Raíces e Réquiems (3)
Silva, Manuel - lunes, 14 de agosto de 2023
Aldea
Casa pequeña de pueblo,
hecha de piedras y barro,
es la casa en que nací,
entre el arado y el carro.
Casa pobre de labranza:
Con cuadra, cuarto y cocina,
una artesa para el pan,
para el agua, una tina.
Treinta ferrados de tierra,
una vaca y un ternero,
cuatro gallinas y un gato,
y, por fiestas, un carnero.
Y las manos de mis padres,
siempre esclavas y con callos,
siempre asidas al arado
desde el canto de los gallos.
Todo era un minifundio;
de los lindes, el reinado.
De todos los picapleitos
era sabroso bocado.
Pero ello no impedía
juergas y humor fraterno,
con las partidas de brisca
en las noches del invierno.
Y qué hermoso era ver
como todos, en unión,
acudían los domingos
a la misa y al sermón.
No protestaban a Dios,
ni rechazaban la luz
de quien, tan poderoso,
murió desnudo en la cruz.
Qué emoción ver a mi madre
ir a la cruz milagrosa
caminando de rodillas
con entrega generosa.
Bendita sea esta aldea
donde tengo mis raíces,
sus prados, ríos y montes
y los días tan felices.
Benditas las arboledas
donde los nidos busqué.
Benditos los escondrijos
donde a esconderme jugué.
Bendita sea la iglesia
en que aprendí a rezar.
Benditas sean sus piedras,
su crucero y su altar.
Qué bonita es su campana
y sus funciones sagradas:
Con música bien distinta
resuenan sus campanadas.
Es alegre su sonido
para la celebración.
Es tranquilo y reposado
cuando toca a oración.
Cuando avisa de un peligro
es alarmante y muy fuerte.
Es triste, lento y severo
cuando pregona la muerte.

Silva, Manuel
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