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Los Picachos. Telde.

miércoles, 28 de junio de 2023
Orígenes de una ciudad
Dedicado al profesor e investigador Luis Pérez Aguado, con quien compartí centro y alumnos, ilusiones y proyectos, estimado y admirado amigo de quien aprendí que la historia de Canarias, ilustrada por su hermano Justo y presentada en formato cómic, aunaba conocimiento, rigor histórico, emociones y vivencias.
A mis compañeros del colectivo Turcón, por supuesto. Sin su acción continuada, firme y decidida, en este solar histórico habría ahora un edificio de garajes, locales comerciales y viviendas.

Me encuentro frente a un muro que esconde, tras él, más de quinientos años de historia. Es el mismo muro orientado al naciente donde, durante tres décadas, se celebraron manifiestaciones silenciosas por parte de un histórico colectivo ecologista Los Picachos. Telde.nacido en este municipio, vecinos, defensores del patrimonio histórico de la ciudad de Telde y simpatizantes.
Mucho color hubo en las pancartas exhibidas y mucha reivindicación. Muchas emociones contenidas. Los textos de las pancartas reclamaban el urgente rescate de los restos que aún quedaban del ingenio azucarero.
Se trataba de dignificar la historia enterrada, la historia abandonada, la historia olvidada. Se trataba de devolver a Telde una de sus más importantes señas de identidad. Se trataba de recuperar la historia del azúcar y de los ingenios donde se obtenía, una historia que hizo de Telde una ciudad rica y próspera, una ciudad que cimentaba su futuro en una economía boyante y en un patrimonio artístico de enorme valor.
Vaya pues mi alabanza y gratitud ante la honestidad y el compromiso demostrado por todos y cada uno de los miembros del Colectivo Turcón, asociación ecologista a la que pertenezco con enorme orgullo, ante su compromiso y fidelidad pues, año tras año, en el mes de febrero, rememoró con una simbólica manifestación silenciosa y pacífica, la caída de uno de los picachos, sucedida un catorce de febrero de 1994. Una manifestación que, partiendo de una decena de individuos asistentes en un comienzo -casi todos pertenecientes al colectivo ecologista-, llegó a agrupar más de medio centenar de personas en años posteriores. El encuentro era junto al muro que cerraba el solar donde se encontraban los últimos vestigios de la industria azucarera y, lloviese, hiciese frío, fuera inaguantable el solajero u otras causas de diversa índole no aconsejaran su celebración, siempre acudían personas con ganas de manifestar su compromiso con la historia.
Jamás se suspendió. Ya en aquel entonces la lucha por la defensa del patrimonio de Los Picachos llevaba un largo recorrido de denuncias y peticiones de conservación.
A las manifestaciones silenciosas le siguieron actividades de diversa índole. El encuentro junto al muro tenía su continuidad en talleres específicos sobre los ingenios azucareros y sobre el patrimonio industrial de la época, en Jornadas de formación y sensibilización, en visitas a las instalaciones conservadas, a los restos de este referente histórico, en rutas por los lugares donde estuvieron los ingenios y sus dependencias asociadas…
Estas sendas por el patrimonio industrial azucarero -al parecer de los expertos, cuatro fueron los ingenios ubicados en Telde y uno de ellos llegó a ser el más importante de la isla-, y por las sendas del agua en los barrancos que alimentaban al Real de Telde -barranco de los Ríos, en aquel entonces-, acercaron al ciudadano imágenes del rico patrimonio teldense, del que aún se conservaba y del que se encontraba a punto de desaparecer. Fue entonces cuando la ciudadanía pudo disfrutar de primera mano del conocimiento de los arqueólogos y de los historiadores e interpretar el ayer y el ahora del interesante pasado de la ciudad.
Hay buenos historiadores y arqueólogos en el colectivo, muchos de ellos docentes, hay ingenieros capaces de aproximarnos de una manera amena, la historia del agua y hay biólogas que pueden abordar una prospectiva de la cubierta vegetal a partir de la vegetación presente y de la existente en el pasado, siempre referida al espacio observado. Y hay agricultores, economistas, artesanos, empleados de servicios varios, así como muchos colaboradores que se prestaron, altruista y animosamente, a la hora de impartir charlas, compartir conocimientos, opiniones y sugerencias para abordar y comprender el funcionamiento y la gestión de los ingenios azucareros, de reflexionar sobre su importancia en Telde, sobre las vías de comunicación imprescindibles para la exportación de tan jugoso producto, en suma, sobre la historia de tan generosa época, tanto en la isla como fuera de ella.
