la estancia. Se trataba, no obstante, de una clara invitación a hacerse una foto pero, tras la lectura de la novela, metafóricamente era una invitación a observar, como Mara, por el ventanuco de la polvorienta buhardilla los episodios que sucedían en la Plaza Mayor y la calle Real de Santa Cruz de la Palma a mediados del siglo XVI. A la izquierda del patio, una promesa musical en forma de espacio acústico estaba preparado para la ocasión.
En el centro, exultante, pues la satisfacción y el orgullo del momento de una presentación entre las personas que quiere y estima sólo es capaz de sentirla un creador, Baltasar Medina Peñate.
Poco quiero reseñar sobre la disertación pues son tiempos vividos por los presentes, difíciles de transmitir a los lectores. Si acaso decir que en su novela histórica encontramos amores y desamores, alegrías y tristezas, encuentros y desencuentros de una época y un momento determinado en Santa Cruz de la Palma, mediado el siglo XVI, y en la noche de la casa condal se hilvanaron con episodios y anécdotas del propio autor, vividos a lo largo de su juventud en esa pasión sin límite, en esa entrega absoluta que profesan las personas cuando sus corazones son cautivados por una isla y en Baltasar, buena parte de su corazón se encuentra ligado a la isla de la Palma.
Costó abandonar el patio. El encuentro con las amigas y los amigos no es propicio a despedidas rápidas ni improvisadas. En el exterior, terminado el pregón que anunciaba el inicio de las fiestas de San Juan en Telde, los fuegos artificiales aportaban sonido, luz y color al desarrollo de ambos actos culturales.
Algunos de los allí reunidos -con mayor certeza los que como yo son ajenos a la parafernalia de eventos festivos o son reos de su propia ingenuidad-, creímos ciertamente que los fuegos formaban parte de la culminación del acto de presentación del libro.
Una vez fuera, nos dejamos llevar por la música de la agrupación folclórica Cendro, presidida por la persona invitada a ser el pregonero de este año. El rincón Plácido Fleitas, con un lleno absoluto, nos confirmaba que las noches mágicas de la segunda quincena de junio habían comenzado. Esas noches donde la gente camina hasta más tarde, disfruta hasta más tarde, acaricia y saborea las noches bajo las estrellas, humedece sus pies en el agua de las playas mientras la luna dibuja estelas plateadas en el horizonte oceánico.
Lo lógico era no abandonar la magia del momento pero, con el abrazo de despedida al autor, en mi interior surgieron unas ganas locas de llegar a casa y, en la terraza, bajo un cielo cuajado de estrellas, iniciar la lectura de su novela.
La parranda me acercó a las raíces de mi tierra isleña, raíces que han ido forjándose a través de casi medio siglo de existencia. Siento orgullo de mis raíces lucenses, de mis profundas querencias con los ríos, prados y bosques, con el urballo matutino y las xeadas cubriendo con perlas preciosas el verde esmeralda de la hierba, pero también son profundas mis raíces ancladas en los bosques de lauráceas, en tabaibales y cardonales, en pinares que desafían incendios y el rigor de los volcanes, en aguas saladas y riscaderas imposibles.
Fue entonces, al término de la actuación de la parranda, cuando me costó vencer la tentación de seguir con buenos amigos compartiendo noche y conversación tras una botella de vino, pan bizcochado, un poco de queso y aceitunas de la tierra.
Pero es la medianoche un buen momento para abrir las ventanas del tiempo y sumergirse en un pasado muy presente y, con este pensamiento, me dirigí a casa.
Cerré los ojos para olfatear el nuevo libro. Cada libro tiene un olor diferente. Marcan las diferencias de tal registro el tipo de papel, las tintas de impresión y las técnicas y materiales utilizadas para su cosido o encolado.
En el libro de Baltasar priman las notas olfativas que nos recuerdan, sin lugar a dudas al cuero envejecido. Percibo también, de un modo muy tenue, sutiles referencias al engrudo de papel con el que modelábamos, cuando niños, pequeñas figuras que luego pintábamos, tras secarse la pasta.
Abro luego los ojos y dejo que las páginas pasen ante mi vista a velocidad de vértigo, tan rápidas que apenas las veo, pero capaces de mostrarme fugazmente su contenido. Hay fotos a color en su interior y mapas antiguos. He visto también envejecidos pergaminos. El conjunto me transmite muy buenas vibraciones y, aún sin leerla, tengo la impresión de encontrarme ante una publicación muy elaborada.
Leyendo el primer párrafo de la novela supe que no iba a abandonar su lectura hasta la última página.
"Nunca supe quién fue mi padre. Creo que me moriré con esa pena. Mamá siempre me decía: «En la vida hay cosas que es mejor no saber», y se daba la vuelta para que yo no le repitiera una pregunta que le hice muchas veces. A pesar de mi insistencia, ella nunca quiso contarme nada".
Tampoco yo quiero contarles nada. Me ha sorprendido su calidad literaria y su rigor histórico. Sorpresa que no tiene otra razón de ser que el desconocimiento que tenía del autor en su faceta de escritor. Las referencias bibliográficas aportadas al final del libro dan fe del intenso y profundo trabajo de investigación llevado a cabo por el autor.
Gracias Baltasar por esa dádiva colectiva realizada al finalizar la presentación, el regalo de ejemplares a todos los presentes. Es lo que tiene acudir con el corazón abierto y recibir el trabajo de un corazón generoso. Para aquellos que no han asistido, dos librerías de Telde: Azahar y Tabaiba y una en Las Palmas de Gran Canaria, la Librería del Cabildo en la calle Cano os permitirán gozar de una bella historia, tan real en su tiempo, como la vida misma.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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