Poco a poco, el trabajo del Colectivo Turcón reivindicando el valor excepcional de Los Picachos, fue encontrando eco en los medios de comunicación, en las redes sociales, calando en la ciudadanía, incorporándose al debate político y social.
Se trataba de la reivindicación de los Picachos como un lugar histórico de primer orden, con un enorme potencial de presente -limpieza y conservación de los restos existentes y la puesta en marcha de trabajos de investigación “in situ”- y de futuro -centro cultural, centro interpretativo del patrimonio azucarero, centro de investigación, centro patrimonial…
De la lucha y debate se pasó a la reflexión y propuestas de acción, impulsándose la adquisición de los solares afectados, mediante la fórmula de la expropiación. Al mismo tiempo se rescató el expediente necesario para la posterior declararación del lugar como Bien de Interés Cultural -es preciso puntualizar que gracias a un informe solicitado por el Colectivo Turcón al Museo Canario, se evitó la caducidad del expediente iniciado-. En este momento, el decreto con la declaración de Los Picachos como Bien de Interés Cultural esperamos se encuentre a punto de publicarse en el BOP y el BOC .
El Colectivo desde un primer momento no se limitó a la reivindicación sobre los restos del ingenio sino que impulsó de igual modo la investigación. Fruto de ello fueron los estudios preliminares financiados por el Gobierno de Canarias, Cabildo Insular y Ayuntamiento.
Éstas y posteriores investigaciones sobre los ingenios azucareros ha permitido poner en valor la importancia de los restos encontrados y ha sido acicate para la realización de otras investigaciones en otros municipios de la isla así como en otras islas. Otros estudios trataron de investigar y relacionar la historia del azúcar en Canarias con su evolución en otros continentes.
El trabajo de Turcón, sacando a la luz todo este potencial histórico, permite entender el por qué de otros elementos de referencia y su situación geográfica: construcción de ermitas, caminos, estanques, maretas, cantoneras…), el por qué del nombre de algunas calles y de la importancia de la toponimia asociada a ellas, la razón de la existencia de verdaderas joyas artísticas, asociadas a este período de bonanza económica (tablas y trípticos procedentes de los mejores artistas flamencos de la época).
Recuerdo leer, con verdadero interés, una pequeña publicación, una perla literaria fruto de las investigaciones realizadas por el compañero docente y querido amigo Luis Pérez Aguado, titulada: “La caña de azúcar en el desarrollo de la ciudad de Telde (siglo XVI)” -tengo que decir que agotada hace mucho tiempo, ha sido reeditada recientemente y presentada en la última feria del Libro con notable éxito-.
Cuando vió la luz la primera edición de dicha publicación, se iniciaba el año ochenta y dos, un siete de enero y, como si se tratase del mejor regalo de Reyes, Luis me dedicaba su libro.
Del aquel entonces… han pasado cuarenta años. ¡Toda una vida!
Es ahora, justo en este momento que me encuentro releyendo sus páginas, cuando me embarga una enorme satisfación. La seguridad de saber que de la historia relatada sobre la industria del ázucar y de la importancia que para Telde, -acogedora y hermosa ciudad donde ha transcurrido la mayor parte de mi vida-, supone conservar los vestigios de uno de sus ingenios azucareros, aquel que aún conserva el cubo donde se ubicaba la noria que permitía, con la fuerza motriz del agua, triturar la caña, actividad previa a todas las restantes labores que luego permitían la obtención de la melaza-, es de propiedad pública y que todas las instituciones implicadas en su conservación se han comprometido para que en un futuro próximo, estos restos patrimoniales, esenciales para entender e interpretar la historia de nuestra ciudad, formen parte del acervo de todos los teldenses, de todos los canarios y de la humanidad.
Celebremos pues tan hermosa noticia, un sueño hecho realidad, pero hagámoslo desde la tenacidad y la exigencia a no cejar en el empeño, compromiso que no es otro que el de lograr que a la entrada de la ciudad de los faycanes por el tradicional camino de los pescadores, hoy vía asfaltada que une la costa de Melenara con el centro urbano, nos reciba un museo etnográfico, un centro de interpretación sobre una época que, a poco de culminar la conquista, fue capaz de generar riqueza suficiente para convertir al Telle primigenio -guanartemato orgulloso de su pasado aborigen-, en el germen de una gran ciudad.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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